El Editorial

18/O: Se produjo un cambio de ciclo, el ingreso a otro período. En octubre el pueblo abrió un camino que no se cierra. Por el contrario, se ensancha y se profundiza.

El Siglo. 17/10/2020. Lo que irrumpió de manera masiva y extendida en las 16 regiones del país en octubre de 2019, fueron expresiones diversas, multifacéticas, multicolores, soberanas, territoriales, sectoriales, espontáneas y organizadas de todo el pueblo.

Millones de chilenas y chilenas sobrepasaron la institucionalidad formal dando cuenta inequívoca del rol del movimiento social y ciudadano, y superaron prácticas políticas sobre todo sistémicas. Se desbordaron espacios y se puso en el centro al pueblo y sus representaciones de todo tipo.

La raíz de la revuelta social, popular y ciudadana, estuvo en fuentes como el abuso, la desigualdad, el cansancio, la rabia, la marginalidad, el abandono, la precariedad que afecta a la mayoría de la población, las restricciones a la participación, lo que tiene su origen en un sistema económico depredador e injusto, un sistema político agotado y que no garantiza la real democracia, y un ejercicio del poder fáctico y conservador que, entre otras cosas, privatizó y precarizó la vida cotidiana de millones de personas.

Lo que se instaló desde octubre de 2019 hasta estas fechas -dando cuenta de que la revuelta social y la demanda ciudadana persisten- fue la movilización social y las diversas expresiones ciudadanas (estudiantes, pobladores, mujeres, trabajadores, profesionales, artistas e intelectuales, jóvenes, campesinos, indígenas, medioambientalistas, migrantes). Junto a sus demandas y denuncias.

No fue -como insiste el gobierno, la derecha, los medios de comunicación conservadores, los poderes fácticos- la instalación de la violencia. Eso sólo existe en sus cerebros enfermos que vinculan manifestación ciudadana con vandalismo y violencia. No fueron acciones conspirativas, de partidos políticos, de fuerzas extranjeras (hasta esos límites llegó el propio Sebastián Piñera y otros voceros del oficialismo), de “grupos extremistas organizados”, ni nada parecido a aquello.

Lo que se vivió fue el estallido multiforme del hartazgo y la condición de la inmensa mayoría de las y los chilenos, frente a la falta de respuesta a derechos sociales y humanos. También la voz de denuncia y la conciencia de dignidad. De allí que todo comenzara con la protesta de estudiantes secundarios por el alza del pasaje del Metro, con el argumento de que se estaba afectando a sus padres, a sus familias, en tanto trabajadores. De allí que se insistiera que no eran los 30 pesos de alza, sino los 30 años de injusticias.

Fue hermoso, notable y constructivo cómo dio curso la movilización en el desborde de espacios públicos (la Plaza de la Dignidad como símbolo), la multiplicación de cabildos y encuentros, la organización territorial, la coordinación entre distintas formas de organización, la multiplicidad de acciones culturales e intervenciones gráficas de todo tipo, la reunión entre sectores y la puesta sobre la mesa de las demandas. Todo, a lo largo del territorio nacional, sin excepción.

Se produjo un cambio de ciclo, el ingreso a otro período. Algo que hoy es un desafío a asumir por las fuerzas políticas organizadas. Hubo logros de diferente dimensión, donde destacó la realización de un plebiscito para caminar hacia una nueva Constitución, el reconocimiento de variedad de derechos, el retiro del 10% de los fondos en AFP, el potenciamiento de la fuerza territorial y comunal. Pero las bases del sistema permanecen. Es así que en estos meses, producto además de la pandemia del coronavirus, persistieron los abusos y se ampliaron las desigualdades.

En términos estructurales, todo sigue igual. Por eso el pueblo continúa movilizado y la revuelta social y ciudadana del 2019 encuentra su correlato en todo lo que está sucediendo este 2020, donde la ciudadanía sigue protestando, copando espacios, saliendo a la calles, organizándose. Además, respondiendo a los graves problemas sociales organizando ollas comunes, grupos sanitarios, centros de salud popular, ayuda a los adultos mayores, redes autónomas de abastecimiento, apoyo a niñas y niños, y en lo posible desarrollando actividades culturales, recreativas y deportivas.

Hay un gran desafío el 25 de octubre que tiene tres pilares: concurrir a votar y legitimar más aun ese proceso, lograr un respaldo multitudinario e indesmentible del Apruebo nueva Constitución y hacer ganar por amplia mayoría la conformación de una Convención Constitucional para que sus integrantes, elegidos cien por ciento entre ciudadanos, asuman el trabajo del contenido de la nueva Carta Magna. Luego vendrá, en abril, la convocatoria ciudadana para que las representaciones progresistas y transformadoras obtengan la mayoría necesaria en esa Convención para garantizar un nuevo texto constitucional.

En octubre el pueblo abrió un camino que no se cierra. Por el contrario, se ensancha y se profundiza. Está abierta la posibilidad real de ir desmantelando este sistema injusto, inequitativo, abusador, de corte autoritario, e ir construyendo otra sociedad, con otro modelo de desarrollo, una institucionalidad participativa y realmente democrática, con derechos sociales garantizados y que posibilite una calidad de vida digna y adecuada para todas y todos los chilenos.

Esa es la lucha que se verá fundamentalmente en estos días, semanas y meses, y no la burda, criminal y retardataria figura de la violencia que desea instalar el gobierno y la derecha.