El origen de “La Tarea Militar” del Partido Comunista de Chile (1975)

Los análisis producidos el golpe de Estado y la derrota del proceso de la Unidad Popular. Las conversaciones de Fidel y Raúl Castro y Carlos Rafael Rodríguez con Volodia Teitelboim y Rodrigo Rojas. La incorporación de militantes de las JJCC a la formación militar profesional. El inicio de “La Tarea Militar” en Cuba echó las bases para la generación de un nuevo estilo militante, en donde lo militar ocuparía un papel decisivo.

Rolando Álvarez. Historiador. Santiago. 4/2025. El Partido Comunista de Chile había sido el principal impulsor de la “Vía Chilena al Socialismo”. Esta formulación, en pocas palabras, era una apuesta política que sostenía la viabilidad de transitar hacia una sociedad postcapitalista, evitando una guerra civil. La vía “no-armada” como la llamaron los comunistas a partir de mediados de los años ‘60, implicaba generar condiciones del tránsito al socialismo mediante la construcción de una mayoría social y política al interior del pueblo chileno. Este proyecto histórico, encabezado por el Presidente Salvador Allende, fue derrotado violentamente el día 11 de septiembre de 1973 por medio de un golpe de Estado que conmocionó al mundo. A partir de ese momento, en medio de la brutal represión dictatorial, la premisa del proyecto histórico de los y las comunistas chilenas quedó en entredicho. La pregunta central del debate en la izquierda chilena era cuáles habían sido las causas de la derrota. Un aspecto que surgió rápidamente fue la problemática militar que implica todo proceso revolucionario. Pocos meses después del golpe de septiembre de 1973, apoyados por el Gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), se conformó en la ciudad de Leipzig un “Seminario Latinoamericano”. Su labor fue investigar a las Fuerzas Armadas chilenas y su relación con los procesos de cambios en Chile y América Latina. Conocido como el “Grupo de Leipzig”, los militantes comunistas que lo integraron, fueron de los primeros en pensar sistemáticamente lo militar en la política del PC después del golpe de Estado de 1973.

De manera paralela, durante 1974 la dirigencia en el exilio del Partido Comunista de Chile se reunió con la dirigencia de los países pertenecientes al Campo Socialista. La tarea principal del momento era el desarrollo de una amplia y ecuménica campaña de solidaridad con la situación que vivía el pueblo chileno, azotado por la violencia represiva castrense. Pero en estas reuniones también se deslizaban impresiones sobre lo sucedido con el Gobierno de la Unidad Popular. La mención de la ausencia de una concepción más global de los procesos revolucionarios, incluida la dimensión militar, resonó en Moscú, Berlín y La Habana. Así, las causas de la derrota de la Unidad Popular era objeto de un debate que tuvo consecuencias. El caso más conocido fue la intervención de Boris Ponomariov, integrante de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). En una conferencia realizada en la ciudad de Praga, señaló que el proceso chileno demostraba que el tránsito pacífico al socialismo era correcto, pero que en determinadas coyunturas, las revoluciones debían defenderse. En ese contexto, durante 1974 circuló un documento oficial del PC chileno, firmado bajo el nombre ficticio de “René Castillo”. La conclusión de este era que la causa de la derrota de la UP había sido en primer lugar política, producto del aislamiento de la clase obrera, lo que habría facilitado la irrupción golpista de los institutos armados.

En este ambiente, una delegación del Coordinador del Exterior del PC, compuesta por Volodia Teitelboim y Rodrigo Rojas (integrantes del Comité Central), se reunió en La Habana con el alto mando de la Revolución Cubana, encabezado por Fidel y Raúl Castro, Carlos Rafael Rodríguez, Manuel Piñeiro y otros funcionarios. El encuentro consistió en varias reuniones realizadas durante febrero y principios de marzo de 1975. Las dos primeras fueron con Carlos Rafael Rodríguez. Luego de las palabras de buena crianza iniciales, el jerarca cubano cuestionó el análisis de “René Castillo”, que descartaba a priori la lucha armada para enfrentar a la dictadura. Para Rodríguez, “Castillo… habla del tránsito pacífico en términos que se exagera la forma que esta posibilidad ha sido planteada… como si fuera la teoría generalizada…cuando los clásicos y Mikoyan en el XXI Congreso subrayan la excepcionalidad de esa posibilidad”. Según Rodríguez, a nombre del Estado cubano, pensaban que el texto de “René Castillo” “era una repuesta a Ponomariov”, quien como vimos, había criticado la incapacidad de defenderse militarmente por parte de la revolución chilena. Huelga decir que los cubanos apoyaban la conclusión del jerarca soviético sobre el caso chileno: “…cuando se accede al poder, hay que estar preparados para la acción armada del enemigo”, dijo Rodríguez. Y remachó diciendo “que ahora está claro para el Partido Comunista de Chile, pero no lo está en los artículos de Castillo”. De ahí su conclusión que desde su punto de vista, la principal lección del caso chileno era “la falta de preparación concreta para responder con la violencia revolucionaria”.

