11/9. El lacerante episodio del Liceo Manuel de Salas

Días después del golpe de Estado de 1973, alumnas y alumnos del LMS retornaron a clases. Decenas de ellas y ellos llevaban una tristeza profunda, una incertidumbre angustiante, una incomprensión latente. Eran hijas e hijos de padres, madres y familiares asesinados, detenidos desaparecidos, encarcelados, perseguidos. Al entrar, el liceo estaba tomado por soldados, fueron obligados a escuchar la arenga golpista de un oficial militar y entonar la estrofa de los “valientes soldados” que en esos días habían matado, torturado, desaparecido y encarcelado a decenas de sus familiares. Entre ellas y ellos estaban las hijas e hijos de Víctor Jara y Enrique París y el hermano de Littré Quiroga. Once manuelsalinas y manuelsalinos integran lista de ejecutados y detenidos desaparecidos. Los relatos de dignidad y valentía de esas y esos estudiantes y los primeros brotes de resistencia.
Hugo Guzmán Rambaldi. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 11/9/2025. A pocos días del golpe de Estado del martes 11 de septiembre de 1973, alumnas y alumnos del Liceo Manuel de Salas retornaron a clases.
Aquel día comenzaron a cruzar la reja de acceso en calle Brown Norte 105. Decenas de ellas y ellos llevaban una tristeza profunda, una incertidumbre angustiante, una incomprensión latente. Eran hijas e hijos de padres, madres y familiares asesinados, detenidos desaparecidos, encarcelados, perseguidos.
Estaban viviendo los momentos más traumatizantes y dolorosos provocados por los militares y carabineros golpistas.
Al entrar, el liceo estaba tomado por soldados y oficiales del Ejército. “Y ahí estaban, en el patio de entrada del liceo, con sus fusiles, sus cascos, sus botas, sus uniformes verdes de guerra, sus brazaletes con tortuguitas naranja”, contó una exalumna.
Todas y todos los estudiantes recibieron la orden de dirigirse al Aula Magna del establecimiento. Allí fueron obligados a escuchar la arenga golpista de un oficial militar y descubrieron que el himno nacional contenía otra estrofa que jamás habían entonado. La de los “valientes soldados” que en esos días habían matado, torturado, desaparecido y encarcelado a decenas de sus familiares.
Varias y varios recuerdan que ante la obligación de cantar la última estrofa, “sólo movíamos la boca”, aunque “se nos acercaba el director militar, Alfredo Gómez-Lobo Guevara, aviador retirado, y nos iba poniendo oreja para verificar si estábamos cantando”.
Exalumnas y exalumnos indicaron que se pensó, en horas de la mañana de ese martes, tomarse el liceo, protegerlo, como el 29 de junio de ese año, en el “tanquetazo”, aquel intento golpista que fue parado por la acción del Presidente Salvador Allende, del general Carlos Prats y el pueblo que se movilizó masivamente.
Ese día, cientos de manuelsalinas y manuelsalinos ocuparon el liceo y luego se desplegaron en una marcha por avenida Irarrázaval hacia el centro, sumándose estudiantes de otros liceos, en actitud de defensa del gobierno del Presidente Allende y del proceso popular en marcha.
Pero la idea de repetir aquello se fue desechando al ver la magnitud de los hechos e irse comprobando durante la mañana que prácticamente todas las ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros estaban sumados a derrocar al gobierno.
En todo caso, algunas y algunos, militantes de las Juventudes Comunistas, de las Juventudes Socialistas y de la Federación de Estudiantes Revolucionarios, se fueron a unas casas para permanecer agrupados, coordinados y ver qué hacer en lo que venía. Entre el 12 y el 14 de septiembre terminaron replegados.
Hijas, hijos, de asesinados, desaparecidos y perseguidos
Desde ese martes 11 de septiembre se desencadenó una terrible tragedia para decenas de alumnas y alumnos del Liceo Manuel de Salas. Algo indescriptible pensando que eran niñas y niños, muchachas y muchachos, cuyos padres y cuyas madres simplemente eran profesionales y militantes de una causa libertaria, social, cultural.
