“Los errores que cometió la centro izquierda en el gobierno y en la Convención, pasaron la cuenta”: Ana María Gazmuri

La reelecta diputada de Acción Humanista, haciendo un balance de la elección presidencial, dijo que “hay un ciclo político que se agota, una frustración acumulada con promesas incumplidas, y una sensación extendida de que el Estado no está llegando a tiempo ni con fuerza suficiente. El resultado expresa una demanda de orden, pero también un vacío de proyecto compartido que la derecha radical supo ocupar”. Apuntó que “nos faltó traducir mejor nuestras convicciones en respuestas simples, comprensibles y emocionalmente cercanas”. En esa línea y de cara a lo que viene para el progresismo y la izquierda, sostuvo que “no se trata solo de cambiar consignas, sino de revisar cómo nos vinculamos con la sociedad. Necesitamos un relato que vuelva a poner en el centro la vida cotidiana, sin relativizar el miedo, el endeudamiento o la inseguridad”. Sobre alertas ante el gobierno de la extrema derecha, señaló que “están en el uso del miedo como forma de gobierno, en la tentación de avanzar en políticas de seguridad que debiliten garantías básicas y en una lógica de polarización permanente” y planteó generar una oposición firme y democrática. Firme para defender sin ambigüedades los derechos humanos, las libertades y el Estado de derecho. Y democrática, porque no se combate a la derecha debilitando la institucionalidad”.

 Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 21/12/2025. ¿Muy dura la derrota, era lo esperable, qué les sorprendió?

Fue una derrota muy dura y hay que asumirla con humildad. Las señales de un escenario complejo estaban, pero la magnitud del margen terminó siendo el dato más contundente. Desde un inicio supimos que nos enfrentamos a una elección marcada por un contexto adverso y por errores acumulados en los últimos cuatro años que inevitablemente pasaron la cuenta. Ese desgaste no se explica por una candidatura, sino por un proceso político más largo y complejo. No fue una gran sorpresa, todas las encuestas apuntaban a una derrota, pero sí fue un momento doloroso.

Usted fue vocera del comando de Jeannette Jara. ¿Dónde situaría las debilidades y fortalezas de la campaña?

Me parece justo reconocer que Jeannette Jara estuvo a la altura. Corresponde reconocer su trabajo. La campaña fue buena, tuvo un rápido ascenso, más de 5 millones de personas confiaron en este proyecto democrático. Siempre hay cosas que se pueden mejorar, pero el resultado de la votación no es atribuible a Jara ni su campaña. Ahora bien, también es cierto que la campaña no logró conectar del todo con el Chile que hoy vive con miedo, con rabia y con urgencias muy inmediatas. Nos faltó traducir mejor nuestras convicciones en respuestas simples, comprensibles y emocionalmente cercanas para un electorado ampliado por el voto obligatorio, que no necesariamente comparte nuestros códigos ni nuestra historia política.

 ¿A estas alturas, cree que se acertó o falló el relato de campaña?

 Jara propuso medidas que parecían de sentido común, lógicas y que apuntaban directamente a entregar más oportunidades para jóvenes, trabajadores y mujeres, pero no todas pudieron conectar con la ciudadanía. Fue un relato honesto, pero no logró ordenar prioridades como la ciudadanía las estaba viviendo. Cuando la principal preocupación es la seguridad, el desorden y la incertidumbre económica, si no logras instalar una narrativa que combine transformación con control y protección, quedas hablando desde un lugar que se percibe lejano, aunque tengas razón en el fondo.

En lo más general, ¿qué hay detrás de este resultado?

 Hay que entender el resultado desde una mirada más amplia, sin simplificaciones injustas, pero es evidente que los errores que cometió la centro izquierda en el gobierno y en la Convención Constitucional, pasaron la cuenta. Hay un ciclo político que se agota, una frustración acumulada con promesas incumplidas, y una sensación extendida de que el Estado no está llegando a tiempo ni con fuerza suficiente. El resultado expresa una demanda de orden, pero también un vacío de proyecto compartido que la derecha radical supo ocupar.

