HABLEMOS DE LA TELE. Soberbia y estulticia
Desafortunadamente revelan una industria audiovisual que se debate en crisis permanente y, en los tiempos que corren, exigen también una suerte de «refundación» como se demanda para otras instituciones privadas y públicas.
José Luis Córdova. Periodista. Santiago. 05/04/2022. Nuestros colegas de la televisión generalmente se obnubilan con el «éxito» al convertirse en «rostros» desde que algunos partieron como modestos «noteros» para transformarse paulatinamente en reporteros, lectores, conductores y hasta animadores en matinales, noticiarios y espacios de conversación.
Entre los que mantienen la mesura y responsalidad se encuentran profesionales como Gonzalo Ramírez, Ramón Ulloa, Carolina Urrejola, José Luis Repening, Carolina Escobar, Ángeles Araya y unos pocos más.
Otros se embriagaron con la popularidad y se exceden en sus auto elogíos hasta llegar a expresar, como hizo Mónica Rincón: «Formamos el mejor equipo periodístico de la televisión chilena», al despedirse del colega Daniel Matamala, al concluir la colaboración entre las empresas periodísticas CNN-CHV.
Asimismo, Constanza Santa María se superó en la parafernalia del espacio para la transmisión de los premios Oscar con una exclamación que retumbó en las redes sociales: «¡Linda la película!» al presentar el documental nacional animado «Bestia» de impecable factura y con un terrible mensaje de advertencia y acusación totalmente desprovistas de hermosura.
Mientras en el Canal Mega se realizan 7 despidos, sin pena ni gloria, entre ellos de un camarógrafo, el encargado de la Web, un operador de caracteres, periodistas y el productor de deportes de la estación televisiva.
Para no ser menos los hermanos Mocciatti no encontraron mejor alternativa que recurrir al INDH -a través de su abogado y consejero Branislav Marelic- para tratar de justificar legalmente el reemplazo de trabajadores en huelga, según denunciara el presidente del Sindicato de la Radio Bio Bio Radio, Nayarán Vila. No olvidar que Tomás Mocciati es también «rostro» de nuestra televisión.
Estas muestras de exceso de soberbia, estulticia, abusos e irregularidades de distinto tipo desafortunamente revelan una industria audiovisual que se debate en crisis permanente y, en los tiempos que corren, exigen también una suerte de «refundación» como se demanda para otras instituciones privadas y públicas.
Hemos saludado en estas mismas columna el nombramiento de la colega Faride Zerán a la cabeza del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) y esperamos que las designaciones pendientes para integrar la dirección ejecutiva de TVN y el directorio de nuestro único Canal «público», permitan avisorar un futuro promisorio para este medio de comunicación que va a la saga con las estaciones de mero carácter comercial.
Entre los múltiples factores considerados por expertos para explicar los niveles de violencia desatados en nuestra sociedad, los mensajes televisivos -a través de películas, series y también noticiarios- resaltan hasta la saciedad y con lujo de detalles los modus operandi de bandas, las actividades del crimen organizado, la delincuencia y el narco tráfico convirtiendo en la práctica a sus autores en protagonistas de programas de televisión como si se tratara de estrellas.
La aparición de estos personajes y la exaltación de sus procederes constituyen verdaderas «medallas» en el pecho de delincuentes que se ufanan de sus actuaciones ante las cámaras.
Sin censura previa ni protocolos abusivos o violadores de derechos humanos; ni de la presunción de inocencia, la actitud de los canales de televisión -dispuestos a todo en la competencia con el rating– son precisamente los profesionales de la información los llamados a impedir los excesos, la soberbia y la estulticia en el ejercicio del noble oficio de comunicar oportuna y verazmente para poder formar e informar a un país que vive un importante proceso de transformaciones de fondo.
Un Canal público de verdad, es decir al estilo de la BBC, la RAI, RTVE y hasta el vilipendiado TVP Canal 7 de Buenos Aires, podrían servir de modelos a seguir para garantizar una televisión pluralista, imparcial, más allá de las directrices de los gobiernos de turno que contribuya al nuevo pacto social que los chilenos exigimos en las calles y criticando a nuestros actuales canales y a la mayoría de sus «rostros».