Luego, el 15 de febrero, Teitelboim y Rojas se reunieron con Fidel Castro. Más tarde, el 1° de marzo, se realizó un nuevo encuentro con Castro, pero ahora junto a su hermano Raúl. En la primera audiencia, el carismático líder cubano planteó dos materias fundamentales: primero, propuso a la dirección del PC chileno que algunos de sus militantes se formaran como militares profesionales en las casas matrices del Ejército cubano; segundo, que no veía ninguna posibilidad de lucha armada en Chile y que, a diferencia de Carlos Rafael Rodríguez, que la unidad era primordial para terminar con la dictadura. Por ello, “si el precio de traer a la DC contra la Junta fuera incluir a Frei en el Frente Antifascista, yo lo pagaría”. Aunque también “si la estrategia es aislarlo y ganar a la DC sin él, es mejor”.

Pero el planteamiento que tuvo más consecuencias sobre el PC fue el ofrecimiento de abrir las puertas de las Fuerzas Armadas cubanas a los comunistas chilenos. Al respecto, Castro señaló: “¿Por qué han perdido tanto tiempo? ¿Por qué no han formado cuadros militares? No solo para combatir ahora, sino cuando ustedes puedan, en 12,15 o 20 años más, pueden tener 200, 300 o 400 oficiales. Cualquiera que sea la forma que adquiera la lucha, los van a necesitar. Tenemos posibilidades de prepararles una masa de oficiales”. En opinión del líder cubano, “incluso si se diera una solución política, los van a necesitar…Hay que tener conocimientos para las ciencias de las armas, que hasta ahora ha monopolizado la burguesía”. De acuerdo a la realidad chilena, Castro descartaba la preparación guerrillera, porque según él, en Chile “hay que preparar una insurrección armada”. Y en caso que hubiese una salida política y que la izquierda volviera a ganar en las elecciones, “el Partido debe estar preparado militarmente”.

Como decíamos, dos semanas después, la delegación chilena se volvió a juntar con Fidel y Raúl Castro. Por las palabras de este último, queda en claro que la respuesta positiva del pc chileno ante el ofrecimiento cubano fue rápida: “Estamos muy contentos de la decisión de ustedes y del acuerdo que han llegado con Fidel”. Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, Raúl Castro se explayó sobre cómo sería el proceso con los chilenos: “Podemos prepararles todos los cuadros que sean necesarios y cuanto mayor cantidad nos manden y lo más rápidamente que sea posible, mucho mejor. Yo mismo iré con (Rodrigo) Rojas a visitar nuestras Escuelas y Academias”. Sobre el tipo de formación, explicó que sería en la especialidad de artillería, tanques e infantería. La preparación duraba tres años, más un curso previo de once meses para formarlos como soldados. Saldrían como jefes de batallón. Y puntualizó que si los chilenos “no pueden todavía salir del país al término del curso, se quedan con nosotros como oficiales regulares de nuestras FAR hasta que sea necesario”.

La decisión de formar militares chilenos se ejecutó rápidamente. De acuerdo a un documento fechado el 7 de marzo de 1975, es decir, a menos de una semana de la última reunión entre los hermanos Castro con Volodia Teitelboim y Rodrigo Rojas, se señalaba que “el p. piensa que las JJCC deben aportar con un contingente de 200 militantes”. En La Habana, la orientación fue instar a los chilenos que estaban estudiando medicina, que optaran por abandonar esta carrera por la militar: “Aquí se recibieron las instrucciones de hacer cambiar de profesión a los becados que estuvieron dispuestos. Se conversó (Rodrigo y yo) con todos los militantes varones que no tuvieran cuestionamiento desde el punto de vista partidario…Quiero decir con mucho orgullo que de 49 con los cuales ya se ha conversado, solo dos se negaron y todo el resto decidió cambiar el destino de sus vidas”.

Por último, Rodrigo Rojas y Orel Viciani, representante de las Juventudes Comunistas de Chile en Cuba, plantearon la necesidad que un integrante de la dirección central del PC se instalara en La Habana para hacerse cargo de este contingente de militantes. Ellos constituían una experiencia totalmente inédita de militancia. Su organización, manera de dirigirlos y la forma que se relacionarían con el resto de la organización abría numerosas interrogantes.

Así fue como comenzó la denominada “Tarea Militar” del Partido Comunista. En abril de 1975, cerca de cincuenta jóvenes comunistas dieron el puntapié inicial a este proceso.  El inicio de “La Tarea Militar” en Cuba echó las bases para la generación de un nuevo estilo militante, en donde lo militar ocuparía un papel decisivo.

 

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