Salir del asombro
Los representantes de la sociedad en el sistema político, salvo honrosas excepciones, parecen objeto de un tropismo originado por estos y no por una voluntad orientada a la consecución de un fin. En el mejor de los casos, los motiva una aspiración oportunista y superficial por la reforma del régimen político, que pasa por alto que son los que la promueven, los identificados por la sociedad, precisamente, como su principal obstáculo.
Hernán González. Profesor. Valparaíso. 1/2025. Comenzó el año 2025 con una importante noticia, que no es precisamente la del fin del sistema previsional heredado de Pinochet ni la del surgimiento de un movimiento de masas que ponga contra las cuerdas al odiado neoliberalismo. Menos épica; quizás más sórdida y en todo caso, más truculenta es la trama alrededor del juicio en que se sientan en el banquillo de los acusados connotados operadores, asesores financieros, corredores de la bolsa y abogados de la plaza, incluyendo por cierto al ya mítico Luis Hermosilla. Los hedores indisimulables ya afectan a diferentes protagonistas del sistema financiero quienes ya no pueden seguir disimulando su connivencia y la comunidad de intereses que representan.
Todo ello, ante la aparente indiferencia de la opinión pública, más preocupada según los medios, por la seguridad y la inflación. Los representantes de la sociedad en el sistema político, salvo honrosas excepciones, parecen objeto de un tropismo originado por estos y no por una voluntad orientada a la consecución de un fin. En el mejor de los casos, los motiva una aspiración oportunista y superficial por la reforma del régimen político, que pasa por alto que son los que la promueven, los identificados por la sociedad, precisamente, como su principal obstáculo.
En este sentido, resulta altamente sospechoso. Y más sospechosa aún, la aparente diversidad entre su crisis de legitimidad con la del sistema financiero envuelto en una trama de estafas y latrocinios presentados por la prensa del sistema como si fuera el guion de una serie de Netflix. No hay en este sentido una sola explicación racional del asunto y todo aparece envuelto con una apariencia de sentimentalismo, dudosa moralidad y efectismo que tienen como finalidad maximizar las ventas y la captura de audiencias, nunca la promoción de un debate acerca de sus causas y la sanción social, política y moral que debieran conllevar y recaer sobre sus responsables.
El escenario ideal para el surgimiento de discursos de odio; recetas simplonas; llamados al orden y demagogos como Millei, Trump, Bolsonaro o Bukele. Se coordinan internacionalmente; actúan en forma matonesca amenazando gobiernos, difamando, haciendo gala de la charlatanería más pedestre para difundir su recetario, mezcla de nacionalismo, privatización, individualismo y discriminaciones de diverso signo. Los multimillonarios que los financian y para quienes trabajan, intervienen directamente en política apoyando fascistas, admiradores de Hitler y Mussolini, ante una tolerancia escalofriante o una confusión del resto del espectro político que no acierta a reaccionar aún.
De ello ya se dan cuenta connotados representantes de la vieja guardia de la democracia de los acuerdos sin salir de su asombro. La derecha tradicional no solamente los tolera sino que los utiliza como última barrera de contención o simplemente sucumbe ante su incapacidad de ser una lo suficientemente eficiente, para terminar abdicando ante su prepotencia, el apoyo de los grandes capitales, la industria de la entretención masiva, las comunicaciones y la información. Por esa razón, su vieja receta de buscar un término medio, un centro inconcebible en estas circunstancias, basada en la defensa de los supuestamente más exitosos veinte o treinta años de nuestra vida republicana no conmueven a nadie excepto a ellos mismos, de lo que da cuenta la asombrosa -por lo extravagante- declaración del ex presidente Frei R.
La dignidad de Claudia Scheinbaum, Gustavo Petro; la consolidación del proceso bolivariano; el surgimiento de un mundo multipolar en el que el imperialismo representa en la actualidad la sola defensa de sus restos de antigua opulencia durante la globalización neoliberal obligada a refugiarse en un nacionalismo demagógico y reaccionario, son señales de que derrotar al fascismo es posible y necesario. Sin embargo, ello no será el resultado espontáneo o natural de la evolución de los puros hechos o de tendencias inevitables. Se requiere voluntad; audacia política, espíritu unitario, pero especialmente la convicción de que va a ser el resultado de una lucha con los reaccionarios. Ellos están dispuestos a sacrificar a gran parte de la humanidad si es necesario con tal de resguardar sus intereses.
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