Dos actos valiosos en la construcción de la memoria histórica

80 años del levantamiento del Ghetto de Varsovia y presentación del libro de AFEP sobre niños y adolescentes ejecutados por la dictadura pinochetista.

Germán Leyens. Santiago. 24/47/2023. La semana pasada se produjeron dos hechos importantes y auspiciosos para la perspectiva de llegar al 11 de septiembre con una conmemoración por los 50 años del golpe de Estado plena de Memoria, Verdad y Justicia.

La primera fue la realizada por la Agrupación Judía Diana Arón, un espacio en el que se congregan judías y judíos de izquierda y progresistas. En ocasión de cumplirse 80 años del levantamiento del ghetto de Varsovia, un hito trascendental en la lucha del pueblo judío contra la discriminación y la opresión, organizaciones judeo-progresistas de diversos países articularon la realización de una actividad conjunta, con un documento elaborado con el aporte de las veintiséis organizaciones participantes, originarias de Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Canadá y Francia. En dicho documento se comparte la preocupación por el avance de las expresiones políticas de derecha autoritarias, negacionistas y neoliberales. Estás expresiones, catalogadas como neonazis o neofascistas, han llegado a conquistar jefaturas de gobierno, en distintos niveles, porciones importantes de los parlamentos o instituciones legislativas y, sobre todo, su discurso de discriminación, odio y violencia ha logrado penetrar en diversos medios de comunicación masiva y redes sociales, sin ninguna restricción real, más allá de algunas formalidades legales.

Por ello, la reivindicación del levantamiento del ghetto de Varsovia adquiere una relevancia particular en el actual contexto, cuando se requiere de la más amplia unidad y, sobre todo, de una  clara disposición a la organización y a la lucha para enfrentar los desafíos que plantea el resurgimiento ultraderechista. 

Así lo planteó el orador central, Miguel Lawner, en un sustancioso y aclamado discurso. Los sectores más conscientes de la población judía encerrada en el ghetto, que iba siendo sistemáticamente deportada a los campos de exterminio, fueron capaces de crear la Organización Judía de Combate, compuesta fundamentalmente por jóvenes, y en la que convivían comunistas, socialistas, sionistas y no sionistas, religiosos y no religiosos. Los unía la fuerza de sus valores democráticos y antifascistas, y la convicción ineludible de la lucha como único camino. Combatieron durante cuatro semanas contra uno de los ejércitos más poderosos del planeta, en esa época. Aunque fueron derrotados y masacrados por el nazismo, su fuerza simbólica trascendió la derrota y sigue sirviendo de fuente inspiradora para los desafíos que actualmente tenemos, no solamente los judíos, si no todos los pueblos del mundo que aspiramos a construir una sociedad más justa y una vida más digna. 

Por eso fue especialmente conmovedora en el acto, realizado en el auditorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos el pasado martes 18 de abril, la ceremonia de encendido de las seis velas que simbolizan el homenaje a las víctimas del nazismo y a los valores por los que ofrendaron su vida las y los combatientes judíos hace ochenta años: la dignidad humana, la libertad, la solidaridad, el respeto por la diferencia, la justicia y la igualdad; el derecho y el deber de rebelarse ante la opresión. El encendido de cada una de las velas fue realizado por personas que vinculan , en su trayectoria vital y en su  compromiso, referencias emblemáticas a las luchas de ayer y de hoy: desde el compañero mapuche a la compañera palestina, las y los compañeros víctimas de la dictadura pinochetista; todas las resistencias en cada una de las velas, expresando con fuerza y convicción que la llama de la esperanza activa sigue encendida, a pesar de los golpes. Los versos del himno de los partisanos judíos, interpretado por coros provenientes de las distintas organizaciones, expresan en plenitud está convicción:

“Y nunca digas que esta senda es la final (…).

Nuestra hora tan soñada llegará,

redoblará nuestro marchar 

!Estamos acá!”

El segundo hecho que constituye un gran aporte para ir avanzando en el camino de la construcción del 50 aniversario del golpe, es la presentación del libro “Rompiendo el silencio: de las niñas, niños y adolescentes ejecutados políticos durante la cívico – militar: 1973 – 1990”. 

