Comunismo en sociedad esquimal

“Estoy consciente que hay diferencias entre el hombre blanco y el esquimal, pero ¿quién se atreve a decir que uno es mejor que el otro?  Es difícil definir, pero me atrevo a decir que el esquimal es el más feliz porque los compañeros del poblado que lo rodea tienen las mismas condiciones como él mismo. Nadie es más rico y despierta envidia, nadie es más pobre y siente rencor hacia su prójimo. Creo que será el nivel máximo de alzar en este mundo”.

Peter Freuchen(*). Periodista. “SKUB”. Dinamarca 1928. Permítanme empezar con una advertencia, para evitar malos entendidos, es que casi no sé nada del comunismo en un país tan grande como Rusia, sistematizado y liderado bajo condiciones que son desconocidas para mí.

Pero personalmente he vivido muchos años entre esquimales, el pueblo más nortino del mundo. Seres humanos que han sabido permanecer bajo las condiciones de la naturaleza muy duras. Esto solamente ha sido posible porque se ayudan mutuamente y comparten todo.

Los esquimales viven siempre de su captura, en pequeños kayak -barco que se fabrica con entramado sea de palos o de huesos de animales y cubiertos con cuero de focas- que se lanzan al mar y dan muerte a los animales de los cuales viven. En el verano viven en carpas de cuero o de focas o renos, en el invierno construyen sus casas de nieve, de material hay suficiente y no vale nada.

Los esquimales han entendido que necesitan ayudarse para sobrevivir. A menudo son tan grandes los animales que tienen que capturar, como ballenas, morsas u otro, que es práctico tener ayuda en la captura, además se ha demostrado que incluso los animales pequeños se capturan más fácilmente cuando se ayudan todos. Por eso han construido su sociedad como lo han hecho.

Los esquimales viven en pequeños grupos, los poblados no cuentan con más de cinco a seis familias, normalmente menos, y ellos comparten casi todo.

Cuando llegué la primera vez a Tule, donde los esquimales paganos, que sin ninguna especie de atado vivían como sus padres por múltiples generaciones hacia atrás, me llevaron al mar a cazar morsa. Resultó que cuando capturaron la primera morsa no sabía cómo sacar el cuero y por eso me mantenía atrás, pero igual recibí un inmenso pedazo de carne, más grande que lo que me podría llevar.

Emocionado le di las gracias al hombre que primeramente había puesto su arpón en la morsa y después puse mi pedazo en un dolmen por así guardar la carne para el invierno. Al día siguiente de nuevo capturamos una morsa y al otro día dos, y así se repetía, y continuamente recibía mi parte de la carne, y eso aunque yo ayudaba poco o nada en la matanza de los animales.

Sin embargo, estaba feliz con mi carne y agradecía, y la guardaba igual como los demás. Después, acostados en la carpa, había un viejo sabio que me decía que no debería dar mis gracias por recibir mi parte de captura. No era un regalo que me entregaban, era solamente mi derecho de obtenerlo, por lo tanto, no podría mostrar gratitud para no avergonzar a nadie del grupo.

Al preguntar el viejo sabio que me explicara, me dijo: “Aquí no damos las gracias, sino tomamos parte de los beneficios de la vida. Cada hombre que participa en una excursión de cazar recibe su pedazo de carne cuando se mata algo. Hoy día eres tú que recibes, mañana quizás yo. ¿Sería correcto que un hombre quede sin nada solo porque su kayak estaba lejos de dónde se mostró la morsa? Cada hombre tiene su parte solo por estar presente. Si hay cinco hombres, se divide la morsa en cinco pedazos, si hay doce, se divide en doce, y por eso no se puede mostrar envidia. Es un derecho de nosotros como seres humanos. Una vez llegado a la tierra tiene que vivir, y ¿quién tiene más derecho que otro? Entonces ¿quién está más comprometido a ayudar que su propio semejante? ¿No será incómodo en el poblado estar mostrando gratitud cada vez que comes comida o necesitas tocino para tú lámpara? Tampoco sería agradable para aquél que capta mucho si sus compañeros siempre se muestran libres hacia él, debido a que él era capaz de darles a ellos lo que no podría conseguir solo. No, deje que todos sean iguales y compartir lo que se caza para el poblado, eso trae felicidad y eso es lo que perseguimos. Pues con regalos se crean esclavos, asimismo como crear un perro con el azote”.

Era un viejo sabio que me contaba eso, un cazador ya viejo y con menos fuerza que antes.

Su casa no sufría por eso, tenían en común la carne que conseguía el grupo, luego entendí que era por eso que la felicidad por la vida nunca se les venció a los esquimales. Todos los habitantes del poblado estaban iguales de riqueza, pero él que tenía más talento, tenía la fortuna de liderar a los demás. Él proponía las excursiones de caza y planificaba la caza de osos y estaba en la primera línea en las salidas, si los otros lo querían seguir o no, era su propia decisión. Seguir su huella era seguro y consolidado, pero a nadie se le ocurría que por eso le iban a dar más comida o mejores ropas. El sistema se seguía consecuentemente, cuando había comida en el poblado, teníamos todos para comer, si había menos alimentos, pasaba cada casa por hambre. El ánimo seguía siendo el mismo pues no había a nadie que culpar por los tiempos malos, teníamos todos la misma responsabilidad por las equivocaciones, la misma responsabilidad en todo.

