Los evangélicos y el plebiscito constituyente

Yo invito a los hermanos evangélicos a pensar en el prójimo antes de pensar en sí mismos. Piensen, ¿qué desea mi prójimo en Chile?

 Reginaldo Saavedra P. 22/10/2020. Ayer recibí un mensaje en el teléfono, enviado por una organización cristiana, en el que llamaba a votar por el rechazo a una nueva Constitución. Los argumentos -muy bien presentados por video- eran básicamente: esta Constitución asegura el orden, la libertad de cultos, la libertad de predicar al aire libre, el no pago de impuestos al templo y sus dependencias y hablaba también de la familia: monogámica, de hijos normales, nada de homosexuales, ni lesbianas, ni  esto ni lo otro. Una familia absolutamente normal. Ni una palabra, ni una línea sobre el prójimo. Estaba centrado nada más que en la “libertad” de los evangélicos. Nada sobre el hecho de que esta Constitución la haya dejado el dictador y sus secuaces civiles. Nada sobre torturas, ni desapariciones forzadas, ni crímenes sobre el prójimo, nada. Igual a la propaganda de Fiducia, en los años 60-70 del siglo pasado: DIOS-PATRIA-FAMILIA. ¿Creerán, estos “evangélicos”, que la Constitución deben redactarla los “cristianos” como ellos? Porque, indudablemente, estos no son cristianos anormales, ya que deliberadamente, mienten para engañar a la gente que realmente vive con los pies puestos en la tierra y los ojos en “la suprema meta que es Cristo Jesús”. Porque los cristianos saben que una constitución debe ser redactada por el pueblo y a favor del pueblo, de las mayorías nacionales.  Es decir, una Constitución debe ser redactada pensando en el prójimo, no en mí solamente o en la organización a la que pertenezco.

 Quisiera recordarles a estos “hermanos” que amar Dios es el primer gran mandamiento, y el segundo es amar al prójimo como a uno mismo, Mateo 19: 19. Deberían leer nuevamente el pasaje de Mateo 25: 31 -46, titulado El juicio de las naciones, en que Jesús, al preguntarle los que estaban en juicio, cuándo te vimos hambriento, o sediento, o enfermo, Jesús les responde: “Por cuanto lo hicisteis a estos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Jesús está poniendo como medida, para ganar la vida eterna, el amor al prójimo.

Por otra parte, Jesús eligió a los pobres para anunciar el Reino de Dios.  Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si era el que había de venir, Jesús les dijo: “Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio.”, Lucas 7: 18-35.

Yo estoy convencido de que la cosa pasa por saber bien cuál es el origen social de cada uno. Yo soy hijo de obreros salitreros. Todos mis parientes fueron obreros en el salitre. Cuando bajamos a Iquique yo tenía como cinco años. Mi madre, sola, tuvo que alimentar a cinco chiquillos, lavando ropa ajena, en una batea que a mí, a mi edad, me parecía inmensa. Todos fuimos a la escuela, gratis, del Estado, porque en ese tiempo la Constitución decía que la Educación era preocupación preferente del Estado. Por supuesto, eso duró hasta Pinochet, quien ordenó sacar ese acápite de la Constitución y aparecieron los colegios privados y públicos. Todos los hermanos estudiamos, entonces. Ahora bien, cuando yo voto, ¿por quién lo hago? ¿Lo hago por los que siempre negaron que el pobre tuviera escuelas? ¿Por los que explotaban a los obreros en el salitre? ¿Por los que pagaban con fichas y luego obligaban a los obreros y sus familias a comprar en la Pulpería, cuyos dueños eran ellos mismos? ¿A los que masacraron a los obreros de la pampa, en Iquique, en la Escuela Santa María? No. Yo votaré por mi origen, por la clase a la que pertenezco, por los trabajadores, por los millones que salían semana a semana a protestar a la Plaza Italia, a la que hoy llamamos Plaza de la Dignidad.

Yo invito a los hermanos evangélicos a pensar en el prójimo antes de pensar en sí mismos. Piensen, ¿qué desea mi prójimo en Chile? ¿Desea que el agua sea de todos los chilenos, que las riquezas naturales pertenezcan a todos y que el Estado sea el principal administrador de ellas, que la educación sea una tarea principal del Estado, igual que la salud? Piense en sus hijos y en sus nietos: ¿desea un sistema de previsión estatal o uno privado, como el que existe hoy, y que fue impuesto con la fuerza del rifle en el pecho a cada chileno, menos a los miembros de las FF.AA. y de Orden, quienes siguieron imponiendo en sus respectivas Cajas de Previsión? Un regalo del Dictador a la familia Piñera.

Entonces estaremos los evangélicos pidiendo, con autoridad, la libertad de religión que, después de todo, siempre ha sido nuestra consigna de lucha frente a cualquier gobierno.

Por todas estas razones, yo votaré: Apruebo-Convención Constitucional.