La nueva situación política

Qué es lo que cambió. No todo lo deseable para unos y demasiado para otros. Por eso todos celebran; pero nadie abre champaña ni hubo fotos con los brazos en alto, recuerdo tristemente célebre de la democracia de los acuerdos. La diferencia subsiste y subsistirá mientras se mantenga vigente el sistema de AFP como el estigma de la desigualdad y la exclusión consustanciales al modelo neoliberal.

Hernán González. Profesor. Valparaíso. 2/2025. Se podría considerar casi un lugar común usar esta frase para comenzar un análisis de la coyuntura posterior a la aprobación de la reforma previsional en el Congreso. Una obviedad.

Qué es lo que cambió. No todo lo deseable para unos y demasiado para otros. Por eso todos celebran; pero nadie abre champaña ni hubo fotos con los brazos en alto, recuerdo tristemente célebre de la democracia de los acuerdos. La diferencia subsiste y subsistirá mientras se mantenga vigente el sistema de AFP como el estigma de la desigualdad y la exclusión consustanciales al modelo neoliberal.

Este resultado es la expresión de una sociedad desmovilizada y apática frente al devenir de la política aun cuando de ello dependa su propia sobrevivencia material. Lo cierto es que con la aprobación de la reforma, se acaba un capítulo del actual período presidencial y comienza su epílogo. Pero de una manera muy rara. Abriendo uno nuevo para el pueblo y los trabajadores y trabajadoras, uno de los méritos de la conducción que la ministra del trabajo, Jeannette Jara, le dio al proceso aunque algunos parezcan no darse por enterados. Ciertamente, una de las cosas que podría comenzar a cambiar, si es que las dirigencias sindicales y de los partidos de izquierda comenzaran a ser menos fatalistas y esperar menos lo que digan gabinetes ministeriales y negociaciones parlamentarias, para empezar a asumir con mayor propiedad la responsabilidad de su destino.

En efecto, la resolución de la larga tramitación de la reforma, la que en rigor se extiende a varios gobiernos anteriores al actualmente vigente, no concluyó con el sistema de AFP y pese a los deseos de neoliberales, conservadores, magnates del sistema financiero, transnacionales y representantes  de la derecha en sus diversas denominaciones, no resuelve el problema de su legitimidad, de lo que dan cuenta incluso sus exabruptos. La sociedad y el espectro político se siguen dividiendo entre quienes luchan por el fin del sistema de AFP y quienes lo defienden.  Mientras así sea, la sociedad va a seguir debatiendo acerca de su sentido y utilidad. Tal como ha sido con todas las conquistas del pueblo a lo largo de su historia, finalmente la reforma va a ser el resultado de sucesivas conquistas de las que lo aprobado en el Parlamento en días recientes es apenas un entremés. Y para lo cual debe el pueblo prepararse.

El plato de fondo va a ser servido tan sólo una vez que la izquierda y las organizaciones sociales y sindicales tengan la capacidad de hacerlo. Y ello no será probablemente de una sola vez sino como el resultado de sucesivas batallas y conquistas. Así fue la construcción de los sistemas nacionales de salud y educación pública; la conquista de derechos laborales y sindicales; la reforma agraria. Ello hasta el golpe militar en 1973 y la serie de modernizaciones emprendidas por la dictadura entre las décadas del setenta y el ochenta del siglo XX, naturalizadas por generaciones enteras de chilenos y chilenas nacidos con posterioridad a 1990.

De esta manera, la reforma del sistema previsional no concluyó sino que recién comenzó. Algo parecido a lo acontecido con el sistema educacional de mercado que recién con la Ley de Inclusión y la Nueva Educación Pública aprobadas en el primer mandato de la Presidenta Bachelet, comienza su desmontaje, desmontaje que habría sido más rápido y profundo de haber contado con una participación más activa del magisterio y la comunidad educativa. No se trata de sacar el ábaco y sacar la cuenta de lo que se logró en relación con lo que se propuso, el ejercicio más facilón para aspirantes a dirigente político o sindical de tiempos postreros y antiguas glorias caídas en desgracia. Sino de lo que falta para conseguir una que realmente sea un sistema de seguridad social, entregue pensiones dignas y garantice los derechos de personas mayores, en un mundo cada vez más complejo y al mismo tiempo lleno de posibilidades para el desarrollo de sus proyectos de vida, negados únicamente por la apropiación privada de un grupo de magnates de la riqueza producida por millones de trabajadores y trabajadoras.

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