Una conversación con Pablo Iglesias
El que fuera fundador y secretario general del partido Podemos y vicepresidente de España, está ahora apasionado con las comunicaciones, dirige el Canal Red y conduce, junto a un equipo, el programa La Base que se ve en Europa, América Latina y otras zonas. En entrevista con ElSiglo.cl, estableció que los medios de comunicación son en la actualidad “de los terrenos políticos e ideológicos más importantes”. Mirando hacia Chile y sectores de izquierda, alentó: “Compañeros, tienen que armarse en lo mediático, su trabajo no puede ser sólo llevarse bien con El Mercurio y La Tercera”. Sobre el éxito y la experiencia del programa que se difunde desde España, indicó que “hemos logrado dar con una tecla respecto a cuál debe ser la praxis y el discurso de la izquierda referente a lo mediático”. Entrando en el terreno de la política, sostuvo que el avance de la extrema derecha “es un síntoma inequívoco del fin de las democracias liberales” y cuestionó “esa cosa de los liberales asustados buscando un centro que no existe para enfrentar a la ultraderecha, me parece de una enorme ingenuidad”. No dejó de señalar en tono crítico que muchas izquierdas copian eso de “oh Dios mío, viene la ultraderecha, y cualquier cosa es preferible a eso”, lo que finalmente “es regalarle el terreno del juego ideológico a la derecha”. Cuando ganó Trump, Pablo Iglesias fue citado por la prensa por decir que ahora “hay que radicalizarse” y sobre eso puntualizó que “la táctica de no dar miedo al adversario puede dar réditos en el terreno corto, pero al final quien domina la ideología se lleva el gato al agua”. Abordó el tema de la izquierda en gobiernos progresistas: “Hay una trampa en el mundo cultural comunista que dice que si estás fuera del Gobierno puedes ser muy radical en lo que dices, pero en la medida que entras en un Gobierno, tienes que mimetizarte con los socialdemócratas” y añadió: “Se puede gobernar con los socialdemócratas, porque el Gobierno es un terreno de disputa y de combate político” pero advirtió que “no hay por qué convertirse en ellos por el hecho de compartir” una administración.
Hugo Guzmán R. Periodista. “El Siglo”. Madrid. 11/2024. De ser vicepresidente segundo de España, fundador y secretario general del partido Podemos, y un reconocido líder político español, Pablo Iglesias Turrión saltó a ser director de un medio de comunicación (Canal Red), conductor de un conocido programa televisivo (La Base), y le quedó energía para asociarse con amigos y echar a andar una taberna en Madrid.
Este joven político, conocido más allá de las fronteras españolas, decidió dejar la política institucional después de malos tiempos y hoy, en entrevista con ElSiglo.cl confesó que a eso no volverá. “Por dos tipos de razones”, indicó. “Una es política, porque soy más útil donde estoy, pero la que pesa más es la personal. Tengo tres hijos pequeños, que van a tener que sufrir mucho por ser hijos de quienes son, y no les volvería a someter a lo que vendría si su padre asumiera determinadas responsabilidades políticas. Así que si falla la razón política, está la razón personal. No soy tan generoso, para mí, mis hijos están por delante de cualquier otra cosa consideración”.
Aclaró que la militancia política se practica en diversidad de espacios y ahora su fuerte está en las comunicaciones. Sobre todo porque defiende que la izquierda, sector con el que se identifica, se la juegue por su propio ejercicio mediático.
Este doctor en Ciencias Políticas, de 46 años, pareja de Irene Montero, exministra del Ministerio de Igualdad y secretaria política de Podemos, estableció, conocido el triunfo de Donald Trump, que “hay que radicalizarse” y apuntó que “la táctica de no dar miedo al adversario puede dar réditos en el terreno corto, pero al final quien domina la ideología se lleva el gato al agua”. Aseveró que el avance de la extrema derecha “es un síntoma inequívoco del fin de las democracias liberales”.
Se ve a Pablo Iglesias apasionado con las comunicaciones. La conversación fue en los estudios de Canal Red, en un barrio madrileño, en medio de grabación de programas, con integrantes del equipo concentrados frente a sus computadores, haciendo producción, buscando un café, intercambiando opiniones, y el periodismo se respiraba a fondo. Advirtió que ve a sectores y cuadros de la izquierda sin mucha consciencia de la necesidad de tener “poder mediático propio”, al tiempo que llamó a “armarse en lo mediático” para encarar las batalles ideológicas y políticas.
Los medios de comunicación son uno de “los terrenos políticos e ideológicos más importantes”.
