Sueños y combates de Mireya Baltra

Era inevitable pero también impensable no contar con ella, menos en los tiempos que corren, cuando algunos creen que no tendremos nueva institucionalidad, que todo debe seguir igual.

José Luis Córdova. Periodista. Santiago. 17/04/2022. Nos ha dejado nuestra querida Mireya. Era inevitable pero también impensable no contar con ella, menos en los tiempos que corren, cuando algunos creen que no tendremos nueva institucionalidad, que todo debe seguir igual.

La conocimos junto a su padre cuando vendía diarios en el quiosco de calle Matías Cousiño. Por ese entonces era una joven impetuosa, luchadora, tanto que se incorporó a uno de los sindicatos del gremio de suplementeros de Santiago.

Conociendo la dureza del trabajo de vender diarios, su papá enseñó a boxear a Mireya y sus hermanas Odette y Ruth, para enfrentar la lucha en las madrugadas para conseguir El Mercurio por el costado de calle Teatinos. Ingresó al Partido Socialista y después fue reclutada por los compañeros Orlando Millas y el “Capitán Veneno”, César Godoy Urrutia, Allendista desde la primera hora, se integró después al PC con un grupo de socialistas y llegó a ser regidora por Santiago. Su nombre está inscrito para siempre al costado de la entrada al cerro Santa Lucía en el mural en memoria de Gabriela Mistral.

Nadie se sorprendió cuando el Presidente Allende la designó Ministra del Trabajo, aunque durante su breve desempeño hasta se trenzó a golpes con un dirigente mirista que osó oponerse a las medidas sociales de la Unidad Popular.

Junto a su esposo Reinaldo Morales -“su reycito”, como lo bautizó la revista Paloma- tuvo cuatro hijos y muchos nietos, y una gran relación con la Revolución Cubana, aparte de su amistad personal con Fidel Castro, a quien recibió en su propia casa en Chile.

Fue una destacada diputada quien, junto a la DC y los socialistas (por ejemplo) impulsó la primera ley de salas cunas en beneficios de las mujeres, entre otras leyes a favor de las mujeres y trabajadores.

No quería salir de Chile tras el golpe, pero la dirección del Partido -y su amiga entrañable Gladys Marín- le exigió partir al exilio, por su propia seguridad y la de su colectividad política. Lo hizo junto a Julieta Campusano y Orlando Millas, llegando a Holanda desde donde preparó su instalación en Praga, entonces capital de la República Socialista de Checoslovaquia.

Su hermano Gastón, bailarín y coreógrafo siempre la acompañó en todas sus luchas y sueños, a los que nos incorporó a todos las que la rodeamos con cariño, respeto y admiración.

Recibida con honores en la Federación Sindical Mundial, fundó el Comité de Solidaridad Sindical con el pueblo de Chile que realizó una intensa labor de apoyo político, financiamiento y difusión de los acontecimientos en Chile.

Quiso volver varias veces clandestinamente hasta que le resultó y se convirtió otra vez en líder y referente de la izquierda chilena contra el fascismo.

Miembro del comité central y de la comisión política del PC jugó importantes roles en la oposición a los gobiernos de la Concertación, así como en el apoyo a la Nueva Mayoría que colaboró con la presidenta Michelle Bachelet.

Alejada de la política por razones de salud, se mantuvo inclaudicable y consecuente junto a los trabajadores y el pueblo, entusiasta con la lucha feminista y el estallido social de octubre de 2019, seguía con entusiasmo e interés el proceso constitucional todavía en marcha, rechazando los furibundos ataques de la derecha y el empresariado contra el nuevo pacto social que se avizora en el país. Estará presente en las luchas por un Chile nuevo, como siempre lo soñó.