HABLEMOS DE LA TELE. Democracia ¿al mercado?
La televisión desperdicia tiempo en banalidades, en entretención y muy poco en formación ciudadana, ni debates constructivos sobre temas esenciales como el actual proceso de redacción de una nueva Constitución Política del Estado.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 28/9/2023. Para Canal 13, El Mercurio y Radio Biobío, pareciera ser que la democracia es un mero artículo de consumo para exhibir en el mercado que se vende, se compra, se arrienda, se suspende, se elimina, como cualquier producto de primera necesidad. Los programas de televisión muestran todos los días lo lejano que está nuestro actual ordenamiento jurídico y la institucionalidad, de una sociedad realmente democrática.
Notas periodísticas, reportajes, espacios “culturales” y otros -desde el Canal “público” o las estaciones comerciales- incluyen denuncias, casos evidentes de desigualdades ante la justicia, la salud, la educación, la vivienda y otros aspectos esenciales de la vida cotidiana que demuestran los bajos estándares de democratización, las inequidades e injusticias flagrantes que separan a ricos de pobres, a trabajadores de empresarios, incluidos pequeños emprendedores, creadores, artesanos, artistas e intelectuales.
Hasta el sociólogo más desinformado reconoce que la mentada democracia es un complejo proceso histórico-político en el cual, precisamente medios de comunicación tan importantes como la televisión, la prensa, las radios -y ahora también las redes sociales- tienen un rol trascendente para su concreción, que lamentablemente no asumen a cabalidad.
Sobre todo, la televisión desperdicia tiempo en banalidades, en entretención y muy poco en formación ciudadana, ni debates constructivos sobre temas esenciales como el actual proceso de redacción de una nueva Constitución Política del Estado, hoy en día en manos de una mayoría circunstancial Republicana. La carencia de informaciones sobre lo acaecido al interior del Consejo Constitucional y la “pasada de máquina” con las enmiendas al texto propuesto por la Comisión Experta es tan riesgosa como peligrosa y, hasta ahora, conduce indefectiblemente a la indiferencia, sino al rechazo y la abstención ante el plebiscito del 17 de diciembre.
Mientras en las actuales sesiones plenarias los consejeros electos aprueban o rechazan las enmiendas, la inmensa mayoría de la población se mantiene expectante pero también ignorante respecto a alcances, proyecciones y alternativas sobre los artículos que contendrá el próximo texto constitucional y sólo se han “filtrado” los más discutibles y cuestionables como “el derecho del que está por nacer” (¿?), la conmutación de penas de cárcel por arresto domiciliario a responsables de crímenes de lesa humanidad, el fin de la paridad, de los escaños reservados, el retorno al centralismo y la mantención de sistemas jurídicos y políticos que no han traído equilibrio ni democracia a nuestra convivencia.
Así mismo, la reiteración evasiva del término de Estado “subsidiario” en lugar del Estado social y democrático de derechos en el articulado permitiría la mantención del lucro y de la propiedad en manos privadas de la salud, la educación, la vivienda y otros derechos. Del mismo modo, la incorporación de las Isapres y las AFP con rango constitucional impide un sistema universal de salud y un servicio previsional solidario y de reparto con rango civilizatorio.
¿Qué hace la televisión, sino que difundir hasta el cansancio las bondades del sistema privado de pensiones, de una salud para ricos y otra para pobres? Así como de una educación pública cada vez más carenciada y olvidada por el Estado, mientras las empresas creadas ad hoc son las principales financieras de programas, espectáculos, entretención y hasta una cultura sesgada de nuestras raíces originales que nos conduce a una identidad colonizada y falsa a través de la publicidad. “Estado Nacional”, “Mesa central”, “Tolerancia Cero”, “Lugares que hablan”, “El purgatorio”, los realities shows y las teleseries turcas y otras, contribuyen a la desinformación y la construcción de una realidad falsa, antojadiza y que sirve los intereses de grandes capitales financieros en desmedro de nuestro crecimiento y desarrollo productivo.
De esta manera, el complejo proceso de transición de la dictadura civil militar iniciado en la década de los 90 aún no fructifica ni siquiera se consolida en rumbos fijos delineados por grandes mayorías, sino al menos -hasta ahora- en manos de pseudos caudillos populistas y neofascistas que se aprestan a obtener réditos en las próximas elecciones.
Los canales de televisión y otros medios apuestan irreversiblemente a los comicios como la única y más “excelsa” forma de democracia, como si el derecho a voto fuera la panacea de una sociedad mejor y una democracia cautelada en cuestionamiento o a su venta en el mercado como un producto más. Entre los más entusiastas vendedores de estas “ilusiones”: Rodolfo Carter, Iván Moreira, Rojo Edwards, Karla Rubilar, Gonzalo de la Carrera, los Kayser y otros. La responsabilidad de los medios será ineludible a largo plazo mientras las disputas entre las derechas ni siquiera dejan ver el bosque. En tanto, las ilegales casas de apuestas on line van desplazando al retail, los malls, las bebidas energéticas y otros entes comerciales en la obtención de recursos millonarios para seguir fingiendo que vivimos en democracia.
“Sin libertad de expresión no hay democracia y sin democracia no hay libertad de expresión” es mucho más que una frase retórica y nos falta mucho más en el ámbito de los actuales medios de comunicación de masas. La democracia no se transa en el mercado y así lo debería entender nuestra televisión.
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