La muerte de Rosario Ibarra, la Sola Sierra de México
La mujer que durante 47 años buscó a su hijo detenido desaparecido y lideró batallas por las víctimas de la guerra sucia desatada en México por gobiernos del PRI, en que se logró encontrar a 148 secuestrados y una Ley de Amnistía que beneficio a miles de luchadores sociales y militantes de la izquierda. En una entrevista de hace años, habló de la esquiva solidaridad en la región porque las autoridades mexicanas recibían a los exiliados.
Hugo Guzmán. Periodista. 18/04/2022. Rosario Ibarra de Piedra fue la forjadora de la organización de madres y familiares de detenidas y detenidos desaparecidos en México. De su corazón, su mente y sus manos surgió ¡Eureka!, el grupo que por décadas buscó a las y los presos de la represión y la guerra sucia desatada desde los años sesenta y durante los setenta y ochenta por los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), las policías secretas y las Fuerzas Armadas mexicanas, en contra de militantes de agrupaciones armadas rebeldes y de partidos políticos de izquierda.
En una analogía simbólica, doña Rosario es la Sola Sierra de México. Nunca desmayó en su lucha por la verdad y la justicia. Desde 1975 inició la constante, esforzada y valiente búsqueda de su hijo, Jesús Piedra Ibarra, militante de la Liga 23 de Septiembre, detenido desaparecido hasta la fecha. Este 17 de abril, a los 95 años, falleció doña Rosario en la ciudad de Monterrey, al norte de México.
En algún momento, los datos oficialistas señalaron que en México había 552 detenidos desaparecidos producto de la acción represiva del Estado principalmente en las décadas de los setenta y ochenta. Luego la cifra aumentó en varios cientos. En esos años, las madres de ¡Eureka! lograron salvar y recuperar a 148 desaparecidos.
Desde 1975, Rosario Ibarra empezó a manifestarse en las calles, frente a edificios públicos, a presentar acciones judiciales y realizar acciones políticas, encaró a presidentes mexicanos y diversidad de autoridades, dedicó días interminables a organizar a las madres, hijas/hijos y familiares de las víctimas y adscribió a diversas luchas por los derechos humanos, los derechos sociales y las transformaciones en México.
Fue una activista latinoamericana de los derechos humanos y la batalla por encontrar verdad y justica en los miles de casos de detenidos desaparecidos y trabajó con organizaciones como las Abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Chile.
Tuvo que librar duras luchas contra los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, estos dos últimos que mientras avalaban la guerra sucia contra fuerzas de izquierda y sociales, entregaban apoyo irrestricto a las víctimas de las dictaduras de Chile, Argentina y Uruguay, entre otros países. Un logro de las y los luchadores de derechos humanos en México se produjo cuando López Portillo emitió una Ley de Amnistía que sacó de la cárcel a mil 800 presos políticos, permitió el regreso de cientos de exiliados y se pararon alrededor de 2 mil órdenes de arresto contra militantes de izquierda. Una realidad que en los ochenta era poco conocida en América Latina sobre un país que entregaba desinteresada y efectiva solidaridad a otros. Pero dentro de sus fronteras se producían detenciones, desapariciones, ejecuciones, represión y agresiones a las fuerzas populares y sociales.
“Chile fue para nosotros muy difícil”
El 2002 me correspondió hacerla una entrevista allá en la Ciudad de México para la revista Punto Final, y entre otras cosas hablamos de lo que fue una solidaridad algo esquiva desde Chile y otros países, con las luchas por los derechos humanos en México, porque los gobiernos priistas y particularmente de Echeverría (acusado finalmente de crímenes de lesa humanidad) tenían una política latinoamericana democrática, anti dictaduras, de apoyo a los exilios y de solidaridad y respeto con las revoluciones cubana y nicaragüense. Eran especialmente atentos con el exilio chileno.
