El año decisivo

En pocas semanas, de hecho, se va a sellar una de las reformas más importantes del programa de Gobierno de Apruebo Dignidad y sus aliados de Socialismo Democrático, que es la reforma al sistema previsional. El 2025 va a ser decisivo,  porque en él se debieran decantar las posiciones que en el futuro van a disputar la dirección posneoliberal que va a tomar la sociedad chilena en el futuro.

Hernán González. Profesor. Valparaíso. 3/1/2024. Como en 1986, 2025 podría resultar ser un año decisivo para chilenos y chilenas. En pocas semanas, de hecho, recién comenzado el 2025, se va a sellar una de las reformas más importantes del programa de Gobierno de Apruebo Dignidad y sus aliados de Socialismo Democrático, que es la reforma al sistema previsional, o debiera hacerlo. Ciertamente, no se trata de cualquier reforma. Está en el corazón del sistema neoliberal, porque es la caja del sistema financiero, cuestión de la que la derecha está perfectamente consciente.

Por eso, la majadería de su propaganda sosteniendo la presunta propiedad individual de los fondos que administran las AFP, argumento que si tiene la capacidad que tiene de sostenerlas en la actualidad, pese a su colosal desprestigio, se debe únicamente a su control de la industria cultural, la información y las comunicaciones.

Estas demuestran cotidianamente una de las contradicciones más profundas del sistema y explica también la imprevisibilidad de los comportamientos sociales y colectivos expresados en la famosa frase “no lo vieron venir”, en la medida que sus mismos controladores sucumben al discurso armado y difundido para mantener bajo control a trabajadores, trabajadoras, empleados y profesionales de clase media que los sostienen con su propio esfuerzo y ahorros, sin que sus controladores tengan que hacer mucho para enriquecerse, excepto especular con plata ajena.

El hecho de que la reforma afecte el corazón del sistema, además, tiene como consecuencia que las posiciones a su alrededor se radicalicen de manera tal que el sistema político se fragmente dando origen a posiciones ultrafundamentalistas de mercado que tensionan a la derecha tradicional generando contradicciones en su interior y que ya han fagocitado a varios de sus liderazgos y al mismo tiempo desmovilizando a la izquierda sumiéndola en un marasmo asombroso considerando que es su propio gobierno quien la impulsa.

Un escenario soñado para los liderazgos mesiánicos, populistas y reaccionarios. La derecha ha boicoteado permanentemente la reforma y tratado de evitar a toda costa terminar con el sistema de capitalización individual, la administración privada de los fondos de pensión; su uso en el financiamiento de otras industrias con la plata de los trabajadores, así como otorgar aunque sea un mínimo de capacidades al Estado de regular esta industria. Su objetivo en este momento es endosarle al gobierno esa responsabilidad, usando la vieja cantinela de los acuerdos como pretexto para hacerlo.

Este escenario es posible sólo por la desmovilización de la sociedad, de sindicatos y asociaciones de empleados y profesionales; usuarios y a la vez rehenes del sistema que simplemente presencian como testigos impávidos cómo se resuelve uno de los nudos, uno de los huesos duros de roer, del sistema neoliberal y que explican el poder que ostenta un puñado de especuladores y magnates de las finanzas sobre el resto de la sociedad. En este sentido, la única manera de salir de esta situación de aparente empate, situación funcional a los intereses de la CPC y la derecha, es la más amplia movilización de la opinión pública y la sociedad civil, la misma que obligó a Pinochet a adelantar el itinerario de traspaso del gobierno contenido en la Constitución del 80 después del paro nacional de 2 y 3 de julio de 1986.

El 2025 va a ser decisivo, por lo tanto, porque en él se debieran decantar las posiciones que en el futuro van a disputar la dirección posneoliberal que va a tomar la sociedad chilena en el futuro. Una abiertamente clasista y reaccionaria o una democrática, nacional y popular que aporte a la construcción de una América Latina inserta en un nuevo orden mundial respetuoso del medioambiente, comprometido con la diversidad cultural y la justicia social. Y ello sólo será así en tanto sea el propio pueblo el que rompa la situación de inmovilidad a la que la institucionalidad vigente, condena al sistema político y a la mantención de este orden de cosas insoportable.

 

 

 

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