ANÁLISIS. 25-O: un mensaje democrático claro

Los tres desafíos que tendrá que responder el arco opositor.

Ernesto Águila Z. Académico Universidad de Chile. 26/10/2020. Aunque siempre es bueno dejar decantar un poco los resultados de las elecciones, los que arrojó el plebiscito del 25 de octubre son de tal contundencia y elocuencia que permiten extraer algunas conclusiones fundamentales e incontrovertibles.

La Constitución vigente, cuya continuidad se plebiscitó el pasado domingo, tenía la particularidad de ser una Constitución ideológica, es decir, una que cobijaba y protegía un modelo económico y de sociedad específico, en este caso neoliberal. Ningún otro país constitucionalizó el neoliberalismo como lo hizo Chile en dictadura. Junto con ello, la Constitución del 80 construyó un entramado institucional para mantener interdicto el voto popular o permitir una expresión de este solo hasta el límite en que no pusiera en riesgo la continuidad del modelo.

El 78,2 % del Apruebo constituye una expresión nítida de la voluntad popular de poner fin a este ordenamiento económico, social y cultural, y en favor de una emancipación de la soberanía popular. La contundencia del resultado elimina o estrecha el margen para intentar revivir en una próxima Constitución los contenidos de un proyecto neoliberal. Invitan a dar vuelta definitivamente esa página. Por tanto, el primer gran derrotado del 25-O es la derecha y esa transversalidad política que alcanzaba a sectores de centroizquierda, y que sostuvieron el neoliberalismo en Chile en estos años.

La claridad del resultado echa por tierra un par de lugares comunes. Por un lado, que el neoliberalismo había echado raíces en la sociedad chilena y contaba con un respaldo social y cultural mayoritario y, por otro lado, que la sociedad estaba polarizada. El resultado del plebiscito evidencia que lo que polarizó en estos años la sociedad fue el intento de un sector minoritario del país (simbolizado ahora en tres comunas) de mantener un modelo económico y social rechazado por la amplia mayoría del país.

Este resultado también debiera significar una señal en el tema de la actuación policial y para las FFAA cuando se las trata de involucrar en temas de orden público interno. Cuando un 20% trata de imponer a un 80% un modelo de sociedad no estamos frente a un problema de orden público, sino a una imposición antidemocrática e injusta, que genera una legítima movilización y rebeldía.

El resultado de la segunda papeleta sobre Convención Constitucional y Convención Mixta resulta también interesante y en cierta medida sorprendente. Innumerables reuniones y conversaciones giraron en torno al riesgo de perder este voto y las eventuales confusiones que generaba en la ciudadanía las opciones. Al final, ninguna confusión. El 79% en favor de la Convención Constitucional fue un mensaje nítido y contundente que la ciudadanía no quería a parlamentarios redactando la nueva constitución. El mensaje de este voto representa un claro pronunciamiento crítico y destituyente de la actual clase política chilena.

Los resultados del domingo también tienen efectos en la actual oposición. La claridad y contundencia de los resultados fortalece la opción de quienes aspiran que la próxima Constitución implique una salida del neoliberalismo y debilita la posición de quienes buscan pactar con la derecha un cambio más aparente que real. Los resultados también fortalecen el protagonismo del pueblo del 18-O y no dejan dudas de que allí radica la legitimidad constituyente originaria del proceso constitucional en marcha.

Si bien fue la elección más votada desde la instauración del voto voluntario y la inscripción automática esta anduvo en torno al 50%. La pandemia conspiró contra una mayor participación, así como la menor participación en comunas con mayor electorado de derecha. Un dato interesante que arrojan los primeros análisis es un fuerte incremento del voto en comunas populares y de trabajadores, y de una juventud que hasta ahora no se había sentido convocada a votar. Ello puede abrir paso a una reconfiguración del mapa electoral chileno, de signo más popular y progresista.

Se abre una nueva etapa y la gran pregunta es si los mensajes del plebiscito serán leídos o qué capacidad tendrá la izquierda y la centroizquierda para recoger el mandato que de allí emerge. Tres mensajes parecen ser los más importantes para lo que viene: construir un programa constitucional post neoliberal claro y preciso con vistas a la Convención Constitucional; concordar una lista amplia y unitaria de constituyentes sobre la base de ese programa, asegurando que los/as candidatos/as tengan un compromiso probado con dichos contenidos; y construir dicha lista de constituyentes en base a dirigentes sociales, territoriales  y nacionales -erróneamente llamados “independientes”- que hayan sido parte de las luchas de estos años y que recojan el espíritu y el programa del 18-O.

Los resultados del domingo pasado indican que se puede alcanzar la mayoría necesaria para redactar una nueva Constitución Política de signo democrático avanzado y progresista. Se requiere para ello encontrar la alquimia justa entre unidad y claridad programática. La voluntad popular que se expresó es por cambios de fondo y por una renovación profunda de la representación política. El pueblo habló y lo hizo con contundencia. Lo que democráticamente corresponde es escucharlo y recoger su mandato.