Le pregunté: Hubo mucha solidaridad con la lucha por los desaparecidos en Uruguay, Chile, Argentina y Centroamérica. En el caso de México al parecer con la lucha de ustedes no hubo mucha solidaridad internacional. Y respondió: “Claro, la fachada gubernamental al exterior era tremenda, un engaño, era el fraude llevado a la máxima expresión. Echeverría, por ejemplo, rompía relaciones con la España de (Francisco) Franco y con (Augusto) Pinochet. Se hacía amigo de Fidel Castro y asilaba chilenos, argentinos, uruguayos. Después López Portillo hizo igual con salvadoreños y guatemaltecos. Aunque por debajo vendía petróleo a la junta militar de El Salvador. Son las dos caras de ellos”.
Y remarcó: “Lo de Chile fue para nosotros muy difícil. Creo que los chilenos se daban cuenta de lo que pasaba aquí. Pero uno de los Artículos de la ley de México es el 33, de expulsión del país. Para los chilenos era terrible denunciar lo que hacía el Gobierno mexicano porque les aplicaban el 33. Nosotros lo entendíamos porque si los mandaban a Chile era muerte segura. Por eso buscábamos no hablar con los chilenos, no verlos. En una ocasión vino Clodomiro Almeyda. Lo busqué a escondidas, en la sede del Partido Comunista, y hablé muy poquito con él. Era poco lo que podía hacer. Ni modo que le fueran a decir a Echeverría que soltara a los desaparecidos”.
Pero hubo vínculos. Sobre todo al interior de Chile. Me contó doña Rosario que “yo quise mucho a compañeros y compañeras como Sola Sierra, Viviana Díaz a quien conozco muy bien, a Pamela Pereira. Fuimos fundadoras de la Federación de Familiares de Desaparecidos de América Latina (Fedefam)”.
Gritar ¡Eureka!
¿Por qué crear un comité de desaparecidos en México?
“Por las mismas razones que en toda América”, contestó enfática. Contó que “nosotras nacimos casi a la par que las Abuelas de la Plaza de Mayo de como Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos, y Exiliados Políticos de México, en agosto de 1977…había muchos presos políticos, como mil 500, estaban pendientes dos mil órdenes de aprehensión, y había 57 compañeros en el exilio. De desaparecidos teníamos el primer recuento, porque fue en el 77, recién terminado el sexenio del presidente Echeverría, teníamos unos 300…Luego fue desapareciendo gente en el sexenio del presidente López Portillo…Seguimos luchando, en diciembre de 1979 formamos el Frente Nacional Contra la Represión. Era un organismo de familiares de desaparecidos, de partidos, de cooperativas, organizaciones de pobladores, campesinos, maestros…Formamos el Frente el 12 de diciembre y el 15 empezaron a salir los primeros desaparecidos”.
En la entrevista narró por qué finalmente el grupo de madres bautizó como ¡Eureka! a su organización. Le pidió a su esposo que la acompañara en la Ciudad de México en toda la tarea de búsqueda de su hijo Jesús. Y él le respondió que “solamente iré volando, corriendo, como pueda, cuando tú me digas una palabra: Eureka; querrá decir que han encontrado a nuestro hijo. Eureka significa he encontrado, he hallado, en griego. Les platiqué eso a mis compañeras y decidieron que dijéramos ¡eureka! cada vez que apareciera un desaparecido”. Gritaron eureka 148 veces.
A la pregunta de si se había encontrado restos de desaparecidos, doña Rosario contestó: “Nunca hemos buscado restos. Buscamos que aparezcan vivos. Si los mataron, lo deben decir. Nunca, nunca hemos buscado huesos”.
Entra los infundios y mentiras que Rosario Ibarra debió enfrentar, estuvo la versión maliciosa de que el subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) era su hijo desaparecido, que él era Jesús Piedra Ibarra. Hubo que desmentirlo. Pero desde ese momento, Marcos le dijo mamá a doña Rosario y compartió con ella muchas veces en la selva chiapaneca. También tuvo la amistad del líder mexicano Cuauhtémoc Cárdenas, de Fidel Castro y del actual mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador.
Respaldada por fuerzas de izquierda y progresistas, movimiento sociales y de derechos humanos, Rosario Ibarra fue la primera mujer en convertirse en candidata a la Presidencia de México, y en otro proceso electoral fue electa senadora.