HABLEMOS DE LA TELE. A modo de críticas

“Cien años de soledad” y “El lugar de la otra”. No es posible comparar objetivamente una teleserie en varios capítulos con una película y tampoco las versiones fílmicas de dos obras literarias, pero, en general puede decirse que ambas producciones tienen a su favor un cimiento sólido desde el punto de vista dramático si bien la producción cinematográfica difiere entre ambas.

José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 3/1/2024. Permítaseme la licencia excepcional de comentar dos obras audiovisuales en forma simultánea, aunque sin el menor ánimo de confrontarlas: la teleserie colombiana “Cien años de soledad” con la película chilena “El lugar de la otra”, ambas a través de Netflix. ¿Una extraña elección para la crítica cinematográfica? Tal vez.

Tarea difícil la de llevar al cine una de las obras fundamentales del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, emprendida por sus hijos Rodrigo (director) y Gonzalo García Barcha (productor), de la cual ya se entrenó el primer ciclo de 8 capítulos y se esperan otros 8 para marzo próximo.

En tanto, la prestigiosa cineasta chilena Maite Alberti (autora de “El agente topo” y “La memoria infinita”) llevó a la pantalla la historia de la novelista María Carolina Geel, quien en 1955 asesinó a su amante en un céntrico hotel capitalino, hecho delictual convertido en novela-ensayo por la destacada escritora nacional Alia Trabucco Zerán (autora de ” Limpia” y “Las homicidas”).

“Cien años de soledad” en el cine no alcanza los logros de la novela y salvo la ambientación, escenografía, vestuarios y producción de alto nivel en general, no consigue conmover ni entusiasmar con las interpretaciones, el guión, ni la puesta en escena dramática.

Aunque elogiada en su calidad técnica, ha sido objeto de críticas por la supuesta “falta de autenticidad en la representación de elementos culturales de la obra colombiana”.

Un narrador en off refiere pasajes y frases del laureado texto, mientras el guión de la otra no refiere específicamente al texto de “Las homicidas”.

El capítulo del libro de Alia Trabucco constituye, sin embargo -en forma indeleble- la base del filme de Alberdi donde destacan las convincentes interpretaciones de Elisa Zuleta, en el rol de la secretaria del juez que debe juzgar a la escritora homicida, a quien se le ve somera y esporádicamente, pero Francisca Lewin logra captar la intensidad, el interés y la curiosidad de la protagonista y del público de la película.

Los actores de la cinta colombiana, salvo las honrosas excepciones de Marleyda Soto y Diego Vásquez (como los patriarcas “Ursula Iguarán” y “Jose Arcadio Buendía”, en su etapa adulta) superan con creces al resto del elenco que completan, entre otros, Claudio Cataño, (coronel Aureliano Buendía), Viña Machado (Pilar Ternera) y Moreno Borja (Melquíades), sin que los demás actores y actrices sobresalgan especialmente en ninguno de los roles que les correspondió.

Tema aparte ha sido la polémica con trazos misóginos y hasta racistas respecto al papel asignado a la actriz Laura Grueso como “Rebeca”, descrita en el libro como una de las mujeres más hermosas. La artista -que se hace llamar “Akima”- respondió a las críticas, indicando: “Bbviamente sí es un choque ver a una mujer con rasgos más indígenas, y afro”. La idea es romper los estereotipos de belleza.

No es posible comparar objetivamente una teleserie en varios capítulos con una película y tampoco las versiones fílmicas de dos obras literarias, pero, en general puede decirse que ambas producciones tienen a su favor un cimiento sólido desde el punto de vista dramático si bien la producción cinematográfica difiere entre ambas.

A grandes rasgos podría decirse que “Cien años…” pretendió ser una producción más hollywoodense, mientras que “El lugar de…” es una obra intimista, casi de cámara o cine arte.

En la primera destacan las escenas de violencia, bélicas, con poca profundidad en los caracteres de los personajes, mientras que -por el contrario- la segunda se centra en las personalidades protagónicas con matices y sutilezas de nivel artístico.

Cinematográficamente hay también diferencias. Mientras la colombiana tiene un ritmo alterado, con escenas tal vez demasiado lentas, en ambientes sombríos, la chilena tiene un particular tono monótono, cauto, reflexivo. Ambas adolecen de dificultades en el audio que van más allá del lenguaje coloquial de ambas nacionalidades.

En materia de literatura por televisión pueden recomendarse además la película mexicana “Pedro Páramo” y la miniserie “Como agua para chocolate” de Laura Esquivel, ambas de buena factura y producción.

“Cien años de soledad” tiene asegurado el éxito comercial por las pantallas y aunque la chilena “El lugar de la otra” ya compite por premios a nivel internacional -con el prestigio de la productora “Fabula” de los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín- (“Gloria”, “Una mujer fantástica”, “El Conde”, “Jackie”, “Spencer” y “María”) difícilmente será exhibida masivamente en nuestro país. Una pena, porque un canal público como TVN debería cumplir el rol de difusor cultural de obras de la esforzada creación local.

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