Apuntes sobre Cantos del bastón o el eco del desierto
La primera afirmación o provocación, es que la poesía de Bernardo González se ubica en un territorio fronterizo -y cuando digo frontera, no me estoy refiriendo a una definición geográfica, sino a un ámbito cultural, vivencial.
Omar Cid (*). Santiago. 05/2022. Me gusta el concepto de apuntes, habla de una dimensión de construcción intelectual de pretensión controlada, eso que el profesor Patricio Marchant, vislumbraba como escritura y temblor. Algo así, me pasa cuando logro visualizar algunos aspectos de la obra de Bernardo González.
La primera afirmación o provocación, es que la poesía de Bernardo se ubica en un territorio fronterizo -y cuando digo frontera, no me estoy refiriendo a una definición geográfica, sino a un ámbito cultural, vivencial. Repito, no confunda con provincia o región, nada más lejano a ello, porque esas categorías parafraseando a Enrique Dussel, son parte de la geopolítica en su dimensión estético literaria, Es decir, del proceso de ocultamiento corpo-epistémico de quiénes construyen lo que se conoce como “canon”. Ese encubrimiento, permite trasladar la línea del no ser, a diferentes expresiones artístico literarias, bajo el argumento que no dan cuenta de una supuesta universalidad. Bajo esa premisa, el canon no es otra cosa que, la fetichización de la belleza, fundada desde una óptica eurocéntrica.
Volvamos a la frontera, la línea demarcatoria, comienza con Catacumbas en 1981, llama la atención el sello místico religioso que adquiere por momentos el libro, cuya clave de lectura, se ubica bajo la óptica de la Teología de la liberación. Esa huella, se puede rastrear en sus proyectos de escritura posteriores. La mención a José Comblin[1], en este caso, no puede ser tomada a la ligera, como tampoco la de Monseñor Manuel Larraín. Para no referirme a lo que cae de maduro, el nombre mismo del texto, cuya narración histórica, apunta a las primeras comunidades cristianas, perseguidas y martirizadas por el imperio romano. Entonces, en tiempos de dictadura a la chilena, el poeta talquino escribe salmos.
Catacumbas
Nunca necesité
drogas
putas
café
ni cigarrillos
para escribir
salmos
en las letrinas.
(Libro Catacumbas, Pág.16)
La Catedral
“Monseñor/ la catedral por la ciudad se expande/ y germina en los tugurios latos…Hoy la carretera en sangre dilatada/moja el pan redimido”. (Pág.22)
Hay un concepto que subyace a esta mirada, donde la memoria y la conciencia histórica acompañan el momento final, se trata de la redención, podríamos acotarnos al significado teológico del término, entendido como liberar al que está en estado de esclavitud, rescatándolo o redimiéndolo, esa dimensión respetable, no obstante, me parece estrecha. Tal vez, sin sospecharlo, sólo por intuición creativa, el autor se acerca a una interpretación más ecuménica. De hecho, la tesis 2 de la filosofía de la historia de Walter Benjamín, podría iluminar de mejor manera esta opción.
“El pasado lleva consigo un índice temporal mediante el cual queda remitido a la redención. Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos”.
El ángel de la historia de Benjamin, se cierne sobre la poesía y retrata la catástrofe, la ruina sobre ruina del huracán moderno que lo arrastra hacia el presente y futuro, pero las lágrimas no alcanzan a procesarse, por el estupor de los muertos y de la destrucción. El maestro judío-alemán, sugiere en la tesis 10, el método de las reglas de meditación de los monjes, como un escudo de protección ante las corrientes de la modernidad.
Esa puede ser una explicación, al muro místico que protege el territorio, donde la redención, llevada a cabo por medio de la palabra escrita, para ser preciso el verso, usa los cinco sentidos para lavar las heridas de su pueblo. Así concibe el oficio el poeta, de este modo construye su imaginario, su arte. Selecciono tres ejemplos que, entre otros, ayuden a entender esta interpretación:
“Allí quedó sembrado un tiempo
-una historia, un rumbo, una caricia
Bajo las gotas los impactos danzan
y encienden las luces del camino
Las plazas se llenan de estatuas
mientras los niños juegan con el polvo
de tus ojos, de tus huesos, de tus uñas”.
(Neltume, Poemas simples 1984, Pág.29)
“A veces llegan espíritus que nos miran a los ojos/ y escupen las señas marcadas a fuego en la memoria/ pero se van en el viento, como todas las cosas/ y amenazan del camino con volver en otoño”. (Alguien detrás de las cortinas sabe que va a pasar la romería, del libro Contemplaciones 1985, Pág44)
“Entonces los carros abandonados
que ahora se ven en los pueblos fantasmas del ramal
volvieron a surcar con pasajeros
que miraban sorprendidos la cosecha”.
