La necesidad de la memoria en una coyuntura sensible

La distorsión de la verdad líquida en redes sociales, tiene su contrapunto justamente en lo análogo, en lo que viene del papel y el significado real, así como de los documentos digitales de instituciones serias depositarias del conocimiento acumulado históricamente. El preservar la cultura, así como la memoria es nuestro deber en tiempos donde la verdad y la mentira se mezclan de forma desequilibrada, donde la mentira se ha convertido en un negocio financiable, como es el caso de las granjas de bots.
María Angélica Rojas Lizama. Máster en Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales, Jurídicas y Humanidades, mención Historia y Patrimonio de la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Bibliotecaria documentalista UTEM. José Fernández Pérez. Bibliotecario Documentalista UTEM. Máster en Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales, Jurídicas y Humanidades, mención Historia y Patrimonio de la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Ariadna Biotti Silva. Doctora en Historia. Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París- Universidad de Chile. Santiago. 9/2025. El escenario político actual está marcado por profundas diferencias que demuestran lo significativo que es el debate sobre el golpe de Estado. En el sector conservador las declaraciones han sido particularmente elocuentes: Johannes Kayer sostuvo que “se fusiló poco”; Evelyn Matthei justificó los asesinatos y desapariciones señalando que eran “inevitables”; José Antonio Kast- quien en su juventud respaldó abiertamente la dictadura- afirmó que “si Pinochet estuviera vivo votaria por mi”; y Franco Parisi en tono ambiguo y crítico reconoció: “Hubo dictadura, pero estamos pegados y así ganan ellos, los ‘fachos y comunachos’”. Mientras que a la izquierda la candidata Jeannette Jara y los candidatos Eduardo Artés y Marcos Enriquez- Omimami han condenado con claridad lo ocurrido, reafirmando la necesidad de memoria histórica. Nos encontramos en una coyuntura crítica tanto a nivel nacional e internacional donde lo que se avizora es la consolidación de una ola fascista y totalitaria que busca conducirnos hacia una nueva etapa de desarrollo de un capitalismo extremo donde los retrocesos en derechos y la desinformación son elementos centrales.
En esta oleada retardataria sostenemos aquí que la cultura juega un rol fundamental, ya que cumple un rol central en las disputas de sentido por el pasado, el patrimonio, la información y las memorias que estamos enfrentando.
En un contexto mundial de reorganización ultraconservadora, no podemos dejar de lado el impacto que las redes sociales han generado en la forma como percibimos el mundo, como nos ha acortado los tiempos de respuesta en cuanto a la comunicación, lo que se intensificó a una nueva escala durante la pandemia Covid-19. Pues bien, este cambio no produjo solo hechos positivos, sino también trajo aparejado el uso de esta herramienta para el control de la escena pública.
El Brexit el año 2016, la campaña presidencial de Donald Trump el 2018, elecciones en las que se conoció posteriormente el uso de las IA para generar perfiles de votantes por medio de empresas de test en Facebook, Cambridge Analytica por ejemplo, nos hace vulnerables ante el poder de empresas o data brokers ávidos de recopilar nuestros datos y venderlos. Luego de obtener nuestros perfiles, la segunda parte es, una vez conocidas nuestras emociones, atizarlas y confundirnos. Mantenernos en un estado de alerta antes videos o noticias de alto contenido sin fuentes claras, logrando así miedo y también consumismo por ansiedad. Ante esto no resulta extraño la proliferación de discursos de odio nacidos dentro de este “descontrol”, información distorsionada y anonimato.
Frente a este escenario de manipulación de la información que nos llega como usuarios, y tras el aislamiento social e individualismo aún más exacerbado que produjo la pandemia, las instituciones culturales y la memoria juegan un rol muy relevante. Manipulación que pudimos constatar con el triunfo del “Rechazo” en el proceso constituyente que denigró a los convencionales y terminó con la gente repitiendo que le “iban a quitar su casa”, “con mi plata no”, “rechazar para reformar”, “no voy a poder heredar” entre otras falsedades que se viralizaron por medio de tiktok, whatssap, instagram, facebook, twitter, juegos en línea entre otros.
Ante esto podemos invocar a que los lugares históricos depositarios del resguardo de la memoria y en parte el derecho a la verdad de los países son las bibliotecas, archivos, museos y centros de documentación. En estas instituciones podemos constatar la vida de las naciones y estados en cuanto, no solo a sus logros, sino también a sus vicisitudes, como una forma de registro y boceto a veces de la barbarie. Los portales en la web como Ley Fácil de la Biblioteca del Congreso, Memoria Chilena, Biblioteca Nacional Digital, los catálogos del Archivo Nacional, entre otros, se contraponen a la falsedad, inexactitud o contenido basura que lamentablemente prolifera en internet, como una especie de salvaguardas para las personas respecto a su derecho a la información.
En Chile además tenemos también los informes de nuestras comisiones de verdad que nos resuenan en la memoria y son un dique contra el negacionismo: El informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (CNVR) que reconoce la existencias de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos con Pinochet aún como General en Jefe del Ejército, el Informe de la Informe de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) que retoma casos no calificados encontrando nuevas evidencias, Informe de la Comisión Nacional sobre Política y Tortura CNPPT (Valech) que reconoce la tortura, todos ellos relatan hechos ocurridos que significaron la calificación de estas personas como víctimas del Estado chileno. En los Archivos también podemos encontrar documentos del periodo dictatorial, que nos permiten contrastar la verdad evidente, con las formas burocráticas de enmascararla desde instituciones del Estado, así como con posterioridad también en algunos casos reconocerla.
