No es locura. Es imperialismo en carne viva
La desesperación de Donald Trump y sus “asesores” lo llevó recientemente a publicar un sugerente documento que bien pudiera considerarse la extensión de aquellos de Santa Fe conocidos hace más de 4 décadas. Este nuevo Documento pomposamente se denomina “Estrategia de Seguridad Nacional. NSS” y proclama continuidad, ruptura y redefinición de un rumbo en la política general de los Estados Unidos. Y se orienta a “justificar” y explican la “nueva política para las Américas” y por eso emula a James Monroe, aquel de 1823, al extremo que la llaman Don-Monroe, para enhebrar a Donald Trump con James Monroe, considerando a ambos “genios de la política imperial”.
Gustavo Espinoza M. Periodista. Lima. 23/12/2025. Es fácil adjudicar el accionar de Donald Trump a una expresión de locura, a demencia senil o a un “desarreglo de azotea”. Pero no es nada de eso. El presidente de los Estados Unidos no ha perdido la razón. Simplemente aplica la política imperial cuando afronta su más claro reto de supervivencia.
Cuando se quebró la Unión Soviética en 1991, en Washington soñaron despiertos y proclamaron con euforia inusitada el fin de la historia. Dieron por concluida la III Guerra Mundial precisando que se había denominado “guerra fría” y que los seguidores de George Washington habían vencido. Estados Unidos era, entonces, dueño del universo. la primera y única Potencia Mundial.
Le llamaron a ese “nuevo periodo”, el triunfo de la Unipolaridad y aseguraron que nadie podría discutir en los próximos 100 años la hegemonía del país más poderoso de América. Para ellos, la Casa Blanca pasó a ser el símbolo del poder en el planeta cuando no la expresión de un mandato universal ineludible e indeclinable.
30 años después la vida demostró a los áulicos del Imperio, que se habían equivocado, que las cosas no eran como habían creído, y que si la URSS se había quebrado, no había perdido su esencia: la lucha por la dignidad humana. La bandera de la justicia, que no era patrimonio exclusivo de ningún país, asomó entonces como estandarte de los pueblos en diversos rincones de la tierra.
Y hoy bien puede hablarse de una multipolaridad que refleja el sentido universal de la voluntad humana. El Socialismo sigue flameando como bandera victoriosa en diversos continentes, pero a su lado asoma como antes y con mayor fuerza el movimiento nacional liberador africano, el proceso emancipador latinoamericano, la pujante fuerza de Asia en lucha y, de modo general, el empuje de los pueblos que libran batallas por doquier desafiando siempre la oprobiosa política de dominación del Imperio. Y tofo ello, en el marco de una Europa occidental desorientada que tambalea y hace agua por todos lados.
En los años 80, cundo Estados Unidos luego de su derrota en Vietnam iniciaba un lento camino de descomposición, los estrategas del Imperio idearon sesudos documentos que llamaron Santa Fe I y II. En ellos, sustentaron la necesidad de recuperar el aliento dando fuerza predominante a las Grandes Corporaciones y haciendo frente, con las armas en la mano, a todos los procesos nacional liberadores que asomaran en el mundo. Fueron esas las teorías que les permitieron llegar al fin del siglo con la esperanza de una recuperación de su papel hegemónico. Pero hoy retornan a mirar su propio mundo y se dan cuenta que están otra vez al borde del acantilado. Por eso, caen en la desesperanza.
Es desesperación, entonces, y no locura, lo que mueve hoy a los voceros del Pentágono y a los exponentes del Complejo Militar-Industrial de los Estados Unidos que se dan cuenta del peligro que les acecha. Como si hubiesen despertado de un prolongado letargo, hoy abren los ojos y se dan cuenta que tienen frente a si a los países más poderosos de la tierra: China, Rusia, la India; y que en cada continente asoman fenómenos absolutamente incontrolables.
En Asia están perdiendo el control de los Emiratos Árabes y Arabia Saudita les da la espalda; no pueden neutralizar el desarrollo impetuoso de un Vietnam Socialista, ni detener el fortalecimiento económico y militar de la RDP de Corea. Tampoco controlar Irán, ni de Yemen, aunque amenacen a todos con la política genocida de la camarilla sionista de Israel.
