HABLEMOS DE LA TELE. TV, tras la primera vuelta

En las franjas y debates, ningún candidato logró explayarse sobre temas concretos, propuestas específicas ni siquiera para plantear ofertas creíbles o aceptables para una teleaudiencia ya habituada a mensajes audiovisuales casuísticos sin mayores niveles de convencimiento ni aceptación. Es más, ni siquiera quedaba claro el partido o alianza a que pertenecían determinados postulantes, ¿deliberada o involuntariamente?

José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 20/11/2025. Vale la pena analizar crítica y autocríticamente el comportamiento de los medios de comunicación ante la reciente campaña electoral presidencial en primera vuelta. Sobre todo, la televisión -especialmente con la franja y los debates- deberían constituir hitos importantes en la carrera de los postulantes a La Moneda.

Todo indica que la franja electoral, tal como fue concebida en la década de los ‘90 ha perdido eficacia y es ampliamente superada mediante otros recursos audiovisuales contemporáneos como son los podcasts, streaming, trolls, bots y otras plataformas en redes sociales.

No solo los tiempos de exhibición sino los contenidos no cumplieron los objetivos publicitarios para los que fueron creados y meramente se sumaron a las estéticas gráficas de lienzos, palomitas y banderolas del pasado llevadas a la pantalla sin demasiada originalidad, en forma tan fugaz como intrascendente.

Ningún candidato logró explayarse sobre temas concretos, propuestas específicas ni siquiera para plantear ofertas creíbles o aceptables para una teleaudiencia ya habituada a mensajes audiovisuales casuísticos sin mayores niveles de convencimiento ni aceptación. Es más, ni siquiera quedaba claro el partido o alianza a que pertenecían determinados postulantes, ¿deliberada o involuntariamente?

Respecto a los debates políticos, el rol de periodistas y animadores encargados de conducirlos desató permanentes polémicas por el exceso de protagonismo de estos personajes que asumen el papel de críticos, desafiando a los entrevistados, debatiendo directamente con los interlocutores, revelando impunemente sus propias posiciones políticas. Se convierten en escenas de los matinales, discusiones bizantinas o entredichos entre los “profesionales” de la comunicación abiertamente contra determinados dirigentes o postulantes a cargos de representación popular.

Los canales de televisión, a través de sus líneas editoriales no ocultan sus preferencias, sus ideologías, ni menos la sujeción a las pautas publicitarias que les dictan los más poderosos auspiciadores de la banca, administradoras de fondos, empresas de seguros, transnacionales y retails. Ni siquiera Televisión Nacional -el único “canal público” en nuestro país- escapa a la voracidad del mercado y se ve obligado a someterse a las reglas del consumo, la oferta y la demanda.

El sector progresista, popular, de izquierda corre con desventajas en medio de campañas multimillonarias de agentes privados que las financian y plantean firmes exigencias de carácter ideológico, así como también objeciones con tintes valóricos, pero finalmente confesionales, religiosos y morales dignas de siglos pasados.

La televisión chilena -y la mayoría de los medios de comunicación hegemónicos- excluyen y se autocensuran ante temas como el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario y otros avances civilizatorios resistidos por anteriores generaciones.

Al iniciarse la segunda vuelta presidencial o balotaje, la teleaudiencia tiene el deber de exigir mayor ecuanimidad, responsabilidad y respeto a las opiniones diversas, sólo objetando excesos neofascistas o negacionistas y antidemocráticos de sectores de la reacción, el gran empresariado y la derecha en nuestro país todavía libre y soberano, cualidades que deben protegerse y defenderse ante evidentes amenazas autoritarias tras la reciente primera vuelta presidencial.

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