El reino esquimal es un país sin leyes escritas. Las casas ahí se habitan al inicio del invierno, son de piedras en Quaanaaq (Tule) y cuando llega el verano se saca el techo para que entre el sol y derrite el hielo que se ha formado por dentro la casa, para secar la humedad de invierno. Pero el próximo año otra familia puede tomar la casa en su posesión y arreglarla para su familia, entonces es de él por mientras la habita. Expandido por todo el terreno del poblado hay fundamentos, que se arregla y ocupa la que quiere vivir ahí. Raras veces he visto que alguien empezara de cero con piedras, maderas, etc. -la verdad es que lo he visto cuatro veces no más en todos mis años aquí en el distrito de Quaanaaq-. Igual al año siguiente la casa volvió a posesión de toda la tribu. La tierra era del pueblo y las piedras y turbas, que se usan para construir, pertenecen a todos. Estoy inclinado a pensar que su ánimo, lo feliz y amable que son, se atribuye justamente a esto. Es muy tranquilizante viajar por la vía de costa (en trineo con tiro de perros) y saber que es permitido abrir los depósitos de carne, la gente lo ha dejado ahí y se puede sacar lo que se necesite.

Me ha pasado más de una vez en mis recorridos que me faltaba comida de perros, pero cuando descubría un depósito de carne, sacaba lo necesario para nosotros y los perros. Tapábamos los restos, seguíamos nuestro viaje con la conciencia limpia y luego al encontrarse con el cazador, le decimos que habíamos usado su carne. Se sentía honrado de haber podido ayudar a otro ser sin estar presente en persona, esa sensación sería suficiente de pago.

Me costó adaptarme al sistema.

Recuerdo que una vez estábamos cazando morsas sobre el hielo nuevo en otoño. Hacia frío, pero no había nieve para construir casa y no había otra que dormir arriba de nuestros trineos y quemábamos fuegos de grasa para cocer nuestra comida, oscureció temprano y nos sobraba tiempo. De repente a un joven se le ocurre una idea: “Vamos a comer huevos” dijo. “¡El Peter grande, tiene huevos más allá arriba, vámonos a comer!”.

Mi ánimo se bajaba, me recordé cómo había juntado miles de huevos en la primavera mientras los demás los habían comido al instante. Era mi esperanza comer un par de huevos al día durante todo el invierno, pero ellos estaban lejos de esa idea y como lo de ellos era mío, lo mío naturalmente también era de ellos. Lo único que se podría hacer era alegrarme con ellos por su buena idea y todos corríamos riendo hacia arriba a abrir los depósitos. Son ricos los huevos congelados que se mantienem un rato en la mano para descongelar la cascara un poco y se mordisquea como una manzana, se pueden comer muchos así en un atardecer pasándolo bien.

Más adelante aprendí mucho más que era un pueblo que tanto sacaba como entregaba, para uso común, de los recursos de la tierra y la captura del mar.

Otra forma de pensar se ha fijado en este pueblo. Sin leyes y sin autoridades viven con sus exigencias. Una voluntad común vive en cada uno de ellos sin erudición, sin enseñanza de otra persona, la vida misma fue su gran doctrina, la vida tenía razón bajo las condiciones que ya estaban dadas.

No quiero hablar de formas de sociedades que no conozco, solo sé que donde andaba en el mundo, la felicidad de la vida era más profunda entre los esquimales verdaderos que permanecían bien lejos del hombre blanco. Ellos trabajaban duramente y ganaban el lucro ellos mismos, y todos era iguales.

Estoy consciente que hay diferencias entre el hombre blanco y el esquimal, pero ¿quién se atreve a decir que uno es mejor que el otro?  Es difícil definir, pero me atrevo a decir que el esquimal es el más feliz porque los compañeros del poblado que lo rodea tienen las mismas condiciones como él mismo. Nadie es más rico y despierta envidia, nadie es más pobre y siente rencor hacia su prójimo. Creo que será el nivel máximo de alzar en este mundo.

(*). Peter Freuchen fue un periodista explorador polar danés, conocido por sus investigaciones del Polo Norte, sobre todo Groenlandia, Tule (Quaanaaq), donde vivió varios años cuando Groenlandia era colonia danesa. Hoy Groenlandia es autónomo con propio Gobierno, pero reino común con Dinamarca y la Reina Margrethe II. Peter Freuchen hizo, entre otras anotaciones, un artículo para la revista sindical “Arbejdenes jul” 1928-“La Navidad del obrero”. Se imprimió de nuevo en revista de DKP (PC danés) la revista se llama
Traducción: Winnie Svendsen. 2021.
Foto: Avstraliavasin. Getty Images.