La edición corresponde a la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP), y su elaboración y publicación contó con el apoyo de Francia Jamett y su equipo de la Unidad de Memoria y Derechos Humanos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio; así como de Faride Zerán y la Cátedra de Derechos Humanos de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile. Fue ilustrado por Álvaro Gómez y el fotógrafo Felipe Ponga colaboró en la preparación de las imágenes recuperadas.

Un auditorio repleto escuchó atentamente los conmovedores testimonios y reflexiones de Alicia Lira, (presidenta AFEP); Claudio Nash (coordinador Cátedra de Derechos Humanos Universidad de Chile); Andrea Gutiérrez (Subsecretaria de Cultura, Ministerio de las Culturas); Consuelo Contreras (Instituto Nacional de Derechos Humanos – INDH); Alejandra Araya (Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile); Francia Jamett (Unidad de Cultura, Memoria y Derechos Humanos, Ministerio de las Culturas), y las canciones de la cantautora Cecilia Concha Laborde.   En el acto participaron integrantes de la AFEP, de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y otros organismos de Derechos Humanos, así como familiares de algunas de las víctimas de la dictadura referidas en el libro.

Un duro y doloroso trabajo de investigación y recopilación, realizado fundamentalmente en tiempos de pandemia, le dio visibilidad a estás doscientas setenta y cinco niñas, niños y adolescentes que fueron asesinadas durante los diecisiete años de dictadura cívico militar en el país. La mayoría de los autores materiales e intelectuales de esos crímenes políticos y responsables de las violaciones a los derechos humanos en ese período, aún gozan de impunidad. Más de treinta años de gobiernos civiles, posteriores a la dictadura, no han sido suficientes para que la Justicia cumpla su cometido y encuentre y juzgue a los criminales.

Por eso esta obra constituye una gran aporte para los objetivos de Memoria, Verdad y Justicia, especialmente en la situación actual, en qué campean el negacionismo y el relativismo en cuanto al análisis y al posicionamiento frente al golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular y el presidente Salvador Allende y la dictadura que se instaló durante diecisiete años.

Es una contribución para la construcción de una memoria necesaria, imprescindible, acerca de la magnitud de los crímenes de la dictadura, para la cual no había límites ni de edad ni de ningún tipo en su acción destinada a aniquilar físicamente a sus opositores y sembrar el terror entre la población.

Hoy, las  campañas de terror se realizan a través de los medios de comunicación masiva y redes sociales en manos de los mismos sectores empresariales y políticos, nacionales e internacionales, que hace 50 años defendieron a sangre y fuego sus privilegios elitistas.

Es un aporte a esa memoria más necesaria que nunca para las disputas del presente, cuando todavía sufrimos los impactos del cataclismo dictatorial, un cataclismo que no fue producto de la acción de las fuerzas de la naturaleza, sino un producto de la actuación conjunta de determinados sectores sociales y políticos que, en combinación con la acción desestabilizadora del gobierno de EEUU y algunas multinacionales, complotaron para derrotar el proyecto socialista, democrático y popular, encarnado por el presidente Salvador Allende.

Este libro está constituido por relatos de historias muy dolorosas, más dolorosas aún porque la mayoría aún permanecen sin justicia. Son muchas infancias, adolescencias y juventudes no vividas, inmensos vacíos que se prolongan y proyectan en las vidas de sus familias, amistades y compañeros que los sobrevivieron. Vidas no vividas que han dañado estructuralmente no sólo a las personas, sino a la sociedad y al país en su conjunto, aunque no se tenga mucha conciencia de ello.

Por eso la presentación de este libro fue un acto de reparación y de resistencia, contra el olvido,el temor y el amedrentamiento. 

“La mayor victoria, aunque no nos vean, aunque no nos quieran ver, es que estamos aquí”, dijo Cecilia Concha Laborde entre sus canciones. “Estamos acá”, dice el himno de los partisanos judíos. Por eso, estos dos actos tienen un gran significado para esta difícil y compleja tarea: que las conmemoraciones de los cincuenta años del golpe de Estado sirvan para ponerle un freno al avance de las derechas y sus políticas retrógradas, y  contribuyan para abrir de una vez por todas, las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre construyendo una sociedad mejor.