“Sector clave que la izquierda debe interpelar, son trabajadores autónomos y emprendedores”: Álvaro Ramis

“Hablamos de la vendedora ambulante, del feriante, del repartidor, del pequeño artesano o del vecino que tiene un taller en su casa. Son personas que viven al día, en un entorno de alta precariedad e informalidad” indicó el Rector de la Universidad Academia Humanismo Cristiano de cara a la campaña electoral presidencial donde, dijo, “la verdadera confrontación es entre quienes defienden la democracia y quienes quieren restringirla”. Alertó sobre el tono que toma la competencia electoral: “Esa crispación no solo empobrece el debate, también refuerza la desconfianza ciudadana” y sostuvo que “muchas veces la política habla sobre la gente, pero no con la gente”. El también teólogo se refirió a cómo en estos escenarios inciden aspectos de relatos culturales y sostuvo que “la derecha ha avanzado con fuerza en esta batalla de posiciones, instalando narrativas sobre seguridad y orden, y apelando al miedo y a la responsabilidad individual”, mientras que para el progresismo y la izquierda “el objetivo no es solo tomar el poder del Estado, sino cambiar el sentido común y las ideas dominantes en la sociedad”.

Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. 6/9/2025. En este período electoral, ¿la crispación está superando a las propuestas, las cuñas mediáticas se ponen sobre la claridad de propuestas para la gente?

Sí, lamentablemente. Hoy vemos cómo la política se ha ido transformando en un ring de frases cortas y polémicas, en lugar de un espacio para discutir ideas que respondan a los problemas. Esa crispación no solo empobrece el debate, también refuerza la desconfianza ciudadana. Cuando lo que prima es el ataque y no la propuesta, se ocultan los temas de fondo: cómo mejorar la seguridad sin sacrificar derechos, cómo asegurar un trabajo digno, cómo hacer que la economía funcione para las familias y no solo para unos pocos. Chile necesita menos espectáculo y más seriedad en el compromiso con las transformaciones que el país demanda.

¿Las candidaturas están sintonizando con la gente?

Muchas veces la política habla sobre la gente, pero no con la gente. Esa distancia se nota en discursos muy técnicos o abstractos, que no conectan con la experiencia cotidiana de quienes se levantan temprano para ir a trabajar, que sienten miedo en su barrio por la delincuencia o que no llegan a fin de mes por el costo de la vida. Lo que la ciudadanía espera son soluciones concretas, cercanas y alcanzables. Cuando no hay sintonía real con esas necesidades, la gente se desentiende o busca caminos alternativos. La política debe volver a poner en el centro la voz y las urgencias de las mayorías.
Jeannette Jara ha demostrado una sintonía notable con las demandas de la ciudadanía. A diferencia de las candidaturas que se quedan en discursos abstractos o tecnicismos, ella ha logrado conectar con la experiencia cotidiana de las personas. Su trabajo en el Ministerio del Trabajo, por ejemplo, ha estado enfocado en soluciones tangibles que impactan directamente en la vida real, como la reducción de las pensiones, la jornada laboral o el aumento del salario mínimo. Esto es un claro ejemplo de que, cuando la política se pone al servicio de las mayorías, se construye un puente de confianza.

¿En esta elección presidencial, dónde se sitúa el eje de la confrontación?

Hoy la verdadera confrontación no es solo entre izquierda y derecha, sino entre quienes defienden y amplían la democracia y quienes quieren restringirla en nombre del orden. Está en juego la posibilidad de avanzar hacia un país más justo, con derechos sociales garantizados, frente a propuestas que ponen por delante la mano dura, el miedo y la concentración del poder. La democracia no se reduce a votar cada cierto tiempo, es también dignidad en el trabajo, acceso a la salud, igualdad de género, derecho a la educación. Ese es el eje que marcará el futuro: más democracia con derechos, o retrocesos que debiliten la vida en común.

Está en debate el multar el no ir a votar. ¿Qué efecto tiene el voto obligatorio sin multa?

