No tiene nada

La derecha colapsó. El plebiscito, como el acto democrático y mirífico que terminó por sumergirla políticamente en una renegrida etapa.

Gonzalo Moya Cuadra. Licenciado en Filosofía. 05/11/2020. No tiene nada. La derecha colapsó. El plebiscito, como el acto democrático y mirífico que terminó por sumergirla políticamente en una renegrida etapa, sólo fue posible por el legítimo accionar del pueblo chileno que quiere cambiar la actual y despótica Constitución, que recuperó con su obrar el espíritu cívico perdido por una apatía política debida a un nocivo capitalismo que terminó por beneficiar sólo a la clase empresarial que se enriqueció brutalmente, a veces con métodos poco éticos. El triunfo arrollador y democrático fue concluyente. La nueva Carta Magna será redactada en su totalidad por constituyentes elegidos por elección popular que tendrán como misión borrar definitivamente los vestigios institucionales de la época dictatorial, oscura, humanamente degradante. El pueblo oprimido y humillado socialmente ya no soportaba tanta injusticia y amoralidad. Por lo tanto, fue un triunfo de los sencillos, una victoria histórica y apodíctica de los humildes, que remeció el sistema económico imperante y a la mediocre “clase política”, a todas luces intocable, que no se daba cuenta de la profunda desigualdad existente entre una minoría privilegiada frente a una gran mayoría sumergida  en la pobreza.  Gran parte de los partidos políticos cuentan con escasa credibilidad, pues carecen de moral y calidad política para enfrentar la difícil tarea constitucional que se avecina.  No cuentan con respaldo popular por su absoluta ineficacia, cómoda adaptación al dechado capitalista, arrogancia e inoperancia  partidaria. Aún no quieren reconocer que el pueblo aspira a un cambio real enmarcado en una nueva dinámica política, evolutiva y cultural.  La nueva constitución tendrá que ser diseñada y pensada para un nuevo modelo de  país, en el cual la ética y la prístina democracia serán los basamentos fundamentales de la nueva institucionalidad desarrollista. La elección de los integrantes de la Convención Constitucional deberá estar estructurada en una simbiótica representación política, ciudadanos progresistas que comprendan e interpreten el verdadero sentido de la nueva Constitución, conformando un conjunto democrático que enfrente y sepa defender con dignidad las condiciones valóricas que impuso el pueblo, pero dialogando las lógicas políticas disímiles. La futura constitución tendrá que ser progresista, laica, respetuosa de los derechos humanos y los pueblos originarios, una nueva constitución que construya los cimientos de un sistema político-económico que favorezca con buenos y legítimos acuerdos los intereses de una neo estructura social, equitativa, paritaria y solidaria, fundada en los principios esenciales de la humanidad: libertad, igualdad y fraternidad. La derecha seguirá infructuosamente descalificando y desconociendo la victoria de las fuerzas progresistas que con tesón y dignidad obtuvieron una victoria incuestionable. El ignavo anticomunismo derechista ya no tiene efecto alguno en la ciudadanía, pues su monserga añosa ha sido desechada por la voluntad popular.  El próximo proceso constituyente deberá ser el ejemplo puntual para todos aquellos partidos que anhelan reiniciar políticamente el camino visionario de Allende logrando otro triunfo histórico y ratificatorio que conduzca a Chile a una definitiva transformación social, trascendente, moral y pacífica, de renombre internacional. El gran Poeta escribió: “Nuestra posición era apoyar al candidato único que los partidos de izquierda designaron…Pero no había decisión y las cosas no podían seguir así. Los candidatos de la derecha estaban lanzados y hacían propaganda. Si no nos uníamos en una aspiración electoral común, seríamos abrumados por una derrota espectacular” (“Confieso que he vivido”). Neruda, siempre trascendente, siempre iluminado, tiempo presentido. Mientras tanto, resta sólo seguir aunando esfuerzos programáticos y desprendimiento político para lograr que el próximo gobierno sea liderado por quien cuenta con mayor respaldo popular, impecable trabajo político y calidad ética. Así se logrará reeditar el aplastante triunfo plebiscitario y derrotar de manera taxativa  a una derecha frustrada per se, a una derecha que no tiene nada, sólo dinero.