BRICS

El hecho económico principal en el trasfondo de la crisis política mundial es la evidencia de un cambio cuantitativo, que se traduce por estos años en uno cualitativo, en el equilibrio de fuerzas de las grandes potencias mundiales, originado principalmente en el inevitable emerger de los países y regiones.
Manuel Riesco. Economista. 6/2025. Estamos en medio del bombardeo masivo de una potencia nuclear no declarada, pequeña, cuya feroz agresividad no se asienta en su respetable temor secular sino en vulgar soberbia en razón de la impunidad que le otorga “Occidente” (New Statesman); a una vecina potencia nuclear emergente, diez veces más poblada, en el intento fútil, demencial, criminal y suicida, de intentar frenar por la fuerza su inevitable -bueno, emergencia- y transformación en una potencia diez veces mayor, en todos los ámbitos de la vida social,
Todo ello en medio de las gigantescas turbulencias de todo orden que genera la aguda crisis política en curso, a nivel mundial y nacional. Es decir, en medio de una pérdida de legitimidad de las instituciones políticas, bastante generalizada y peligrosa en que muchos países, incluido Chile, están viviendo una crisis política nacional. Es decir, se mueven en un marco determinado por la imposibilidad de sus elites dirigentes de continuar gobernando como hasta ahora y de sus pueblos de tolerarlo ya más.
Vivimos así una situación en la cual el lado oscuro de nuestra condición humana parece imponerse sin contrapeso alguno, en el mundo y en Chile. En ese cuadro apocalíptico, puede ser útil mostrar que se trata sólo de un terremoto, ni más ni menos. En efecto, somos testigos de uno de los quiebres de una placa tectónica que no resiste ya más el peso de otra, que avanza imparable encaramándose sobre ella, cual gigantesco rompehielos. Y el pueblo de Chile, que habita la telúrica frontera de dos placas geológicas en choque, conoce bien y por ello no teme, a los terremotos. Menos aún cuando, como en este caso, el choque en las profundidades tectónicas de la sociedad, avanza evidentemente en el sentido del progreso de la humanidad toda.
La gravedad de la crisis política a nivel global se manifiesta principalmente en los horrores de la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina y ahora la agresión a Irán por parte de Israel. También, en la ya desatada guerra comercial entre las mayores potencias mundiales.
Sin duda ha sido determinante en estos fenómenos, la agudización de contradicciones al interior de las potencias; que desde hace tres siglos han hegemonizado al mundo, en virtud de que accedieron en forma pionera a la era moderna; el autodenominado “Occidente”.
Sin embargo, el elemento más peligroso de la crisis, hasta el momento, es que un fascista hecho y derecho ha llegado al poder en la principal potencia mundial, a la que está convirtiendo rápidamente en depredadora. Como repetía Eric Hobsbawm, el fascismo habría pasado a la historia como un pie de página vergonzante, si no hubiera llegado al poder en Alemania en la estela de la crisis de 1929.
Al igual que entonces, la crisis política actual es consecuencia, en parte, de la gran crisis económica de las economías desarrolladas iniciada con el presente siglo. Esta tocó fondo al fin de la primera década y se encuentra recién a medio camino de recuperación, aún lejos de su nivel máximo anterior a la crisis. La deslegitimación de sus elites dirigentes se debe principalmente a que no fueron capaces de someter y sancionar a los poderosos responsables principales de esa crisis, en este caso la “industria” financiera, y acabar con sus abusos. Al revés, los rescataron y siguieron ellos sometidos en buena medida a sus dictados (Authers 2024).
Todo lo anterior se agravó a raíz de la disolución de la Unión Soviética; una de cuyas consecuencias negativas más importantes fue la transitoria ruptura del equilibrio secular de fuerzas en Europa, entre Rusia y Europa Occidental (Hobsbawm). Ello generó tres décadas de inestabilidad, que la OTAN quiso aprovechar para arrinconar y desmembrar a Rusia y extender su zona de influencia hasta el estrecho de Bering. La irracionalidad de tal intento ha quedado en evidencia en la guerra de Rusia contra “Occidente” en Ucrania (Mearsheimer, Sachs).
