Trump y su crepúsculo
Se considera que la batalla mantenida por el cada vez más desahuciado Trump, deja establecidos avatares diversos y escasamente favorables para la sociedad. Las vehementes trifulcas de sus seguidores tienen una violencia insólita.
Elsa Claro. Periodista. “Cubadebate”. La Habana. 20/12/2020. Mas como un buque escorado sin remedio que guarda semejanza con un corredor de fondo exhausto, Donald Trump se enfrenta a su soledad política estupefacto. Hasta aquí tuvo aliento y empuje de influyentes personajes del Partido Republicano, pero el enfoque cambia con el resultado del Colegio Electoral, donde se ratificó el éxito de Joe Biden con 306 votos, 74 por encima de Trump, quien tuvo que conformarse con 234. No es poco lo que logró, pero insuficiente, y en este juego, esas son las reglas.
Por eso no es tan extraordinario que Mith McConell, presidente del Senado, hasta aquí un defensor del mandatario ante impugnaciones no bien aclaradas, y quien le acompañó también en el porfía para cuestionar las elecciones del 3 de noviembre, pues bien, acabara por admitir el triunfo de los demócratas.
El lunes 14 de diciembre los 538 delegados, con potestad para decidir quien ocupa la Casa Blanca, ratificaron que en esta oportunidad coincidían con el voto directo o popular, a favor de Biden, quien, con por cierto, cosecha el más alto número de sufragios recibido por un candidato en toda la historia de estos certámenes dentro de Estados Unidos (23 millones, 6 por encima de Trump).
En las últimas semanas Trump y los miembros de su campaña plantearon alrededor de 50 pleitos pretendiendo anular el escrutinio en varios estados, principalmente Georgia, Míchigan, Pensilvania y Wisconsin. La exigencia fue plantada ante el Tribunal Supremo por el fiscal general de Texas, a su vez secundado por otros congresistas conservadores. Sin embargo, la más alta autoridad judicial norteamericana votó en contra de tal petitorio.
Seis de los jueces que conforman esa Corte, son republicanos, incluyendo a su titular desde finales de octubre, Amy C. Barrettla jurista nominada por Trump a la carrera, sin ocultar su propósito de tener en su favor a ese órgano de decisiones legales, donde 6 de los 9 integrantes son republicanos. Pero sus cálculos fallaron y como es usual, los condenó con sus correspondientes twuitazos, ignorando que ni en esta ni en las anteriores instancias, fue presentado algún elemento probatorio de sus acusaciones de fraude masivo.
“El Tribunal Supremo nos ha decepcionado de veras. ¡No tiene ni sabiduría ni coraje”, escribió y de similar forma hizo con McConell, desautorizándole desafiante porque en esta oportunidad no se prestó a arroparle.
Tampoco el Departamento de Justicia, pudo encontrarle fundamento a los reclamos del frustrado dirigente. Ese fue otro chasco imprevisto. El Fiscal General William Barr, también fue nombrado por Trump y ambos compartieron momentos, decisiones y planes, pero no ésta ¿invención, desvarío, quimera? de quien aspiraba a quedarse en la presidencia. ¿Perdedor yo? Se ha preguntado en varios momentos, y estimulando a sus seguidores, -los tiene y no son pocos-, a que exijan a la par que él y lo han hecho, solo que de modo tan violento como inamisible, sentando precedentes nocivos.
En realidad a Trump le alertaron del posible resultado, o por sí mismo sospechó su derrota. Solo eso explica su insistencia en posibles anomalías en el escrutinio antes de que se realizaran, y, a falta de otros pretextos, particularizó el sufragio por correo como vía para la hipotética adulteración. Las autoridades electorales, funcionarios y responsables de distintos esferas y niveles, incluyendo los ámbitos legales citados, afirman que fue un certamen limpio, hasta más que varios otros.
Tras la decisión anunciada por el Colegio, los republicanos más apegados a Trump comenzaron a felicitar al dúo Joe Biden- Kamala Harris, tal cual ya lo habían hecho antes varios correligionarios de esas filas con mayor realismo. McConell instó a estos y a cuantos se mantienen fieles al presidente, incluso con las certezas que invalidan su pretensión, para no continuar sobre tensando la temperatura social, divida y convulsa, algo malo siempre y peligroso en una etapa dónde se conjugan los problemas económicos y otros daños provocados por la Covid-19, que vienen aumentando viejos dilemas internos.
Distintos analistas creen que el reconocimiento de los ganadores hecho por del jefe de la Cámara Alta, tiene, aparte del más básico discernimiento, un fuerte sentido utilitario pues el 5 de enero concluye el proceso para elegir dos senadores en Georgia. De cuál formación política gane dependerá bastante el futuro.
Si el Partido Republicano mantiene la mayoría en el Senado, la travesía de Biden será difícil pues, como se sabe, apenas concluye una competencia como esta que Trump se niega a aceptar, comienza la otra. Él mismo ha dejado saber que aspirará en el 2024. Además, como está establecido, deben ocurrir legislativas dentro de dos años. Si los conservadores pierden ahora la supremacía con que cuentan, intentarán recobrarla, y si ganan, conservarla. Nada en este ámbito de tendencias es fortuito.
En esa misma ruta se considera que la batalla mantenida por el cada vez más desahuciado Trump, deja establecidos avatares diversos y escasamente favorables para la sociedad. Las vehementes trifulcas de sus seguidores tienen una violencia insólita. ¿Se calmarán luego de probar fuerza y el empuje que les hizo salir a la luz sin maquillaje? No es broma que hayan pretendido ocupar edificios federales, preparar atentados contra representantes demócratas o exhibirse fuertemente armados, siempre amenazantes.
El discurso trumpiano los lleva a tomar por exactas las acusaciones reiteradas por el presidente y, por tanto, que Biden no tiene derecho a ejercer el poder.
¿Se les olvidará o será la base para eventos venenosos que obstaculicen el quehacer del nuevo gobierno y la urgencia por remontar la etapa actual en su compleja diversidad? A escala partidista también Trump impuso un grupo de fórmulas de contenido y forma nada simples de cambiar. La difamación o las destructivas fragmentaciones típicas del “después de mí el diluvio” pueden quedarse aunque él no esté para alimentarlas.
En relaciones exteriores se esperan del nuevo jefe de Estado que asumirá en enero, resarcimientos imprescindibles, no obstante, al mismo tiempo se teme que las malas espinas sembradas -a semejanza de lo fomentado por Trump en el ámbito nacional- harán imprevisibles muchos planes y dificultosa su ejecución. Como se sabe, una vez sueltos los demonios, ellos se resisten a regresar a la botella.
Si a la contracción económica, el lento crecimiento ulterior y un desempleo más alto, previstos por los organismos especializados, se añaden las averías del comercio mundial, la impronta personal que deja tras de sí Trump, es la peor de todas las malas noticias.