¿Qué ha significativo para ti este salto de la política a las comunicaciones?
Son labores militantes, pero distintas. Cada vez que dicen eso de que “antes eras político y ahora no lo eres”, sostengo que siempre he sido militante, militante cuando estaba en las Juventudes Comunistas, militante cuando estaba en el movimiento de resistencia global, en las protestas en Praga, en Génova, militante cuando hacíamos cosas como investigadores universitarios, militante como secretario general de un partido, como vicepresidente en un Gobierno de España, y ahora como director de Canal Red. Creo que la política tiene muchos escenarios. Uno de ellos es la representación institucional, los cargos de partidos, pero hay muchos escenarios más, y uno de ellos son los medios de comunicación que es, a mi juicio, uno de los terrenos políticos e ideológicos más importantes.
Aparte de todo eso, eres socio en una taberna, que eso es otro rubro.
Lo de la taberna es un proyecto entre amigos que tiene una parte generacional. Hay hombres que a partir de cierta de edad se compran coches o se operan para colocarse pelo, y nosotros lo hemos llevado a abrir un bar, que quiere ser un espacio cultural también, un lugar de referencia para la gente de izquierda, un sitio donde pueda haber presentaciones de libros, pequeños conciertos, un refugio en una ciudad complicada como es Madrid. Dicho eso, creo que la izquierda debería asumir que en sistemas políticos de economías de mercado, la intervención en el ámbito empresarial es imprescindible, es algo que deberían asumir los sindicatos, no deberían estar sólo para organizar a los trabajadores y defender sus condiciones de trabajo, sino también para tratar de organizarse como empresas a través de fórmulas cooperativas u otras. Ojalá desde la izquierda fuéramos capaces de hacer cierta penetración ideológica en las empresas y los empresarios, porque si todo eso está en manos del enemigo, es muy difícil hacer política.
Hablando de penetración ideológica, de llegar con mensajes y relatos a la gente, ¿cómo están en Canal Red y con el programa La Base?
Estamos muy contentos porque dentro de ser un medio modesto, de los que se llaman medios alternativos, hemos crecido mucho y muy rápido, somos más de treinta personas trabajando en el equipo, además de colaboradores y corresponsales en muchísimos lugares de América Latina y de Europa. Nos sorprendió desde un principio la enorme audiencia que teníamos en América Latina, en algunos países con mayores números que los que tenemos en España.
¿A qué lo atribuyes?
Creo que hemos logrado dar con una tecla respecto a cuál debe ser la praxis y el discurso de la izquierda referente a lo mediático. Nosotros describimos a los medios de comunicación como actores políticos y, al mismo tiempo, decimos abiertamente que hacemos un periodismo que quiere ser muy riguroso, serio, pero que no oculta cuál es su orientación y su línea editorial. Creo que en América Latina muchos cuadros de la izquierda ven que las problemáticas de España podían ser muy similares a los problemas que tienen ellos con la correlación mediática y con algunos problemas estratégicos de la izquierda. Ven similitudes en su experiencia y ven que el instrumento que hemos construido les puede ser útil. Nuestro siguiente objetivo es crecer en América Latina, en lugares como México donde nos gustaría instalarnos porque se va a convertir en un epicentro del conjunto de la izquierda latinoamericana por la perspectiva que tiene el proyecto de la Cuarta Transformación y el peso político que tiene ese país. A ver si podemos construir proyectos en otros países de América Latina, con Chile tengo un vínculo emocional enorme…
…¿por qué?…
Porque Chile es una caja de herramientas teórica y una caja de resonancia sentimental de la izquierda en todo el mundo. A los mil días de (Salvador) Allende y el éxito del proyecto de la dictadura como trama y el poder mediático asociado a El Mercurio, como poder social de los empresarios y poder cultural de la derecha, como los experimentos fascistas, se convirtió en un paradigma para pensar la política en todas partes. Está toda esa experiencia desde la izquierda de “tenemos que ponernos de acuerdo con la Democracia Cristiana o nos darán un golpe de Estado” y, por otra parte, sectores de la izquierda que apostaron abiertamente por la lucha armada a partir de una lectura que señalaba la imposibilidad de una transformación socialista de la sociedad en los marcos de la legalidad burguesa, porque la derecha en última instancia deja de creer en la legalidad y la democracia cuando los resultados no le gustan. El diálogo con la experiencia chilena y guiado por una figura fascinante, por muchas razones, como la de Allende, está en el ADN de todas las izquierdas y en la propia izquierda chilena. Es imposible, por ejemplo para Gabriel Boric, separarse de ese referente simbólico, y ahí está su gesto frente a la estatua de Allende, la frase después de ganar la presidencia de “váyanse tranquilos a sus casas”, con confianza. Es un símbolo que forma parte de la identidad de la izquierda chilena y de la izquierda mundial. Por eso para nosotros fue increíble que en el país de los “Chicago Boys”, en el país del consenso de la Concertación, hubiera un estallido social, una opción electoral como la de Apruebo Dignidad con el Frente Amplio y el Partido Comunista, un presidente como Boric, ministras como Camila (Vallejo), como Giorgio (Jackson), eso era enormemente valioso. Al mismo tiempo que la violencia mediática que se lanzó contra ellos, que nos ha hecho ser muy críticos en el sentido de decir, compañeros, tienen que armarse en lo mediático, su trabajo no puede ser sólo llevarse bien con El Mercurio y La Tercera. Aunque no somos quién para decir algo, tengo la impresión que actuando así es muy difícil enfrentar el desafío comunicacional.