Ahí estaban Manuela y Amanda -la “Mandi”-, hijas de Víctor Jara y Joan Jara, y Hugo Quiroga, hermano de Littré Quiroga, los tres hermanados en el vil asesinato de su padre, ellas, y de su hermano, él. Estaban Kena y Poli, hijos del médico Enrique Paris, arrestado en La Moneda, asesinado y hecho desaparecer. Pepe y Andrés, hijos del ministro José Cademartori; Pipo, hija del arquitecto Miguel Lawner; los hermanos Requena, hijas e hijos del doctor Mariano Requena; las hijas del conductor de radio y televisión, Sergio Silva; la hija del doctor Arturo Jirón, uno de los médicos del Presidente Allende; Tita Parra, hija de Isabel Parra; las hijas del agrónomo Hugo Díaz, vicepresidente de la CORA. Todos y todas sufriendo el arresto y persecución de sus padres, sus madres y otros familiares.
Hubo, por cierto, muchas y muchos más estudiantes manuelsalinos que vivieron la prisión, la persecución y el exilio de sus familiares. No todo terminó esos días de septiembre de 1973. Los casos de María Luisa y Pablo, cuyo padre, Fernando Ortíz, era buscado, pasó a la clandestinidad, para ser detenido y ejecutado tres años después, y de Isolda y Lucy, hijas de Mario Zamorano, también detenido desaparecido en 1976 después de años de clandestinidad.
María Paz Miranda, exalumna, relató que en esos días de septiembre de 1973 “comienzan a venirse horribles noticias. Mataron al papá del Poli, compañero del curso de al lado, en el Tacna parece, se quedó en La Moneda junto al Presidente y se lo llevaron desde ahí. También al hermano del negro Quiroga, asesinado en el Estadio Chile. La Manu, hija de Víctor Jara, la veo en el recreo caminando sola, triste, cabizbaja, la mirada perdida al suelo, querrá estar sin nadie a su lado pienso, con su pena infinita. Su padre ha sido asesinado en el Estadio Chile, mutilado. Nadie se acerca. Se respeta su duelo. Gonzalo Rovira, mi compañero desde kínder, mi amigo no ha vuelto a clases, parece que se tuvo que ir fuera de Chile, con su familia. Y al papá de la Pipo (Alicia Lawner) que junto a muchos se lo llevaron lejos, a Dawson. Al papá del Pepe Cademartori también, y al de la Paty Jirón. La tristeza y el miedo van creciendo. Mi amiga del alma, la Esperanza, debió partir fuera de Chile con su familia, a su padre, Sergio Silva, lo han echado de la pega, del Canal 7. Al papá de mi amiga Paty Requena, el doctor Requena, se lo llevaron desde el Hospital Barros Luco detenido al Estadio Nacional y de ahí al Chacabuco”.
Hugo Quiroga, hermano de Littré, narró que este se había dirigido a su lugar de trabajo en la Dirección General del Servicio de Prisiones, donde era el director, cumpliendo con la instrucción dada por el Partido Comunista de ir a los lugares de trabajo. Fue detenido y luego asesinado. “Durante ese día, él escribió cartas a sus seres queridos, las que aún guardo como un tesoro invaluable” dijo Quiroga. Contó sobre el texto de una de ellas: “Silvia. Nuevamente te escribo. Son las 5:30 de la tarde. El compañero Allende ha muerto y debemos pasar a una nueva etapa en la lucha del pueblo. Sé que tu tremenda fortaleza te permitirá salir adelante Cuida a los niñitos y la dignidad de nuestro hogar”.
En esos meses se sucedieron duros episodios al interior del liceo, como cuando fue detenido un numeroso grupo de profesoras y profesores y sometidos a un trato humillante y amenazante. El exalumno Marcelo Castillo recordó que fueron detenidos varios estudiantes y algunos de ellos llevados al Regimiento de Telecomunicaciones.
Años posteriores continúo la persecución de alumnas y alumnos de distintos grados de escolaridad, con acciones irracionales y desproporcionadas, como ser expulsados del liceo atendiendo su condición de opositores o posibles opositores a la dictadura o que sus padres y madres lo fueran.