 ¿Habrá que continuar sobre una coalición orgánica desde la DC al PC o seguir sólo un camino de alianza?

 No creo que haya una sola fórmula correcta. Es legítimo, e incluso sano, que los distintos proyectos políticos se desarrollen con identidad propia, con sus ritmos, sus énfasis y sus debates internos. Forzar una unidad artificial muchas veces termina debilitando más de lo que fortalece. Dicho eso, no podemos perder de vista que frente a una derecha autoritaria que avanza con fuerza, ningún sector por sí solo tiene la capacidad de contenerla. La diversidad de proyectos no puede transformarse en dispersión estratégica. Podremos caminar en carriles distintos, pero en los momentos decisivos tenemos que ser capaces de confluir, de coordinar fuerzas y de ofrecerle al país una mayoría política y social que defienda la democracia, los derechos y un Estado que proteja a las personas. La unidad no es un fin en sí mismo, es una condición para disputar el rumbo del país.

Necesidad de nuevo relato y nuevas propuestas

¿Hay un desafío de nuevo relato, de nuevas propuestas, de nuevas modalidades de trabajo desde el progresismo y la izquierda?

 Sí, y es un desafío profundo. No se trata solo de cambiar consignas, sino de revisar cómo nos vinculamos con la sociedad. Necesitamos un relato que vuelva a poner en el centro la vida cotidiana, sin relativizar el miedo, el endeudamiento o la inseguridad. También se requieren propuestas claras y eficaces en seguridad pública, que no reproduzcan lógicas autoritarias, y nuevas formas de hacer política, más territoriales, menos encapsuladas y más capaces de escuchar sin prejuicios.

 ¿Cómo ve ahora el posicionamiento de liderazgos? Se da una lista de nombres, la misma Jeannette Jara, Gabriel Boric, Tomás Vodanovic…

 Estamos en una etapa de reordenamiento. Los liderazgos no se resuelven por proclamación ni por listas cerradas. Jeannette Jara queda como una figura relevante del progresismo por haber asumido una candidatura en un momento difícil; el Presidente Boric entra en una fase de cierre de ciclo institucional; y otros nombres aparecen porque hay una búsqueda legítima de renovación, experiencia y amplitud. Pero sin un proyecto claro, ninguna figura por sí sola puede ordenar al sector.

 ¿Cómo caracterizará la oposición que hay que plantearle a José Antonio Kast?

 Debe ser una oposición firme y democrática. Firme para defender sin ambigüedades los derechos humanos, las libertades y el Estado de derecho. Y democrática, porque no se combate a la derecha debilitando la institucionalidad, ni renunciando a la política. De algo estoy segura: no seremos la oposición que ellos fueron, no vamos a rechazar proyectos que sean buenos para el país como ellos hicieron para perjudicar al gobierno del Presidente Boric. Vamos a ser una oposición con capacidad de propuesta, que no se limite a reaccionar, que marque límites claros a la derecha autoritaria y conecte con el sentido común de la sociedad.

¿Dónde están las alertas frente al gobierno que viene?

 Las alertas están en el uso del miedo como forma de gobierno, en la tentación de avanzar en políticas de seguridad que debiliten garantías básicas y en una lógica de polarización permanente. También hay alertas sociales y económicas: ajustes que pueden profundizar desigualdades y fragmentar aún más el tejido social. Frente a eso, el desafío del progresismo es volver a conectar con la gente, hacerse cargo de los miedos y problemas que hoy marcan la vida cotidiana -la seguridad, el trabajo, el endeudamiento- y estar presente donde esas tensiones se viven. Si no logramos reconstruir ese vínculo, el descontento va a seguir siendo canalizado por una derecha autoritaria que ofrece respuestas fáciles, pero que no resuelve los problemas de fondo.

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