En fin, ustedes han avanzado, otorgan un ejemplo de real compromiso con las comunicaciones desde la izquierda, algo harto deficitario en Chile. Por cierto, ¿de dónde surgió el nombre La Base para el programa? ¿Tiene que ver con las “bases” o “células” de los partidos comunistas?
Se le ocurrió a Manu Levin, exactamente por esa ambivalencia, porque la base era, la base social, los comités de base, el lugar donde te reagrupas después de que te golpean, es un homenaje a lo que representa lo colectivo frente a lo individual en un contexto en que parece que para hacer política tienes que ser famoso y tener tu propio perfil en las redes sociales. Manu es una cabeza privilegiada eligiendo buenos nombres y se le ocurrió La Base.
¿En España qué incidencia tienen ustedes? Está el Canal Red, La Base, tienen ahora un periódico, “Diario Red”.
La Base se mueve en Internet, en Youtube, en esos ámbitos es cada vez más fuerte, se ha logrado que nos conozca mucha gente, llegamos a tener 200 mil, 300 mil reproducciones diarias, y eso se mide ya con programas de la televisión convencional. El peso de las redes sociales y la comunicación por Internet ha ganado mucho. El periódico está empezando, y el periódico representó una necesidad para la televisión, no puedes hacer televisión sino tienes periódico, porque hay que definir los enfoques y temas de los programas y si no tienes tu propio periódico te lo hacen otros. Es un periódico con editorial, con buenos profesionales trabajando, incluidos latinoamericanos, nos gustaría dar más información original, y en cualquier caso es ineludible para marcar línea.
“Hemos visto a compañeros y compañeras más convencionales a la hora de definir los terrenos de la política”
¿Crees que desde las fuerzas de izquierda, de los gobiernos de izquierda, hay incomprensión -en lo concreto- respecto a la necesidad de contar con sus propios medios de prensa, desarrollarlos, afirmarlos, sobre todo si ya existen?
En algunos lugares más que en otros. Por ejemplo en México, tanto por parte de Andrés Manuel López Obrador, como de Claudia (Sheinbaum) y del morenismo (el partido Movimiento de Regeneración Nacional), hay una comprensión real de que ese es un terreno de batalla fundamental, sino no habrían existido las “mañaneras”, sino no nos habrían dado entrevistas a nosotros, y vemos lo que hacen con los medios públicos. Ahí vemos una izquierda pragmática, capaz de llegar a acuerdos difíciles, de navegar en medio de contradicciones, pero teniendo muy claro lo que representa la correlación de fuerzas en el poder mediático. En otras partes, y ahí viene el ejemplo de Chile, lo que hemos percibido es menos consciencia de eso. Como a pesar de ser más jóvenes y más cercanos a nosotros por origen, les hemos visto a los compañeros y compañeras más convencionales a la hora de definir los terrenos de la política. La política es el Parlamento, es el Gobierno, es tener medios, es tener buenos portavoces capaces de resistir entrevistas difíciles de los medios convencionales. La política también es movilización social. Hay que recordar que los medios no son mensajeros neutrales, son actores políticos y hay que señalarlos como tales.
En Chile dicen que El Mercurio le marca la línea editorial a los canales de televisión y a los informativos de radios.