Este nuevo escenario es una enorme incógnita, pero también una oportunidad crucial. Eliminar la multa devuelve a la ciudadanía la libertad de decidir sin coerción. Ahora, esos millones de personas que no participaron antes pueden marcar la diferencia. No son un grupo homogéneo. Hay jóvenes que quieren cambios, personas desencantadas que no creen en la política, y muchas familias que sienten que nadie los representa. Entre ellos, un sector clave que la izquierda debe interpelar urgentemente son los trabajadores autónomos y emprendedores que operan en la economía popular de subsistencia. Hablamos de la vendedora ambulante, del feriante, del repartidor, del pequeño artesano o del vecino que tiene un taller en su casa. Son personas que viven al día, en un entorno de alta precariedad e informalidad. Durante mucho tiempo, la izquierda ha tendido a hablarle al trabajador asalariado con contrato fijo, dejando de lado a este vasto y creciente sector. El desafío es conquistar su confianza. Si la izquierda sigue hablando en códigos que no les resuenan, como si todos tuvieran derechos laborales garantizados, no los va a movilizar. Se les debe hablar con respeto y propuestas reales, reconociendo su esfuerzo diario y su contribución a la economía. La política debe mostrar que sí puede mejorar sus vidas, por ejemplo, con políticas de seguridad social adaptadas a su realidad laboral, acceso a microcréditos sin burocracia, y espacios de trabajo seguros. Si solo se les busca como “votos de último minuto” con discursos vacíos, se mantendrá la desafectación. La participación de este segmento puede renovar la política, siempre y cuando los candidatos les hablen desde sus propias urgencias. El desafío es salir de la teoría y mostrar que la política sí puede ser una herramienta para que quienes se ganan la vida en la informalidad no tengan que hacerlo solos. El futuro electoral de la izquierda dependerá en gran medida de su capacidad para tender este puente.

En todo lo que se debate, analiza y diagnostica, más allá de cuestiones puntuales o contingentes, se aparece el tema cultural, aquello de la hegemonía cultural que inciden en cómo piensa y siente la gente. ¿Esta elección presidencial, en qué estado encuentra a la sociedad respecto al tema de la hegemonía cultural?

La disputa cultural hoy es intensa, y para entenderla, debemos recurrir al concepto de hegemonía cultural de Antonio Gramsci. Para él, el poder no se mantiene sólo con la fuerza o la coerción del Estado, sino principalmente a través del consenso, logrando que las ideas de la clase dominante sean aceptadas como el “sentido común” de toda la sociedad. En el contexto chileno, la derecha ha avanzado con fuerza en esta batalla de posiciones, instalando narrativas sobre seguridad y orden, y apelando al miedo y a la responsabilidad individual. Han logrado que ciertos conceptos, como la desconfianza en el Estado o la primacía del individuo sobre lo colectivo, se perciban como verdades incuestionables. Lo han conseguido, en parte, porque la izquierda se ha enredado a veces en debates internos, usando un lenguaje que no conecta con las urgencias cotidianas de las grandes mayorías. Sin embargo, Gramsci también nos enseña que la hegemonía no es un estado estático, es un proceso en constante disputa. La izquierda aún tiene una tradición cultural poderosa, vinculada a los valores de la solidaridad, la justicia social y la igualdad, que están arraigados en el imaginario colectivo de la sociedad chilena. El objetivo no es solo tomar el poder del Estado, sino cambiar el sentido común y las ideas dominantes en la sociedad. La meta es construir una contra-hegemonía, es decir, que las ideas de la clase subalterna -los trabajadores, por ejemplo- se conviertan en las ideas hegemónicas de la sociedad en su conjunto. El desafío es enorme, la izquierda debe reconectar con la gente, no solo con propuestas técnicas, sino con un nuevo relato que hable de esperanza, dignidad y comunidad. Esto implica articular un lenguaje que sea cercano y que devuelva la fe en que un futuro más justo es posible. La política no se gana sólo con cifras o leyes, se gana construyendo un relato que logre inspirar y movilizar a las mayorías. Se trata, en esencia, de disputar el sentido común para construir una nueva hegemonía.

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