A cinco años de la revuelta: dejar el miedo y volver a soñar

A cinco años del 18 de octubre, no mucho ha cambiado; las pensiones miserables, una atención de salud que aún depende del propio bolsillo y el alto costo de la vida que ha provocado la instalación del modelo nacido en dictadura, junto a los constantes episodios de colusión que vemos todos los años, siguen presentes.

Ana María Gazmuri Vieira. Actriz y Diputada. 10/2024. No es casual que los medios de comunicación hegemónicos y la derecha chilena se hayan apresurado en redefinir lo que fue el estallido social, cuando se cumplen cinco años de su conmemoración. Las más de 10 páginas que publicó El Mercurio el fin de semana pasado -más portada- son prueba del afán que tiene la elite por redefinir la revuelta popular en sus términos, reescribir la historia y reducirla sólo a hechos de violencia.

Puedo decir con certeza que la Revuelta se esperaba. No tenía fecha ni hora, pero hace tiempo se respiraba malestar. La Revuelta no fue sólo un asunto de tomarse las calles masivamente, rompiendo los límites de lo establecido. La experiencia de los cabildos autoconvocados, debió ser una de las más interesantes y ricas formas de expresión social. La Revuelta hizo evidente los dolores de un pueblo que se alzó para ser escuchado en la toma de decisiones del país.

Los medios de comunicación hegemónicos, la derecha y algunos que se suponen de izquierda, han caído en la tentación de intentar reescribir la historia, criminalizando y estigmatizando la revuelta popular, repitiendo a diestra y siniestra que se trató de un estallido delictual. No fue así. Fueron días históricos, inolvidables, en los que la esperanza de Chile tomaba un curso diferente. Y sí, hubo manifestaciones violentas, pero estos episodios no se comparan con las cientos de manifestaciones pacíficas, en las que participaron millones de chilenas y chilenos, expresándose en la más amplia diversidad.

El diario de los Edwards, en portada del domingo pasado, señaló que la frustración y la rabia son los sentimientos que predominan en los chilenos al recordar el estallido. Me pregunto, ¿no era en ese entonces, la frustración y la rabia, las que pulsaban en el sentir mayoritario de los chilenos? Lo que las portadas de los diarios omiten es que en la misma encuesta que citan, la mayoría sigue percibiendo el periodo de la revuelta como una legítima expresión de un descontento social, o que para el 80% de los encuestados, las demandas sociales no han sido resueltas e incluso han empeorado. A cinco años del 18 de octubre, no mucho ha cambiado; las pensiones miserables, una atención de salud que aún depende del propio bolsillo y el alto costo de la vida que ha provocado la instalación del modelo nacido en dictadura, junto a los constantes episodios de colusión que vemos todos los años, siguen presentes.

Ya sabemos cómo la clase política leyó ese periodo: cómo olvidar al expresidente Piñera, que ante el descontento generalizado del país, nos dijo que en realidad Chile era un oasis. Lo que no nos dijo Piñera, es que Chile era un paraíso, pero para todos sus amigos: los Chadwick, los Hermosilla, los  Ward y los Guerra.

Gracias a los chats de Hermosilla, también sabemos cómo interpretó el gran empresariado ese momento: “Estoy armando mi propio ejército. 500 efectivos”, “que respeten los rotos de mierda”, hasta llegar al “me voy a sumar a las 500 lucas y 40 horas”. Esa fue su miserable concesión, un poco de derechos a cambio de no seguir molestando.

Que no les emborrache a algunos la sensación de victoria, tras haber provocado el fracaso de un proceso constitucional paritario, popular y democrático. Eso solo logró postergar la urgente necesidad de cambiar las cosas, de avanzar hacia la profundización de esta democracia, aún  tutelada por el poder económico. Aún no hay justicia para la inmensa mayoría de las víctimas de la brutal represión policial y a 5 años de la revuelta, estamos lejos de tener el Chile que queremos, pero si el miedo nos gana, no podremos ni siquiera soñarlo.

 

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