Maco, arquitecto de una generación consecuente
Estamos conmovidos y orgullosos de su obra profesional, de su valor y de la solidez de sus convicciones políticas y sociales.
Miguel Lawner. Arquitecto. 10/10/2020. Maco integra la generación que ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile entre los años 1946 y 1952 aproximadamente. Es la generación que abrazó y defendió los principios de la Reforma al Plan de Estudios, conquistada gracias a la fuerza de un movimiento estudiantil extendido durante casi todo el año 1945. Debemos agradecer a esta Reforma, nuestra formación como profesionales con un alto sentido social.
¿Qué otras circunstancias forjaron a esta generación? ¿Qué razones la hicieron tan firme ideológicamente, tan consecuente con los ideales que se adquieren de muchacho, pero que con mucha frecuencia se abandonan a medida que pasan los años?
Ingresamos a la Escuela cuando aún no se apagaban los fuegos de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que elevó el prestigio de la Unión Soviética gracias al sacrificio de su pueblo, factor decisivo para para la derrota del nazismo, que amenazó con extender la barbarie a toda la humanidad. Esa victoria impregnó a muchos jóvenes de una fe irreductible en el socialismo. También a nosotros, que ingresamos en un gran número a las filas de las Juventudes Comunistas.
Otra circunstancia contribuyó a fortalecer nuestras convicciones ideológicas: la represión que debimos enfrentar a partir de 1948, cuando el presidente traidor Gabriel González Videla, a cuya victoria habíamos contribuido, promulgó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, bautizada por el pueblo como Ley Maldita, que ilegalizó al Partido Comunista y desató una feroz represión política y sindical.
Nosotros, agrupados en la FECH, desarrollamos múltiples iniciativas en contra de las acciones impulsadas por los aparatos represivos del gobierno. Salíamos sistemáticamente a efectuar rayados nocturnos, imprimíamos volantes, folletos y boletines, denunciando los atropellos del régimen. Participamos en marchas y acciones de protesta, como fue, por ejemplo, la famosa huelga de la chaucha en agosto de 1949, que nos movilizó durante diez días en protesta por el alza de la locomoción colectiva. Organizamos cursos clandestinos de preparación ideológica. Salimos a las calles a recolectar miles de firmas apoyando el Llamado de Estocolmo en favor de la proscripción del arma atómica. En fin, resulta una paradoja, pero la represión nos fortaleció ideológicamente y estrechó nuestros lazos de amistad.
A todas las actividades políticas, sociales o de simple esparcimiento, nos acostumbramos a asistir juntos, a tal extremo, que nos bautizaron como la aldea. Tan estrechos fueron nuestros lazos de amistad, que varios de nosotros terminamos contrayendo matrimonio. La Tita Friedman con Raúl Pellegrin. Carlos Albrecht con Yolanda Schwartz. Pablo de Carolis con Ety Friedman. El Maco con Betty Fishman. Yo con Anitamaría Barrenechea.
Estábamos orgullosos de ser los mejores alumnos y buenos militantes, a tal extremo, que pronto, tras titularnos, comenzamos a arrasar en los concursos públicos de arquitectura que tenían lugar en esos años.
Para todos nosotros resultó natural poner nuestra profesión al servicio de los trabajadores o de los pobladores sin casa. Así fue como aún antes de titularse, Maco y Betty, además de Sergio Bravo y Carlos Martner, asumieron el proyecto y la construcción del Teatro de los Mineros de Lota, obra colosal, financiada totalmente por los propios mineros. Maco y Betty se instalaron a vivir en el mismo sitio de las faenas, compartiendo con los trabajadores de la construcción, cada avance o cada dificultad en las faenas. Por esos días nació su primera hija: Juana Paz.
El año 1962, tras dos años del triunfo de la revolución cubana, llegó a Chile un arquitecto para invitarnos a viajar a su país, a fin de colaborar con ese proceso apasionante. En América Latina era el primer país dispuesto a construir una sociedad regida por un modelo socialista, rechazado por un número importante de profesionales que emigraban a Florida. Era necesario reemplazarlos.
El arquitecto cubano se reunió con nosotros y tras su intervención, consultamos quienes estaban dispuestos a viajar a Cuba. El Maco y la Betty, junto con Raúl Pellegrin y la Tita, no vacilaron en aceptar este noble desafío.
El matrimonio Gutiérrez Fishman permaneció casi siete años en la Isla. El Maco destacó no sólo por sus méritos profesionales, sino también por su condición de cuadro político experimentado, todo lo cual le confirió el honor de asumir tareas de choque, tales como el proyecto y dirección de Ciudad Sandino, centro para 15 mil habitantes en la región tabacalera de Pinar del Río. La revolución cubana lo reclamó también, en el ejercicio de la docencia, desempeñándose en la cátedra de Diseño y Planificación Física durante los últimos años de su estadía en la Isla. Es aquí donde lo sorprende la gesta de Ñancahuazú, acción encabezada por el Che Guevara en Bolivia, con intenciones de acelerar el proceso de liberación en América Latina. Maco entendió desde ese instante que tenía el deber de regresar a su Patria nativa, para plegarse a ese movimiento.
Alcanzó fugazmente a contribuir en la elaboración del Plano Regulador de La Paz y a ejercer cátedra en la Universidad de San Andrés de La Paz, donde lo sorprende en 1971 la caída del gobierno popular encabezado por el presidente Juan José Torres. Maco no vacila y se une a las barricadas levantadas en las calles de La Paz, pero la derrota de Torres lo obliga a pasar a la clandestinidad, teniendo presente que, en Bolivia, se cierne una carnicería despiadada sobre todo aquel que intente alguna acción de protesta.
El valor y las convicciones de Maco lo llevan a integrarse a la lucha de guerrillas librada por el Ejército de Liberación Nacional, organización donde pasa a formar parte de su Estado Mayor. En plena lucha, lo intercepta una patrulla del Ejército boliviano el 13 de mayo de 1972, cuando estaba a punto de cruzar la frontera con Chile, falleciendo en el combate por hacer realidad los ideales que lo guiaron desde su juventud.
Maco es uno de los más ilustres representantes de nuestra generación. Mirado a 70 años de distancia, estamos conmovidos y orgullosos de su obra profesional, de su valor y de la solidez de sus convicciones políticas y sociales. Es un héroe que vivió y murió por los pobres de la tierra y por los esclavos sin pan, tal como reza el inmortal himno de La Internacional.