Ernesto Cardenal. Del cosmos al corazón
Entregarse por completo a la vida religiosa, un llamado que, según relataba, siempre había sentido, le ofreció una paz enorme, pero no detuvo su compromiso contra los opresores. La vinculación con el Frente Sandinista y con la Teología de la Liberación provocó que, en marzo de 1983, ante las cámaras de todo el mundo, en visita a Nicaragua, el Papa Juan Pablo II le dijera dos veces, en tono admonitorio: “Usted debe regularizar su situación”.
Yeilén Delgado Calvo. Periodista. “Granma”. La Habana. 1/2025. Hablando sobre su poesía -“que no es lírica sino más bien épica, narrativa, que trata de todo y aborda todos los temas”- Ernesto Cardenal (Nicaragua, 20 de enero de 1925-1ro. de marzo de 2020) afirmaba haber arribado a una gran lección: “En la poesía cabe todo igual que en la prosa. No hay cosas, pues, que son prosaicas, temas poéticos o prosaicos. Todo lo que se pueda escribir en prosa se puede escribir también en poemas”.
Sobre esa convicción erigiría su monumental y amplia obra en versos, desde los célebres Epigramas, hasta Salmos, Homenaje a los indios americanos, Canto Nacional, Cántico cósmico…, a los que se sumarían otros muchos textos en prosa.
Me contaron que estabas enamorada de otro / y entonces me fui a mi cuarto / y escribí ese artículo contra el Gobierno / por el que estoy preso. La palabra de Cardenal siempre fue combatiente: Creyeron que te / mataban con una orden / de ¡fuego! / Creyeron que te / enterraban / y lo que hacían era / enterrar una semilla.
Para el crítico Enrique Anderson Imbert se trataba de un poeta espontáneo, “decidido a formar su sentimiento para que lo entiendan, no para admirar con su pura forma”.
El contacto de Cardenal con la poesía había comenzado muy temprano, en su acomodada infancia, en la que la voz de Rubén Darío fue una presencia constante; y esa relación se ahondó pese a las muchas transformaciones de su larga vida, que lo llevarían por el verbo de Neruda, de Whitman…
Luego de estudiar literatura en México y en Estados Unidos, de sucesivos amores que no cuajaban, Ernesto decidió, en 1956, hacerse monje bajo las enseñanzas de Thomas Merton. En 1965 fue ordenado sacerdote en su país, y un año después fundó la comunidad artística y cristiana de Nuestra Señora de Solentiname.
Entregarse por completo a la vida religiosa, un llamado que, según relataba, siempre había sentido, le ofreció una paz enorme, pero no detuvo su compromiso contra los opresores. La vinculación con el Frente Sandinista y con la Teología de la Liberación provocó que, en marzo de 1983, ante las cámaras de todo el mundo, en visita a Nicaragua, el Papa Juan Pablo II le dijera dos veces, en tono admonitorio: “Usted debe regularizar su situación”.
Meses después, el pontífice ordenó la suspensión de Cardenal como sacerdote; una disposición que suprimió el Papa Francisco, casi 35 años después. Wojtyla había prohibido a los sacerdotes ejercer responsabilidades políticas de Gobierno, y el autor de Oración por Marilyn Monroe era, desde 1979 -y lo sería por casi una década-, ministro de Cultura de la Revolución Sandinista (proceso con el cual rompió en la década de los 90).
Para Cardenal, el cristianismo era revolución, liberación de la humanidad de toda opresión, y un servidor de Cristo debía ser “revolucionario con el mismo radicalismo con que lo fue él”.
Parte de ese entendimiento se lo debía a la isla: “Yo he hablado de que tuve una segunda conversión, después de mi conversión a Dios, que fue la conversión a la revolución, y que fue la conversión en Cuba. Fue en mi primera visita a Cuba, en 1970, como jurado de Casa de las Américas, donde yo vi la revolución en vivo”.
Del socialismo pasó al comunismo no ateo, y estudió el marxismo como una teoría que no estaba en la antípoda de su fe religiosa. Decía: “Mi poesía tiene un compromiso social y político, mejor dicho, revolucionario. He sido poeta, sacerdote y revolucionario”.
Por eso creyó tan importante la “alfabetización de la poesía”, esa aliada de la humildad, y que no fuera patrimonio de las élites, sino una herramienta para que cada cual pudiera expresar sus experiencias. Esas concepciones las aplicó lo mismo en talleres con campesinos, obreros, soldados…que con niños enfermos de leucemia.
En el centenario de Cardenal, su poesía -la de un hombre que bien entendió y escribió los misterios del cosmos, así como los del corazón humano- sigue fresca, y presta a ser descubierta y releída.
Foto: Archivo Granma.
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