2024. Caquistocracia o el gobierno de los peores
The Economist Newspaper ha elegido caquistocracia como el término de 2024, por la conformación del gabinete desconcertante del presidente electo Donald Trump.
Francisco Arias Fernández. “Granma”. La Habana. 12/2024. El pasado 10 de diciembre, en su columna en The New York Times (La esperanza en una era de resentimiento), Paul Krugman, profesor distinguido de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y Premio Nobel de Ciencias Económicas 2008, buscaba explicaciones al momento político de desconfianza, pesimismo, ira y traición a las mayorías por las élites de Estados Unidos, a las puertas de la nueva administración de Donald Trump.
Reflexionaba que, “aunque el resentimiento puede llevar al poder a gente mala, a largo plazo no puede mantenerla en él. En algún momento, el público se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que despotrican contra las élites, en realidad son élites en todos los sentidos importantes, y empezará a pedirles cuenta por no cumplir sus promesas. Y en ese momento, el público estará dispuesto a escuchar a quien no intente argumentar desde la autoridad, no haga falsas promesas, sino que intente decir la verdad lo mejor que pueda”.
Y añadía el destacado columnista: “Puede que nunca recuperemos el tipo de fe en nuestros dirigentes -la creencia en que las personas en el poder suelen decir la verdad y saben lo que hacen- que solíamos tener. Tampoco deberíamos. Pero si nos enfrentamos a la caquistocracia -el gobierno de los peores- que está surgiendo en estos momentos, puede que con el tiempo encontremos el camino de vuelta a un mundo mejor”.
Aunque la palabra se encuentra en estudio para su posible inclusión en el Diccionario de la Real Academia Española, esta ha reconocido su significado como “el gobierno ejercido por los peores o menos capaces”. Otras enciclopedias la califican como un término utilizado en análisis y crítica política para designar a un gobierno por los más ineptos (los más incompetentes, los menos calificados y los más cínicos) de un determinado grupo social.
Y sin estar aún reconocida en la lengua española, ya la publicación The Economist Newspaper ha elegido a caquistocracia (kakistocracia) como el término de 2024, por la conformación del gabinete desconcertante del presidente electo Donald Trump y la camarilla de incondicionales, deudores, manipulados y aduladores que ha atraído a su equipo, tildado de neofascista, por las tendencias ultraconservadoras, aislacionistas, racistas y guerreristas de muchos de ellos, prestos para acompañar al elegido del imperio para “hacer la paz por la fuerza” y la coerción.
“Kakistocracia tiene el sonido nítido y duro de un cristal que se rompe. Si eso es bueno o malo depende de si crees que el cristal se lo merecía. Pero la rápida encapsulación de los temores de la mitad de Estados Unidos y de gran parte del mundo hace de kakistocracia nuestra palabra del año”, sentencia The Economist.
El armador del tinglado es el autor de más de 25.000 mentiras en sus cuatro años de gobierno (50 por día, según The Washington Post); el que dijo cualquier cosa sobre la pandemia que le pareció políticamente útil, sin importar si era cierto o tuviera sentido, mientras más de 400.000 muertos daban fe de su irresponsable manejo de la Covid-19.
Se trata del cabecilla del ataque golpista al Capitolio, el acusado de decenas de delitos en cuatro causas penales, quien el día de la elección no solo competía por la presidencia de Estados Unidos, sino por el control del desenlace de sus cuentas pendientes con la Justicia y la posibilidad de vengarse, a partir de sus habilidades conspirativas y manipuladoras, de los resortes legales del país, con sus amenazas antidemocráticas.
A medida que Trump nombra a sus designados para puestos clave en su administración -algunos de los cuales podrían enfrentar difíciles batallas de confirmación en el Senado, incluso con los republicanos en control-, aproximadamente la mitad de los adultos en Estados Unidos no tiene “ninguna confianza” en la capacidad del presidente electo para nombrar personas calificadas para su gabinete y otros puestos gubernamentales de alto.
Según encuesta publicada la semana pasada por el Centro ap-norc para la Investigación de Asuntos Públicos, similares preocupaciones persisten sobre la aptitud del mandatario para gestionar los gastos del gobierno y desempeñar otras tareas presidenciales, incluida la supervisión del Ejército y la Casa Blanca.
Muchos son los cuestionamientos e incertidumbres en torno a los elegidos de Trump, la mayoría de posiciones extremas, antidemocráticas, aislacionistas y afines a los superpoderes del imperio en sus ambiciones geoestratégicas contra China, Rusia, Irán, otros integrantes de los Brics, México, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Colombia e incluso amenazas de medidas económico-financieras coercitivas contra “aliados”, en nombre de la “America first”.
Es una versión neofascista poco disimulada de quienes, para “hacer grande a Estados Unidos otra vez”, no escatimarán mentiras, conspiraciones, golpes de Estado, sanciones, campañas difamatorias, operaciones de Inteligencia, chantajes, amenazas, alianzas con otros peores -como Milei en Argentina o Netanyahu en Israel-, no importan los sufrimientos, los pobres o las decenas de miles de muertos y centenares de miles de heridos.
Y para que no quede la menor duda del rumbo injerencista, maquiavélico, fascista, terrorista, violatorio del derecho internacional y prepotente que tendrá la administración Trump en la escena internacional en los próximos cuatro años -si es que perdura en el cargo tanto tiempo-, ahí está la más elocuente o reveladora prueba: la elección, por el nuevo inquilino, de su excontrincante y destripador Marco Rubio, para secretario de Estado; un personaje de oscuros vínculos y papeles protagónicos en la mafia terrorista antivenezolana y anticubana, promotor de cuanto golpe de Estado se ha tramado en Latinoamérica durante sus años en el Congreso, y mencionado en la propia prensa de la Florida en escándalos de drogas por amigos o familiares cercanos, o por la convivencia con una banda de narcos en su juventud.
Figura fría y sin escrúpulos detrás del asalto al Capitolio; de los falsos ataques acústicos contra Cuba, para prejuiciar y destruir las relaciones entre Washington y La Habana; el que tramó el chasco Guaidó; el aliado de Bolsonaro, Álvaro Uribe o Milei; el socio incondicional del lobby sionista que sigue el genocidio en Oriente Medio; el promotor de políticas antimigrantes y contra México, Bolivia o Colombia.
Es apenas la punta del iceberg. Se escriben innumerables columnas en la gran prensa de Estados Unidos sobre las interioridades del show, chismes de todo tipo sobre figuras y figurines del gabinete de fuerza, de los filtros de fidelidad y adulonería que desempeñan los hijos del magnate para tener certeza de los “mejores” peores.
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