Elecciones en Chile y América Latina

La intención de un imperialismo decadente de sostener algún nivel respetable de influencia en el marco de un nuevo orden mundial multipolar, el surgimiento del Sur Global y el desplazamiento de su hegemonía hacia oriente lo obligan a asegurar su “patio trasero”. La elección del próximo gobierno en Chile puede resultar determinante para definir la dirección que vaya a tener la política del continente. Seguir atado a los intereses de un imperialismo exánime que sólo sobrevive gracias a su poderío militar o integrarse a la ola democratizadora del orden mundial, uno que puja por relaciones más horizontales entre las naciones, especialmente entre las del norte y el sur; más respetuoso de la diversidad biológica, cultural y étnica del mundo que habitamos y compartimos, de la democracia, la soberanía de los pueblos y el respeto por los derechos humanos.

Hernán González. Profesor. Valparaíso. 17/9/2025. Las elecciones chilenas tienen también un significado importante para el resto de los pueblos de América Latina en lo que tiene que ver con su relación con el nuevo orden mundial que se abre paso, significado que hasta ahora está determinado por la Doctrina Monroe.

La Doctrina Monroe ya tiene doscientos años y parece más vigente que nunca. En el momento de ser enunciada por el Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, ante el Congreso de su país en 1823, se trataba de advertir a las potencias europeas recién expulsadas de suelo americano, que un ataque a cualquiera de sus jóvenes repúblicas, sería considerada una agresión a su país. De esa manera, notificaba al mundo su consideración del continente como una zona de su exclusiva influencia, lo que se expresaría posteriormente en la conocida afirmación de Latinoamérica como su “patio trasero”.

Intervenciones militares directas, apropiación de recursos naturales de la zona a través de empresas transnacionales, usando una diplomacia injerencista capaz de doblegar gobiernos, parlamentos y burocracias nacionales y extorsión económica por medio de condiciones de intercambio desigual, son características de esta política. En la versión de Donald Trump, mediante el uso de los aranceles, después de décadas de prédica sobre el libre comercio como una demostración de la supuesta igualdad de las naciones en el mercado internacional. Retórica que éste viene a desenmascarar como lo que realmente es, pura ideología.

Actualmente, Estados Unidos tiene barcos de guerra en las costas venezolanas que incluso ya han actuado, en un caso supuestamente para hundir una pequeña embarcación que habría llevado drogas, sin presentar ninguna prueba de ello, y ahora invadiendo una embarcación pesquera. También aumentando los aranceles a México, Colombia y Brasil. No hay que ser muy suspicaz para suponer que esto, tal como el emplazamiento de sus barcos de guerra, no tiene otras motivaciones que no sean políticas.

Todo ello es manifestación del resurgimiento desembozado de la Doctrina Monroe en su versión más original. La intención de un imperialismo decadente de sostener algún nivel respetable de influencia en el marco de un nuevo orden mundial multipolar, el surgimiento del Sur Global y el desplazamiento de su hegemonía hacia oriente lo obligan a asegurar su “patio trasero”, por lo cual cada centímetro de territorio, de poder político y económico está en disputa. Expresión de esta son las ultraderechas, tanto en América como en una Europa que vive entre la subordinación y sus “restos de antigua opulencia”.

La soberanía de nuestras naciones, la democracia y la diversidad cultural y étnica de nuestras tierras está en juego. No es solamente la tan cacareada “alternancia en el poder” lo que se expresaría en estas elecciones. La ultraderecha, descendiente de esperpentos como Mussolini, Franco, Hitler y Pinochet son apenas unos peones de capitales financieros aferrados a una obsoleta institucionalidad que defiende con uñas y dientes.

La debacle de Milei en Argentina, pese a todas las ayudas del FMI, la prisión de Bolsonaro por golpista, la consolidación de la IV República en México, así como la tenaz resistencia del pueblo de Cuba a un bloqueo justificado sólo por el gobierno de los Estados Unidos, así como del proceso venezolano al que una oposición mendaz y torpe no ha podido hacer mella, preocupan a gobernantes y magnates norteamericanos que ven cómo su patio trasero no obedece a sus planes.

La elección del próximo gobierno en Chile puede resultar determinante para definir la dirección que vaya a tener la política del continente. Seguir atado a los intereses de un imperialismo exánime que sólo sobrevive gracias a su poderío militar o integrarse a la ola democratizadora del orden mundial, uno que puja por relaciones más horizontales entre las naciones, especialmente entre las del norte y el sur; más respetuoso de la diversidad biológica, cultural y étnica del mundo que habitamos y compartimos, de la democracia, la soberanía de los pueblos y el respeto por los derechos humanos.

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