Actuando con dignidad y valentía
El caso del Manuel de Salas debe ser uno de los más elocuentes y lacerantes en cuanto a estudiantes cuyos padres sufrieron las más enconadas acciones criminales de oficiales, suboficiales y soldados de las Fuerzas Armadas y personal de Carabineros en los primeros días de la asonada golpista.
Recibieron la solidaridad y el cariño de compañeras y compañeros de colegio, de muchas y muchos profesores. También la hostilidad y la amenaza de otros alumnos y varios profesores que, por lo demás, ya colaboraban con los militares.
Muchos testimonios señalaron que todas y todos esos alumnos tuvieron durante esos meses finales de 1973 una actitud de dignidad y valentía. Continuaron siendo buenas y buenos estudiantes, destacaron por sus conocimientos y habilidades, siguieron formando parte de la comunidad manuelsalina en todas las actividades.
Hugo Quiroga dijo que en esos meses, “a pesar del temor reinante, había actos de rebeldía, como rayar muros de los baños, difundir unos panfletos muy artesanales, cantar canciones populares en los patios o en el parque del liceo, había un temor muy potente en medio de la dictadura instalada, lo que llevaba a ejecutar esos pequeños actos de rebeldía”.
Hay testimonios de rayados en paredes interiores, de hacer campaña para conseguir alimentos para llevar a embajadas donde estaban familiares asilados, visitar a compañeras y compañeros con padres asesinados o detenidos, funcionamiento esporádico de células políticas del liceo.
Marcelo Castillo evocó al profesor Ernesto Menchaca, inspector, que siempre mantuvo una actitud digna y de protección de alumnas y alumnos. “No sólo nos protegió -dijo Castillo- sino que imprimió en la impresora a papel roneo los primeros panfletos de la resistencia. Los entregaba en unas bolsas de feria, entre medio de tomates y lechugas”.
Varias y varios recuerdan que, pese a todo, hubo muchos momentos de alegría, de compartir, de disfrutar, de “darle gracias a la vida”, de abrazarse y fortalecer amistades.
Nunca dejó de llamar la atención que varias y varios de esos alumnos del LMS, al terminar el año académico del ’73, fueron reconocidos y reconocidas como mejores estudiantes de sus respecticos ciclos escolares, a pesar de toda la carga que llevaban encima.
María Paz Miranda relató que ese año “ahí estaban nuestros compañeros y compañeras graduándose. Nombran uno a uno, eran aplaudidos. Los aplausos sonaron más fuertes y largos para varios, como el Pepe Cademartori, y la ovación parecía no terminar nunca. La Tita Parra escucha los aplausos emocionada. Están solos. Sus padres y madres no están. Nombran a la Lyda (Jadresic, hija del doctor Alfredo Jadresic, expulsado del país), no aparece. Ya se ha ido con su familia a Londres”.
Y es que hubo un grupo de estudiantes manuelsalinos que no estuvo ese final de año, porque fueron parte de quienes tuvieron que partir al exilio, víctimas de expulsiones forzadas y el quebranto de sus familias.
Once ejecutados y hechos desaparecer
La tragedia del Manuel de Salas estuvo marcada por otro antecedente doloroso y repudiable. La detención, tortura, desaparición y ejecución de once exalumnas y exalumnos.
Se trató de María Inés Alvarado Börgel, Jaime Buzio Lorca, Arnoldo Camú Veloso, Luis Alberto Corvalán Castillo, Alejandro de la Barra Villaroel, Martín Elgueta Pinto, Sergio Gabriel Flores Durán, Luis Fernando Fuentes Riquelme, Carlos Enrique Godoy Lagarrigue, Luis Julio Guajardo Zamorano, Jorge Mario Jordán Domic, Hugo Martínez González, Littré Quiroga Carvajal, Jaime Eugenio Robotham Bravo y Edwin Van Yuric Altamirano.
Todas y todos detenidos, torturados, hechos desaparecer o ejecutados, formando hoy parte de la lista de miles de víctimas del régimen militar y varias y varios cuyos cuerpos aún no aparecen.
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