Ni vuelta atrás ni plácido cielo

Hoy y mañana se hace necesario nuclear las demandas populares tras objetivos comunes.

Juan Gajardo. Miembro de la Comisión Política del Partido Comunista. 18/10/2020. Al cumplirse un año del denominado “estallido social”, que con el correr de los días se transformó en un levantamiento social que horadó la institucionalidad heredada de la dictadura, son copiosos los análisis políticos, sociológicos, económicos y de diversa índole que buscan explicar la situación. Una base mínima común a todos ellos es la constatación que la jornada del 18 de octubre de 2019 y las que le  siguieron, fueron la expresión de la gran mayoría de la población que acumuló durante muchos años frustraciones frente a sus aspiraciones no satisfechas; que esa percepción se tradujo en un rechazo a las élites, en particular a la política; que mostró la incapacidad de la derecha para ser gobierno porque lo hace desde el supuesto de mantener un modelo socio-político, heredado de la dictadura, que se agotó y que estas jornadas de movilización popular modificaron definitivamente los supuestos del futuro desarrollo político institucional.

La reacción ante esta prolongada movilización social fue la criminal represión impulsada desde un primer momento por el gobierno, que ha costado la vida de decenas de compatriotas, la mutilación de cientos, la cárcel de miles. Un primer error grueso de lectura de realidad del señor Piñera y su gobierno, con consecuencias estratégicas, fue el creer que usando la predilecta arma de la derecha de reprimir, iba a controlar la situación. La temprana declaración de Estado de Sitio sólo exacerbó la situación y las jornadas posteriores ratificaron que el control social no lo lograrían militarizando el país. Desgastaron tempranamente un recurso al cual la derecha es adicta. Patético se vio el señor presidente declarándose en estado de guerra contra poderosos enemigos. Aunque, por cierto, su enemigo, el pueblo de Chile, sí es poderoso cuando tiene un objetivo.

Otro recurso empleado por los sectores afines a este “orden” fue el intento de manipular el movimiento. Desde vestirse con sus banderas, a rebajarlo a casi una simple pataleta de quienes, de tanto que habían logrado en esta sacro santa sociedad de consumo, satisfechos aspiraban a mayores bienes. La subsiguiente pandemia mostró palmariamente la precariedad económica y social en la cual vivimos la mayoría de los chilenos. Asumida la incapacidad de controlar la situación recurriendo a los habituales métodos, luego de multitudinarias manifestaciones y el éxito de un paro nacional convocado por el movimiento sindical en pleno, incluso los sectores más reaccionarios se ven obligados a ceder en una demanda básica: una nueva constitución. Much@s de l@s  firmantes de la declaración del 15 de noviembre lo hicieron con la manifiesta intención de contener la movilización popular y sustraer el movimiento a sus verdaderos detentores, el pueblo de Chile. Esa es la razón por la cual UPC (Unidad para el Cambio) no concurrió a la firma de ese acuerdo. La masiva presencia hoy del pueblo en las calles, conmemorando el 18 de octubre, a pesar de la crisis sanitaria y las escaramuzas amedrentadoras  de infiltrados, muestra la consistencia de la voluntad popular.

Se abre un nuevo ciclo histórico. La posibilidad cierta de revertir los más de doscientos años de dominación por una élite de privilegiados está. Una nueva Constitución que recoja esta orientación será una herramienta poderosa para ello. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que lo que viene es una victoria total y absoluta. Es la lucha de clases que entra en una nueva fase, donde las contradicciones se modificarán pero no desaparecerán. Hoy y mañana se hace necesario nuclear las demandas populares tras objetivos comunes. Todos los movimientos sociales y los partidos políticos que hagan suyas las propuestas de enaltecer el trabajo como fuente básica de la sociedad, la lucha contra el patriarcado en sus diferentes expresiones, la preservación del medio ambiente, el reconocimiento a nuestras naciones originarias, la lucha por la paz, la solidaridad entre los pueblos y la inserción de Chile en un mundo globalizado desde los principios de la multilateralidad, entre otros elementos, tienen mucho que aportar en las jornadas que vienen.

Nadie puede esperar que las élites dominantes hagan graciosa dejación de sus granjerías. Sabemos que entre los sectores que hoy se declaran de oposición hay más de una visión en pugna. Las escaramuzas parlamentarias, como lo son las acusaciones contra los personeros del régimen, obviando cuál sea su trascendencia, nos lo muestran. Se debe avanzar hacia las modificaciones más profundas posibles, evitando los maquillajes que perpetúen condicionantes esenciales de este neoliberalismo periférico. No podemos  confundir a la derecha con la esperpéntica figura de su actual principal representante. La derecha, como en otros períodos de nuestra historia, buscará construir un bloque político opuesto a las transformaciones y para eso buscará aliados políticos e intentará  recurrir a las reservas de poder que le brinda este sistema. La jornada del próximo 25 de octubre debe convertirse en una potente demostración que Chile necesita un cambio.