Francia y la motosierra neoliberal: que la crisis la paguen los trabajadores, otra vez

Este paquete de recortes no es un error técnico, ni una “medida difícil pero necesaria”: es el reflejo brutal de un capital en fase de decadencia, que ya no tiene espacio para concesiones sociales y por eso decide destruir lo que queda del pacto social del siglo XX. Es la base del modelo neoliberal, cuando la tasa de ganancia cae, la clase capitalista corta cabezas. Metafóricamente…por ahora.

Daniel Jadue. Arquitecto y Sociólogo. Santiago. 19/7/2025. El gobierno francés, presionado por las elites financieras de Europa que ven con pavor como su tasa de ganancia disminuye, se prepara para aplicar una batería de recortes digna del manual del Fondo Monetario Internacional: menos pensiones, menos feriados, menos empleo público. ¿La excusa? Reducir el déficit. ¿El objetivo? Doblegar a la clase trabajadora francesa, una de las más combativas de Europa, y someterla a la lógica de la rentabilidad.

La noticia podría haber salido de Buenos Aires, Atenas o Santiago. Pero no. Es París, cuna de la Comuna, tierra de barricadas. El capital no perdona ni historia ni símbolos. En esta etapa de su propio desarrollo, sencillamente va por todo.

Este paquete de recortes no es un error técnico, ni una “medida difícil pero necesaria”: es el reflejo brutal de un capital en fase de decadencia, que ya no tiene espacio para concesiones sociales y por eso decide destruir lo que queda del pacto social del siglo XX. Es la base del modelo neoliberal, cuando la tasa de ganancia cae, la clase capitalista corta cabezas. Metafóricamente…por ahora.

Reducir las pensiones, eliminar feriados y despedir trabajadores públicos no reactiva la economía. Solo representa una transferencia directa de ingresos desde el pueblo hacia los grandes capitales. Los fondos privados ganan nuevos afiliados obligatorios; las aseguradoras de pensiones hacen caja; las consultoras gerenciales reemplazan empleados públicos; y el capital financiero aplaude desde Bruselas y Frankfurt.

Los jubilados trabajan más años. Los jóvenes no entran al sector público. El Estado se achica y el mercado se agiganta. La motosierra no es austeridad: es redistribución inversa.

En este escenario, la izquierda institucional francesa calla o colabora. Los socialistas ya no ofrecen resistencia. Los “verdes” firman los recortes con lenguaje inclusivo. Y la derecha tradicional repite el guion tecnocrático: “el sistema está quebrado” pero ninguna vuelve por ahora a levantar la consigna sobre la necesidad de superar esta forma de organización social y avanzar en la construcción del socialismo.

¿Quién capitaliza la rabia? Marine Le Pen, Éric Zemmour y los neofascistas, que empatizan con la indignación popular que crece y la canalizan hacia el nacionalismo reaccionario, el odio al migrante y el autoritarismo.

El problema no es solo económico. Es político. Cuando la izquierda no disputa la conciencia de la clase trabajadora y se sobre institucionaliza, el ajuste neoliberal despeja el camino a la restauración reaccionaria. Tal como sucedió en los años 30.

Francia será un laboratorio más del capital europeo para probar hasta dónde puede estirar la cuerda. Pero cuidado: los pueblos también aprenden y no siempre las crisis se resuelven en favor de la clase dominante como algunos esperan.

Las huelgas de basureros, ferroviarios, docentes y enfermeros han demostrado que la clase obrera francesa no entrega sus conquistas sin pelea. Y lo que hoy llaman “resistencia al ajuste” puede transformarse en ofensiva por el poder, por el socialismo, por la dignidad.

Como escribían Marx y Engels, “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”, y esa historia aún no ha terminado.

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