Sin embargo, el hecho económico principal en el trasfondo de la crisis política mundial es la evidencia de un cambio cuantitativo, que se traduce por estos años en uno cualitativo, en el equilibrio de fuerzas de las grandes potencias mundiales, originado principalmente en el inevitable emerger de los países y regiones, como resultado de su acelerada urbanización.
Especialmente, las potencias emergentes hoy agrupadas en el denominado BRICS, conformado inicialmente por Brasil, Rusia, India y China, al que algunos años después se agregó Sudáfrica; y en 2024 se ha ampliado con varios países más, entre los que se cuentan Arabia Saudita, Irán, Etiopía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos.
Esta sigla de letras capitales de las mayores economías países emergentes, que resuena cómo ladrillo en inglés, rinde merecido homenaje al artículo homónimo del respetado economista Jim O’Neill, a la sazón jefe de estudios de uno de los principales bancos de inversión globales y oriundo de la ciudad de británica de Manchester, que junto a Glasgow, ciudad en cuya universidad enseñó Adam Smith, fueron, después de Londres, las primeras ciudades que donde hace más de dos siglos nació la revolución industrial y la modernidad burguesa. O’Neill fue el primero en demostrar, en un artículo homónimo publicado en el año 2003, que a mediados de este siglo la economía de los cuatro BRIC originales superaría con holgura la de los países que conforman el autodenominado “Occidente”.
Dicho emerger es impulsado desde las profundidades tectónicas de la sociedad por el avance poderoso de la urbanización. Con el consecuente abandono de las viejas formas de vida y trabajo del pueblo en el campo tradicional, y su producción destinada principalmente al autoconsumo de la propia familia campesina y los terratenientes. Para transitar a la moderna producción mercantil, principalmente urbana y destinada casi en su totalidad a venderse en el mercado.
Este último acto es el que otorga a las manos del pueblo trabajador el toque del Rey Midas. A partir de ese instante todo lo que tocan se convierte en oro. Su trabajo toma la forma de valor agregado a las mercancías vendidas en el mercado y es medido rigurosamente en el Producto Interno Bruto, PIB. Así se constituye en naturaleza y causa de la riqueza de las modernas naciones, según reza el título de la obra de Smith; descubrimiento que cambió el curso del pensamiento humano, en la admirada expresión de Marx.
Según NU, recién en la primera década de este siglo la Humanidad sobrepasó un hito decisivo de la historia universal, cuando el número de personas que viven en ciudades superó por vez primera el de quienes siguen viviendo en el campo, en el mundo entero. El proceso de urbanización a nivel global ha adquirido un ritmo vertiginoso, que en pocas décadas transformará la sociedad humana completa, al barrer como un gigantesco tsunami social, económico, y político, a los países y regiones donde habita el 90 por ciento de la humanidad.
Tal como experimentó Chile desde el censo de 1930, que constató que sus habitantes atravesaban el mismo hito por acá, entre sus consecuencias están las sucesivas explosiones, demográfica que multiplica la población total al menos por cinco, la población urbana por nueve, y económica que multiplica el PIB al menos por veinte, en los países por donde pasa.
El emerger del resto del mundo ha creado así condiciones para que se extienda con alarmante rapidez, en las elites y poblaciones del autodenominado “Occidente”, la idea demencial de intentar mantener por la fuerza una hegemonía global que ya no les otorga la superioridad de su acceso pionero al modo de producción moderno de la cual gozaron a lo largo de tres siglos.
Felizmente, y como contrapartida de lo anterior, se aprecia el asimismo incipiente surgimiento de una alianza del poderoso conjunto de potencias emergentes, hoy agrupadas precisamente en los BRICS.