La distorsión de la verdad líquida en redes sociales, tiene su contrapunto justamente en lo análogo, en lo que viene del papel y el significado real, así como de los documentos digitales de instituciones serias depositarias del conocimiento acumulado históricamente. El preservar la cultura, así como la memoria es nuestro deber en tiempos donde la verdad y la mentira se mezclan de forma desequilibrada, donde la mentira se ha convertido en un negocio financiable, como es el caso de las granjas de bots.
¿Dónde queda nuestra memoria y nuestra historia?
Lo ocurrido con los bots y trolls del candidato chileno ultraconservador nos muestra los peligros reales hacia nuestra democracia: la posibilidad de ser gobernados por personas con poder económico capaces de financiar empresas de bots y trolls, modelando el imaginario y cambiando es espacio público a ideas retrógradas o sin evidencia científica, un olvido programado de nuestra historia y memoria. Los derechos humanos, surgidos del reconocimiento de la barbarie tras los Juicios de Núremberg, hacia criminales nazis que eran oficiales de alto rango, parecen haber quedado en igualdad ante argumentos negacionistas. En este sentido es necesario proteger uno de los pilares de la democracia que es el derecho a la información ya la verdad. No es posible omitir nuestra propia historia por intereses económicos capaces de manipular, por medio de las emociones y olvidar nuestro desarrollo histórico en virtud de un negacionismo con nuevos bríos. Si revisamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Artículo 27 indica sobre cultura lo siguiente: “1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten (…).”
Ante la importancia de las instituciones culturales mencionadas anteriormente, es necesario también visibilizar la fragilidad en que se encuentran. Lamentablemente el sector cultural sigue sin ser prioridad en la agenda pública hegemonizada por un pensamiento antiderechos y que crea un nuevo enemigo interno encarnado en las temáticas sobre derechos humanos, género y diversidades, pueblos originarios, migrantes. Sigue pendiente que el sector cultura llegue al 1% del presupuesto nacional. Así mismo siguen en tramitación la Ley de Patrimonio y la Ley de Archivos, está última la cual también incluye la derogación de la Ley 18.771 que impide la transferencia de los archivos de defensa y de FFAA y de orden y seguridad al Archivo Nacional. Es necesario entender que si continuamos en esta vorágine negacionista de ceder en hechos comprobados estamos abriendo la puerta para futuras catástrofes en relación a los derechos humanos, como es lo que estamos viendo en Gaza con el asesinato de niños palestinos, estamos restrocediendo innegablemente en cuanto al respeto por la vida, cayendo en una constante y profunda degradación humana.
El incremento de la figura de Pinochet y esta “salida” al espacio público de la validación de violaciones a derechos humanos, que han sido comprobadas por la justicia desde hace años, es un acto que debería llamarnos a la reflexión. Cuando pensamos en que hablamos de niños, mujeres embarazadas, jóvenes, estudiantes, adultos y adultos mayores entre quienes fueron cruelmente torturados y asesinados, algunos encontrados tras años de búsqueda de sus familiares, otros cerca de los dos mil que aún nos faltan y tanta justicia que llega tarde, ahora además se ve obstaculizada por esta oleada de desinformación, manipulación que es necesario desactivar. Esto es de suma importancia, y es deber de los sectores progresistas hacerse parte del fortalecimiento de los pilares de la información veraz, así como el avance de la verdad en términos de justicia a 52 años del golpe civil-militar.
¿Qué podemos hacer ante este escenario?
Es perentorio que el Estado chileno asuma la necesidad de robustecer el Sistema Nacional de Archivos mediante la tramitación de la Ley de Archivos, que ya ha estado un período excesivo en su tramitación legislativa para lo que son las leyes que provienen desde el “sector cultura”. Ello ayudaría a fortalecer el marco institucional que durante gran parte del siglo XX estuvo sostenido por el DFL 5.200 de 1929 y la posterior ley 21.045. Y es que los archivos son importantes no sólo para sus usos respecto al pasado, sino para el acceso a la información en el presente, ya que sin información, las sociedades se vuelven vulnerables.
La Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas ¿es suficiente?
En 1993 se promulgó la Ley 19.227 que creó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura y el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, que son organismos que funcionan para asignar recursos por medio de fondos concursables. Según la página de cultura el año 2022 “luego de un proceso colaborativo de levantamiento de las necesidades del sector, se integra en este nuevo ciclo a las bibliotecas como organizaciones claves en el desarrollo cultural y social de los territorios” y se genera una Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas, pero ¿cuánto de ello realmente está teniendo un impacto efectivo? existe un claro reconocimiento de la importancia del libro, la lectura y las bibliotecas como factores dentro de los territorios, pero como es el apoyo efectivo a los trabajadores de bibliotecas en cuanto a la realización de un buen fomento lector? ¿cuanto es el presupuesto para promover la investigación, resguardar el ecosistema de la lectura, favorecer el desarrollo de la creación? la misma política Nacional de la lectura, el libro y las bibliotecas comienza indicando “sabemos que los indicadores de la lectura en nuestro país no son buenos”, pero ¿qué estamos haciendo? ¿Por qué estamos dejando que la fuente principal de información sea Tik Tok?
Estas reflexiones nos convocan a pensar en la centralidad de la cultura, porque sin memoria no es posible comprender nuestro presente y menos aún proyectar el futuro que queremos para todas/os/es.
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