Evidentemente, eso es así. Cualquiera que trabaje en la televisión, cuando se hace la reunión editorial, cuando se seleccionan las noticias, se mira el periódico que ya trae un enfoque. No hay tarea más política que decidir qué noticias se dan y cuáles no, no hay tarea más política que decidir el enfoque, esa es una tarea de cuadro político, y eso lo hace el periódico. Después la televisión traduce eso al lenguaje audiovisual, y cumple su tarea política con el enfoque y prioridad de noticias. Hay algo que me divierte bastante y es que al final, los dirigentes de Podemos, que es el partido donde sigo militando, y también de otros partidos de izquierda con los que somos críticos, reconocen que lo que escribimos nosotros lo usan como referencia porque no hay nadie que desde la izquierda haga ese trabajo.
Ustedes rompieron con cierta característica de que los medios de izquierda son muy rígidos, poco autocríticos con los sucesos, que pasan la raya de ser “cuidadosos” con no abordar temas conflictivos, y se tientan con ser meros boletines. Dirigentes de izquierda critican eso, pero cuando llegan al Gobierno lo piden o lo exigen. Se omiten debates. ¿Eso ha tenido costos para ustedes?
Mira, paradójicamente a nosotros nos critican ser un medio de partido. No somos un medio de partido, no somos un órgano de expresión de partido, no decide una dirección de partido los contenidos, no somos eso, a pesar de que no ocultamos las afinidades que están claras. Pero a mi juicio no puede haber vínculos orgánicos entre el medio de comunicación y el partido, aunque participemos de un mismo proyecto cultural, que es distinto. Para nosotros un modelo de referencia fue siempre lo que es ahora Ara en el País Vasco, un medio de comunicación inequívocamente comprometido con un proyecto cultural, nacional, pero que no tenía vínculos con los partidos de Herri Batasuna, sino en todo caso, un vínculo cultural de la izquierda. Bueno, con una estructura empresarial propia, que funciona a partir del apoyo popular, nosotros tenemos el 90% de ingresos de los socios que pagan una media de diez euros al mes. Tenemos claro que no somos neutrales, compartimos con Podemos un proyecto cultural e ideológico, pero no somos estructura dependiente. Muchas veces tenemos choques porque hay dirigentes del partido que creen que pueden mandar un artículo de opinión y que se lo vamos a publicar, pero les decimos, no te equivoques, no recibimos artículos, los encargamos. Cuando los partidos de izquierda llegan a la conclusión que hay que tener poder mediático propio, deberían aprender más del adversario, que tiene una concepción gramsciana de la política a veces más evidente que la nuestra. La derecha tiene sus militantes en la judicatura, en el Ejército, en la policía, los tiene en las empresas, en los medios de comunicación, y no tienen porqué tener carné del partido.
“El malmenorismo no funciona”
Ganó Donald Trump en Estados Unidos. Conocido el resultado, dijiste que hay que radicalizarse. ¿A qué te referías?
Es una expresión pretendidamente provocadora para llamar la atención. Básicamente traté de decir que el malmenorismo no funciona, eso de qué aportaba (Kamala) Harris, y contestar, no ser Trump. ¿Qué piensa de lo de Palestina?, ah, yo apoyo a los sionistas pero no soy Trump, ¿qué piensa de la situación de la clase trabajadora?, bueno, no haremos grandes avances pero no soy tan mala como Trump. Ese planteamiento de los demócratas en Estados Unidos, que copian muchas izquierdas en otros lugares de “oh Dios mío, viene la ultraderecha, y cualquier cosa es preferible a eso”, es regalarle el terreno del juego ideológico a la derecha. Cuando la derecha dice simplemente que un Estado que garantice defender los servicios públicos es socialismo soviético, hay que responder, pues sí, si va a haber un Estado que garantice la salud, la educación, los servicios sociales, que garantice que se pueden expropiar empresas cuando sea necesario o que se pueden nacionalizar empresas y que garantice el orden y la eficacia cuando llega una pandemia o una catástrofe natural. Ustedes adelantan las líneas ideológicas, van a acusar de comunista a quien defienda que tienen que existir instituciones públicas que garanticen derechos, pues yo también adelanto las líneas ideológicas y vamos a tener un debate ideológico de verdad. Esa cosa de los liberales asustados buscando un centro que no existe para enfrentar a la ultraderecha, me parece de una enorme ingenuidad. Cuando, además, la democracia liberal nunca ha sido un proyecto político, nunca ha sido un mínimo común denominador ideológico de nada, sino la expresión de una correlación de fuerzas. Si la gente puede votar, eso fue el resultado del conflicto con el movimiento obrero que exigía el sufragio, si las mujeres pueden votar, es el resultado del conflicto con las feministas, si las personas del mismo sexo pueden casarse, es el resultado de un conflicto. Vimos el resultado de sociedades en que el avance democrático fue resultado del conflicto, es más, la democracia es un proceso histórico de expropiación del poder de las minorías para convertir los privilegios en derechos. Decir esto así, confrontar ideológicamente con un adversario en proceso de fascistización, a mi juicio es puro sentido común. Entonces claro que hay que radicalizarse. El que la izquierda acepte que vivimos en un mundo ideológico en el que nos tiene que asustar hablar de impuestos porque la mayor parte de la gente dice que los impuestos son malos, es regalar el terreno ideológico al adversario. Yo vi la campaña en Chile de la nueva Constitución y la derecha diciendo que te van a quitar la segunda casa, que el dinero es mío, que la Constitución va a generar desorden, y el efecto que tuvo revela la victoria ideológica del pinochetismo durante muchas décadas. ¿Qué hacer con eso? ¿Asustarse, tener miedo, o asumir un combate ideológico? La táctica de no dar miedo al adversario puede dar réditos en el terreno corto, pero al final quien domina la ideología se lleva el gato al agua.