En África tampoco están en capacidad de neutralizar la influencia creciente de la patria de Mandela, ni impedir que en varios países caigan regímenes adictos al Imperio y asomen con fuerza movimiento de orden patriótico y liberador en diversos países en los que tambalea el dominio de los “amigos” de la Casa Blanca.
Y América Latina sabe que tiene que librar una batalla decisiva, no sólo porque para el Patrón del Norte el continente americano tiene que seguir siendo el granero de riquezas que ellos necesitan; sino también el Patio Trasero por el que asoman fuerzas y corrientes que no pueden controlar. Por eso recurren a todo y ahora impulsan en estas tierras un proceso de fascistización que sin embargo no los llevará a la victoria. Y es que América Latina no está sola. Pero además cuenta con pueblos que se movilizan activamente.
La desesperación de Donald Trump y sus “asesores” lo llevó recientemente a publicar un sugerente documento que bien pudiera considerarse la extensión de aquellos de Santa Fe conocidos hace más de 4 décadas. Este nuevo Documento pomposamente se denomina “Estrategia de Seguridad Nacional. NSS” y proclama continuidad, ruptura y redefinición de un rumbo en la política general de los Estados Unidos. Y se orienta a “justificar” y explican la “nueva política para las Américas” y por eso emula a James Monroe, aquel de 1823, al extremo que la llaman Don-Monroe, para enhebrar a Donald Trump con James Monroe, considerando a ambos “genios de la política imperial”.
En su contenido, recoge lo que podría suponerse son sus principales direcciones de trabajo, que se sintetizan del modo siguiente:
Revisión de la Doctrina Monroe para asegurar el predominio de los Estados Unidos en el hemisferio Occidental tanto en el plano militar como política y económica, en beneficio directo de las Grandes Corporaciones
Considerar América Latina como prioridad hemisférica, actualmente amenazada por la migración. el narcotráfico y el surgimiento de fuerzas hostiles que ponen en riesgo la estabilidad de las inversiones estadunidenses, y
Asegurar un mayor control sobre la región para garantizar la seguridad de las inversiones de las Grandes Corporaciones Norteamericanas
En ese marco se sustenta la idea que estas orientaciones deben ser firmemente apoyadas y respaldas por todo el Poder de ese país en toda su esfera de dominación económica. política y militar; que el esfuerzo de las representaciones diplomáticas de Estados Unidos en el exterior debe centrarse en fortalecer en todos los países las inversiones de estas Corporaciones; y se sostiene que la política exterior de los Estados Unidos debe supeditar a los intereses de estas grandes empresas, todos los acuerdos económicos y comerciales que pueda mantener con los otros países.
En resumen, se recurre al “Nearshoring”, una táctica clásicamente empresarial, para imponer un giro diplomático en el que lo que vale es la fuerza de las armas y la voluntad del Imperio.
En suma, el Poder concentrado del Gran Capital, en la punta de los misiles del país “más poderoso del mundo” no para promover el progreso de la humanidad ni el desarrollo de los pueblos, sino apenas los negocios de las Grandes Corporaciones. Esa idea lleva a Donald Trump a proclamar que el petróleo, los minerales y las tierras de Venezuela “le fueron robadas” a los Estados Unidos,
Luego añadirá por cierto a las de otros países, que proclamará suyas, y a las que sumará sin duda, a las personas que en ellos habitan y a los que busca sumar como esclavos rememorando relatos infantiles como “la cabaña del tío Tom”.
Claro que el tema tiene sus límites. Una cosa son los sueños, y otra la realidad. Cuando ella toca la puerta, el señor Trump “arruga”, como pudo demostrarse la noche del pasado 17 de noviembre cuando ante el Congreso USA habló de todo, menos de la candela que le quema el rostro.
Como se dijo antes, el imperialismo es un tigre de papel, aunque ciertamente, aún tiene colmillos nucleares.
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