(El tiempo es un tren con pasajeros, del libro Nuevamente los pájaros acuden a rescatar mi soledad, 1990, Pág. 88)
Bajo la triada, memoria, historia y redención, se da contenido al espacio fronterizo, generando con ello un punto de negación profética, donde la comunidad, la naturaleza, la fe de un pueblo, se opone discursivamente al proyecto individual moderno y la destrucción que conlleva. Con ello, el camino contemplativo se consolida. Vuelvo a una referencia inicial, el profesor Marchant, se pregunta sobre las formas de sentir, escribir, sufrir, crear en una realidad colonizada, bajo los valores y la cultura anglosajona, se trata de un grito nacionalista, en ningún caso, calibrar la dimensión y límite del: Discurso sobre los ingleses[2]. Es curioso, como uno de los opuestos que establece es el accionar del místico.
Álbum
“Las carretelas de la panadería La Fortuna
ya no pasan por mi barrio
Gisela ya no salta la araucaria del jardín
ni el Piduco, el estero de mi pueblo donde pescaba
el vecino, tiene ahora tres brazos
Antes, cuando me tendía en los prados de la Alameda
cruzaba un auto cada diez minutos
y los plátanos orientales se llenaban de jilgueros”.
(Memorias del agua 1999, Pág.121)
Adriana Bórquez
in memoriam
Los necios
que te torturaron
Adriana
nunca supieron
ni sabrán
que la única
verdad que
podían sacarte
estaba a ojos vistas:
el amor
a tu pueblo
(Monasterio de Quilvo, 2021, Pág. 320)
Hotel Temuco
(1918 – 1991)
Antiguas noches han rodado
por las tejas del barrio
al cuarto azul de los enamorados
quedó en el timbre una sospecha
un dolor aquí
un gusto a todo lo que podíamos hacer
Ayer lo han demolido
Ayer murió mi adolescencia
(Memorias del agua, 1999)
Segunda provocación, la poesía, el trabajo literario de Bernardo, como el de pocos, construye una exterioridad, una alteridad que se opone a la totalidad moderna, en su faceta mercantil, individualista y constructora de fetiches o becerros de oro, como nos lo recuerda Enrique Dussel[3]. Entonces, tenemos a un escritor, dialogando con la poesía de los lares, con los románticos, como diría el maestro de Treveris, los subsume[4], lo que habla de un proceso de madurez creativa, de seguridad, basada en los pilares en que se fundamenta su propia escritura, donde los salmos y ciertos aspectos de la cultura semita se encuentran presentes, lo que no descarta otras tradiciones. Por añadidura, se deja arrullar por la cosmogonía de Ernesto Cardenal, la experiencia ecuménica de Thomas Merton, las lejanas voces de los poetas de oriente, generando una especie de eco-comunitarismo poético, donde ríos, pájaros, frutos de distintos sabores y lugares, tienen cabida.
Su propuesta al ser cósmica, no se siente cómoda con las corrientes posmodernas que, al alero de los 90 se diseminaron en el espacio cultural, tomando fuerza en la literatura. Su mérito, en esas circunstancias fue y es, seguir profundizando en su opción. Aclaro, no se trata de una poética puritana, dialoga, en palabras sencillas: distingue el trigo de la paja y sigue en busca de la tierra prometida, por medio de la palabra.
Como un herido a muerte
“Definitivamente, no quiero leer en las cantinas
ni con megáfono en mano en un paseo público
tampoco bajo toldos con pruebas de sonido
ni en el carro resbaladizo de ninguna victoria
menos, torpe anciano decrépito y olvidadizo
en el teatro apercancado de mi pueblo natal
No; acaso te susurre de cara al infinito
un poema tan sencillo como el agua
que deje en tus oídos mis últimas palabras
así un herido a muerte en su hora final”
La cabaña del monje, Pág.277
Son cuarenta años de escritura. Delimitado el territorio, establecido el proceso de construcción identitaria, se abre el espacio de celebración de la vida, del encuentro con los otros, es evidente que existen otras vertientes de análisis, a las que se puede sacar provecho y aprender de ellas, especialmente en la línea minimalista, insisto en la corriente eco-comunitarista muy marcada y que va madurando con el tiempo.
El bello proyecto Canto del bastón, es también un esfuerzo de re-escritura, de vuelta atrás, buscando las huellas de lo andado, algo así como Quo Vadis Bernardo. Una de las bondades de ser lector, es la posibilidad de recrear lo leído, sin renunciar a los propios fantasmas. Me queda dando el último poema, por la dimensión ritual que cumple, la hostia es un signo de comunión, de sentirse parte de un mundo que se niega a desaparecer y reivindica su existencia, en la palabra poetizada.
Soy tu hostia
Dice una voz:
Cuídame
respétame
Conságrame
Soy tu hostia:
frágil membrana
atravesada
por la luz…
(Fragmento, Monasterio de Quilvo,2021, Pág. 328)
(*)Escritor y analista político. Subdirector Crónica Digital.