¿Es como que la izquierda mantenga una postura soberana de su proyecto? Porque se suele hablar de aliarse con el centro -si existe-, correrse a la derecha, restringir las reformas, no profundizar para mantener la estabilidad o incluso los votos.
Yo he estado en un Gobierno con una posición minoritaria, con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), en un país de Europa Occidental, que es miembro de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), y de la Unión Europea. Es decir, las posibilidades de transformación en una dirección digamos de izquierda, en un país que no tiene soberanía monetaria, que depende del Banco Central europeo, que los planes económicos los tiene que aprobar Bruselas, son mínimas. Yo era perfectamente consciente de eso, los avances de políticas públicas que podíamos hacer se enmarcaban dentro del orden liberal europeo. Pero no pasa nada por decir la verdad sobre eso, no hay que mentir a la gente, decir que esta es la correlación de fuerzas, que hay cosas que no vamos a poder cambiar porque tener el Gobierno no es tener el poder. Solamente el hecho de decirlo, de decir que el capitalismo es un sistema que nos lleva a la destrucción, que la OTAN está puesta al servicio de los Estados Unidos y no al servicio de nuestros intereses, decir eso dentro de un Gobierno y explicar cada avance que logras, como subir el salario mínimo, en materia de cultura, en batallas feministas, y levantar una ideología como el mejor antídoto ante el fascismo, ya es un logro enormemente valioso. Hay una trampa en el mundo cultural comunista que dice que si estás fuera del Gobierno puedes ser muy radical en lo que dices, pero en la medida que entras en un Gobierno, tienes que mimetizarte con los socialdemócratas. Se puede asumir que se puede gobernar con los socialdemócratas, porque el Gobierno es un terreno de disputa y de combate político, no hay por qué convertirse en ellos por el hecho de compartir un Gobierno. Se puede usar el Gobierno para llevar adelante una serie de avances que permitan que esa cultura que tenga el socialismo pueda avanzar sin engañar a la gente y sin proponerle cosas que no son viables en términos de la correlación de fuerzas.
“El auge de las extremas derechas es de las mejores pruebas de lucidez de la derecha y los sectores que representa”
¿Cuál es la mirada que tienes del avance de la derecha y la extrema derecha en Europa y en América Latina?
Es un síntoma inequívoco del fin de las democracias liberales. Las democracias liberales tenían mucho del contexto de la correlación de fuerzas de la Guerra Fría, que empezó en 1917, no en 1945. El auge de las extremas derechas es una de las mejores pruebas de la lucidez de la derecha y los sectores que representa respecto a la época y el mundo que estamos viviendo.
En ese marco, ¿cómo ves el proceso de los BRICS?
Es tremendo. En el contexto en que se pretendía señalar a Rusia como un Estado aislado, un señor de derecha y anti bolchevique como (Vladimir) Putin, es capaz de hacer un discurso que suena progresista en América Latina y organizar un encuentro en su territorio con buena parte de las economías emergentes más fuertes del mundo y decir “¿aislado yo?”. Es una nueva expresión de la batalla geopolítica en donde es evidente que la democracia es lo de menos. De hecho, algunos analistas dicen que la victoria de Trump acelerará una resolución del conflicto de la guerra ruso-ucraniana favorable a lo que ha ganado en el campo de batalla el Ejército ruso.
Fotos: El Siglo.
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